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HFIL 2BACH - 22 El conocimiento en Descartes - Contenido educativo
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La teoría del conocimiento y el problema de Dios en Descartes
René Descartes, o Renato Descartes en castellano, es el autor más importante de la corriente
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filosófica racionalista que se desarrolló en el siglo XVII. Descartes aspiraba a encontrar una
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fuente segura para el conocimiento y creía que esta fuente tenía que ser la razón, a diferencia
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de lo que creían los empiristas que confiaban en la experiencia. Descartes, además de un gran
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filósofo fue un notable matemático y creía que las matemáticas eran el modelo de un saber
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absolutamente cierto en el que podíamos confiar. Su aspiración era construir un sistema que nos
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permitiera conocer la realidad con la misma seguridad con la que conocemos las verdades
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matemáticas y para eso, pensaba Descartes, tenemos que utilizar la razón. Pero ¿de qué manera podemos
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encontrar esas verdades. Descartes desarrolló un método que a él le parecía infalible y que le
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permitía encontrar ese tipo de verdades. Él confiaba sobre todo en dos caminos para encontrar
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la verdad. El primero era la evidencia y el segundo era la deducción. Cuando hablamos de evidencia nos
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referimos a una forma de captar ideas de una manera intuitiva, directa, sin pensar, sin hacer
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razonamientos, sino de manera súbita. Descartes decía que las ideas que se captan por intuición
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de forma evidente y que son claras y distintas son absolutamente indudables. ¿Qué quería decir con
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esto? Cuando Descartes habla de una idea clara, lo que quiere decir es que es una idea evidente,
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intuitiva, que se capta de una manera directa. Cuando dice que son distintas, a lo que se refiere
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a que no se confunden con ninguna otra idea. Pues bien, para Descartes todas las ideas que
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captemos intuitivamente, de forma clara y distinta, son ideas evidentes, ideas indudables. Este debería
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ser el punto de partida seguro para encontrar la verdad, partir de ideas evidentes. El segundo
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método en el que confía Descartes es la deducción. Deducir consiste en pasar de verdades generales a
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verdades particulares. Si sigues con precaución los pasos necesarios para deducir algo, no te
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equivocas nunca. Por eso pensaba Descartes que la deducción era un sistema en el que también
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podíamos confiar. Siguiendo estos dos caminos, Descartes elabora un método que él considera que
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es absolutamente infalible para conocer la verdad y que cree que debe ser el fundamento de todas las
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ciencias. Este método tiene cuatro pasos. Consiste, en primer lugar, en partir de la evidencia. Solo
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debemos fiarnos de las ideas simples que hemos captado de una manera nítida, clara y distinta
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por intuición. Este debe ser el punto de partida. El segundo paso consiste en tomar las ideas que no
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son simples, que son compuestas, y dividirlas en partes simples que podamos captar de esa manera,
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de esa manera clara, distinta y evidente. Este segundo paso se llama el análisis, que consiste en
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dividir esas ideas complejas en ideas más sencillas. Una vez que las hemos dividido, las hemos captado
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y las hemos conseguido percibir de manera clara y distinta, de una forma evidente, entonces viene
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el tercer paso. El tercer paso se denomina síntesis. Consiste en tomar esas ideas simples y recomponerlas,
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juntarlas de nuevo para poder así entender las ideas compuestas de las que partíamos al principio.
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El método ya está terminado, pero Descartes es precavido y cree que tenemos que hacer un cuarto
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paso, un cuarto paso que consiste en recapitular, enumerar todos los pasos que hemos dicho, que
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hemos seguido y revisarlos, no vaya a ser que nos hayamos confundido en alguno. Si seguimos estos
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cuatro pasos, partir de la evidencia, realizar un proceso de análisis, luego de síntesis y luego de
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revisión Descartes cree que alcanzaremos verdades completamente seguras y que podremos hacer en
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todas las ciencias un saber tan confiable, tan seguro como el de las matemáticas. Sin duda el
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saber más importante es el de la filosofía, el de las verdades últimas, así que Descartes también
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aplicó su método a la filosofía. Descartes había estudiado la filosofía de los antiguos y se había
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dado cuenta de que muchos autores se contradicen entre sí. Esto, según él mismo confiesa, le había
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dejado lleno de un mar de dudas, dudas que le hacían sentir muy incómodo. Por eso él se preguntaba si
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era posible acabar con esas dudas, si era posible encontrar una verdad de la que realmente no se
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pudiera dudar, que nadie pudiera contradecir. ¿Cómo podemos llegar a eso? Descartes, para encontrar
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esa verdad absolutamente indudable, aplicó un camino del todo radical. Es decir, se propuso dudar de
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todas las cosas que le habían enseñado. Pensó, si hay algún motivo por el que yo pueda dudar o
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desconfiar de las cosas que me han contado, de las cosas que sé, de las cosas que he aprendido, voy a
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prescindir por completo de ese conocimiento. Sólo me voy a quedar con el conocimiento que sea del
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todo indudable, absolutamente seguro. ¿Qué motivos tiene uno para dudar? En primer lugar, Descartes
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cree que podemos dudar del testimonio de los sentidos, porque los sentidos muchas veces nos
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engañan. Así que, si alguna vez me han engañado, ¿cómo puedo estar seguro de que no me engañan
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siempre? Recuerda que el método de Descartes es radical, quiere estar absolutamente seguro de
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todo. Si tiene el más mínimo indicio de que algo puede ser falso, lo va a descartar. De manera que,
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en primer lugar Descartes prescinde de todo lo que sabemos a través de los sentidos, porque los
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sentidos pueden ser engañosos. Incluso así me quedan aún la creencia de que hay un mundo fuera
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de mí, de que existen cosas a mi alrededor, una mesa, un parque, la sala en la que me encuentro.
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¿Es posible dudar de que esa realidad exterior que está fuera de mi mente existe? Descartes creía
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que sí. Hay razones para dudar de que la realidad extramental sea cierta, porque ¿cómo puedo saber
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con total certeza que no estoy soñando? Muchas veces sueño y me parece que lo que sueño es real.
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¿Cómo sé que ahora mismo no estoy soñando que esto que veo es cierto y en realidad no lo sea,
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no lo es? Para eliminar esa duda, y como Descartes quiere verdades que sean absolutamente seguras,
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también va a prescindir de esa realidad
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extramental, va a suponer que esta realidad
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extramental puede no ser cierta, de manera que no nos podemos
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fiar de ella. Si hemos prescindido del
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testimonio de los sentidos y también dudamos de que la realidad
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extramental verdaderamente exista, ¿qué nos queda?
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Parece que nos quedan los razonamientos, parece que nos quedan
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las verdades de las matemáticas, que no se basan en los sentidos
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y tampoco son una realidad externa que podamos ver y tocar
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porque están en nuestra mente. Sin embargo, Descartes lleva
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su duda incluso allí. Piensa, imagínate que yo al razonar, por muy seguro que esté de algo, me estoy
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equivocando. ¿Cómo sé yo que en mis razonamientos más seguros no estoy cometiendo un error? ¿Y si Dios
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hubiera hecho nuestra mente de manera que nos equivoquemos al razonar, aunque estemos totalmente
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convencidos de que lo que razonamos es cierto, incluso cuando hacemos un cálculo matemático?
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o si no queremos ser impíos y pensar mal de Dios? ¿Y si hubiera un genio maligno que se divierte
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haciendo que yo me equivoque cuando estoy totalmente seguro de mis razonamientos? Pues bien,
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como lo que quiero es encontrar verdades del todo seguras, también voy a dudar de la razón. Así,
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fíjate bien, Descartes prescinde de todo el conocimiento de los sentidos. No se fía de que
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lo que está más allá de mi mente exista realmente. Y tampoco se fía de los razonamientos. ¿Qué le
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queda? ¿Queda alguna cosa en la que podamos confiar? Si hemos dudado de todo. Pues bien,
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incluso ahí Descartes fue capaz de encontrar una primera verdad del todo indudable. Descartes
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razona del siguiente modo. Dudo de todo. No sé si me puedo fiar de los sentidos, si las cosas que
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veo realmente existen fuera de mí, no sé siquiera si mis razonamientos son correctos. Pero en este
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mar de dudas hay una cosa que está clara, y es que estoy dudando. Si yo dudo, si me estoy comiendo la
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cabeza con estas preguntas tan extrañas, es desde luego porque por lo menos esa duda existe. Yo soy
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esa duda. Si estoy dudando, yo tengo que existir. Esta es una primera verdad absolutamente indudable.
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A lo mejor el mundo exterior no existe, a lo mejor mis razonamientos son falsos, pero yo sí que tengo que existir, porque yo soy esa cosa que está dudando y se está haciendo estas preguntas tan raras.
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Esta verdad expresada en latín, que era la lengua que Descartes utilizaba para escribir, se expresa de la siguiente manera, cogito ergo sum, que significa pienso y por lo tanto tengo que existir.
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Esta primera verdad, el cogito, es del todo indudable. Yo tengo que existir, seguro. ¿Y yo qué soy? Pues soy algo que piensa, algo que duda, algo que se está comiendo la cabeza.
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En mi mente hay una serie de pensamientos, de contenidos mentales, de ideas, como las llamaba Descartes.
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Entonces, si queremos seguir encontrando verdades, quizá podríamos analizar ese tipo de ideas que están en mí, que soy una sustancia pensante, una cosa que piensa. ¿Qué ideas podemos encontrar en nuestra mente?
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descartes cree que hay tres tipos de ideas primero están las ideas que él llamaba adventicias que
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son las que parecen venir del exterior yo tengo la idea de un árbol de un gato de una montaña
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estas ideas decimos que parecen venir del exterior porque en este punto de su razonamiento descartes
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no está seguro de si la realidad externa existe o no quizá estamos todos metidos en matrix y
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estamos soñando en un mundo que realmente no existe, pero incluso así yo tengo contenidos
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mentales y algunos parece que vienen del mundo exterior. Luego veremos si ese mundo exterior es
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real o no, pero esas ideas las vamos a llamar ideas adventicias porque parecen venir de fuera.
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Otras ideas, sin embargo, no parecen venir del mundo exterior sino que las he fabricado yo. Por
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ejemplo, la idea de un centauro o la idea de un unicornio que las he creado en mi mente. Estas
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ideas se denominan facticias, porque las hemos hecho nosotros, cortando y pegando, por ejemplo.
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Sin embargo, Descartes encuentra que en la mente humana hay un tercer tipo de ideas. Esas terceras
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ideas, que no son ni adventicias ni facticias, son ideas que él denomina innatas. Las ideas innatas
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son ideas, según Descartes, que no vienen de fuera y que tampoco he fabricado yo. De alguna manera
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están en mi interior desde que nací y no las he visto en ningún sitio ni tampoco las he creado yo.
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¿A qué se está refiriendo con estas ideas innatas? Descartes cree que el cogito, esa idea de que yo
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existo porque estoy pensando, es una idea innata, no viene de fuera y tampoco la he fabricado yo.
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Además es una idea evidente que se capta de manera intuitiva y que es clara y distinta y por lo
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tanto es totalmente segura, indudable. Pero Descartes encuentra otra idea innata que es
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extraordinariamente importante y que es la idea de Dios. ¿Qué es Dios para Descartes? Dios es la
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idea de un ser infinito que él cree que está dentro de todos nosotros y que no es una idea
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que viene del exterior porque evidentemente no hemos visto nunca un ser infinito y tampoco es
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una idea facticia, dice Descartes, porque sería imposible que yo, que soy un ser finito y además
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limitado pueda fabricar por mí mismo la idea de algo tan grande, la idea de un ser infinito. Yo
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tengo la idea de Dios, pero ¿Dios existe o es sólo una idea? Descartes está convencido de que Dios
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realmente existe, que no es sólo una idea en mi mente. Y para demostrarlo utiliza un argumento
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basado en el razonamiento de la misma idea de Dios. ¿Qué es Dios? Dios es la idea en mi mente
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de un ser infinito. Pero esa idea es una idea tan grande que no la puedo haber fabricado yo. Según
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Descartes, las ideas tienen que ser proporcionales a los objetos de los que proceden. Todo efecto
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tiene que ser proporcional a su causa, dice. Así que si tengo en mí la idea de un ser infinito,
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tiene que provenir de su causa, que tiene que ser un ser igualmente infinito y no un ser limitado
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imperfecto como yo soy. Así que tiene que haber un Dios infinito que es la causa de esa idea que
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está dentro de mí, que además es quien la ha puesto en mi interior como sello suyo, porque Dios es quien
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me ha creado. Esta es la segunda manera de demostrar la existencia de Dios según Descarpies. Yo soy una
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cosa que piensa. Yo existo porque estoy pensando. Eso seguro. Pero ¿quién me ha creado a mí?
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está claro que no he sido yo mismo yo soy un ser imperfecto entonces habrán sido mis padres mis
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padres son los que me han dado el cuerpo y la vida pero no son los que me han dado el ser porque
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ellos también son seres que han sido creados igual que yo así pues quién me ha dado a mí el ser
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según descartes tiene que ser dios y en un tercer paso descartes utiliza para demostrar la existencia
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de Dios, una variante del célebre argumento ontológico de Anselmo de Canterbury. Anselmo de
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Canterbury fue un monje que vivió en el siglo XI y que demostró la existencia de Dios con un
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argumento a priori, es decir, partiendo de la idea de Dios, que dice lo siguiente. Dios es, por
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definición, el ser infinitamente perfecto. Así pues, Dios tiene necesariamente que existir, porque si
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Dios no existiera, entonces le faltaría una perfección y entonces la definición de Dios sería
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contradictoria. Para que la definición de Dios tenga sentido, Dios tiene que tener todas las
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perfecciones, incluida la de existir, así que Dios forzosamente existe. Este argumento lo utiliza
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también Descartes, de manera que ha demostrado la existencia de Dios de tres maneras distintas.
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Recordémoslas. En primer lugar, la idea de un ser infinito, que está en mí como una idea innata,
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evidente, clara y distinta, tiene que provenir de un ser realmente existente, igual de infinito que
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su causa. La segunda, Dios es quien me ha creado, porque yo no me puedo dar el ser a mí mismo,
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mis padres tampoco, porque tanto yo como mis padres somos seres finitos. Y tercera, Dios tiene
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que existir porque por definición Dios es el ser absolutamente perfecto y entonces tiene que tener
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todas las perfecciones, incluida la de existir. Ahora bien, si Dios existe y Dios es infinito,
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Dios tiene todas las propiedades en grado sumo. Dios es infinitamente perfecto, Dios es eterno,
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ha existido siempre, Dios es infinitamente bueno y Dios es omnisciente y omnipotente.
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Pero si Dios es infinitamente bueno, entonces Dios no va a permitir que yo me engañe. Dios no va a
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poder consentir que yo viva metido en Matrix, es decir, que viva engañado creyendo que hay fuera,
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hay un mundo donde hay gatos y árboles y montañas y nubes y que eso sea sólo un sueño. La hipótesis
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del genio maligno o del dios engañador queda de esa manera totalmente descartada. Una vez que
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hemos demostrado que Dios existe y además es infinitamente bueno, puedo estar tranquilo. El
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mundo existe, el mundo extra-mental, la realidad que hay fuera de mí existe y además se puede
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conocer. Se puede conocer adecuadamente si aplicamos el método y nos basamos en la razón.
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Con todo esto te habrás dado cuenta que para Descartes hay diferentes tipos de seres. Hay
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diferentes sustancias. Descartes llamaba sustancia a lo que existe por sí mismo, de manera independiente,
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a lo que no necesita nada más para existir. En rigor, la única sustancia que de verdad hay es
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Dios, porque Dios es el único ser, según Descartes, que no necesita de ningún otro para existir. Yo sí
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que necesito de Dios, porque Dios me ha creado, dice Descartes. Así que vamos a hacer una primera
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distinción. Está la sustancia infinita, que es Dios, y estoy yo, que como recordarás, soy una
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cosa pensante. Eso, yo, la cosa que piensa, lo llama Descartes sustancia pensante, o en latín
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res cogitans. Lo que pasa es que yo también tengo un cuerpo, y este cuerpo realmente existe, no es
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un sueño, porque Dios es infinitamente bueno y no va a permitir que yo me engañe. De manera que en
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mí hay otra sustancia, el cuerpo, que es materia. Descartes lo llama res extensa, porque la propiedad
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de la materia es ocupar un lugar en el espacio, a diferencia del pensamiento, que es inmaterial y no
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ocupa ningún lugar. Estas son, pues, las tres sustancias que distingue Descartes. La sustancia
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infinita, Dios, la sustancia pensante, el pensamiento, la mente, el alma, y el cuerpo, que es sustancia
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extensa, como las demás cosas que existen, como toda la materia. Además, hay una diferencia muy
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grande entre la sustancia pensante y la sustancia extensa. Todas las cosas materiales, toda la
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sustancia extensa, está sujeta al mecanicismo y al determinismo. Esto quiere decir que su
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comportamiento se puede calcular con total exactitud usando las leyes de la física. Su
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comportamiento es previsible, responde a las leyes de la mecánica y está prefijado, está
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determinado. Esto no ocurre con el alma, con el pensamiento, con la sustancia pensante,
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porque es inmaterial y no es sustancia extensa, sino que es sustancia pensante.
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- 19 de septiembre de 2021 - 20:11
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