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Cuento primer equipo docente - Contenido educativo
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Hoy es Nochebuena, pero esta historia no empieza hoy.
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Empezó hace un año en el Palacio Real.
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El palacio estaba invadido por los ratones, y los gatos reales no podían cazarlos, porque había muchísimos.
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El rey y la reina estaban desesperados, hasta que el doctor Drostenmeier, el famoso relojero,
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Creó una trampa para los ratones tan inteligente que casi todos los ratones quedaron atrapados
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Los reyes premiaron y agasajaron al relojero
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Pero el rey de los ratones estaba furioso
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Aquella noche cuando el doctor Drosselmeyer volvió a su casa
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Encontró a su querido sobrino Carl convertido en un feo muñeco casanovas
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Es feo, es feísimo
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La maldición del rey de los ratones era muy dura
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Para romperla, una niña debía de querer al muñeco a pesar de su aspecto
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Y éste debía vencer al rey de los ratones en una batalla
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Aquella noche buena, mientras el doctor Drosselmeyer se preparaba para ir a casa de los Stalbaum
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Pensó en su ahijada Clara
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¿Podría querer al muñeco y ayudar a romper el hechizo?
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Así lo esperaba el doctor Drosselmeyer.
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Envolvió los regalos para los niños y tiernamente colocó el cascanueces en una cajita con un lazo.
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Después salió de su casa.
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Las navidades en casa de los Stalbaum eran siempre especiales, con mucho ruido, risas, música y bailes.
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y un maravilloso árbol de Navidad rodeado de un montón.
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—¡Niños! ¡No toquéis aún los regalos! —dijo la señora Stalmoth.
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Pero Clara, Fritz y sus primos pequeños no podían parar quietos.
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Fritz estaba moviendo uno de los paquetes cuando de pronto vieron una luz resplandeciente y oyeron un chasquido.
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—¡Tío Drosselmeyer! —exclamaron los niños. Y ahí estaba él, por arte de magia, moviendo su sombrero entre una lluvia de chispas y plumas, mientras volaban por la habitación palomas blancas.
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—¡Bienvenido, doctor! —dijo riendo el señor Stallman. —¡Nos has dado un buen susto!
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—A mí no me has asustado —dijo Fritz. —¿Nos has traído regalos, tío?
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—Por supuesto —dijo el doctor.
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Había regalos para todos los niños, una caja de soldaditos de plomo para Fritz y una caja de música con una bailarina que daba vueltas para Clara.
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—Y esto también es para ti, Clara —dijo el doctor.
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—Cuídalo.
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—Claro que lo cuidaré —dijo la niña, abrazando al cascanoces.
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Pero Fritz se enfadó.
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—¿Por qué a ella le das un regalo más? —gritó.
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Entonces agarró el cascanoces y con todas sus fuerzas lo tiró al suelo.
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Y se le rompió un brazo.
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Clara se puso a llorar.
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El doctor recogió con ternura el muñeco y le puso su pañuelo alrededor del brazo roto para hacerle un cabestrillo
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No importa, dijo, estoy seguro que se va a arreglar
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Puso el muñeco bajo el árbol y sacó su último rival
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Un ala para adornar la copa del árbol
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Y después de que hiciera algo más de magia, los niños se fueron a dormir
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Pero Clara no conseguía acudirse, no dejaba de pensar en el pobre Cascanueces y quería consolarlo.
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Cuando todo el mundo dormía, la niña bajó al salón, se giró saliendo y cogió a la niña.
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Se sentó con el oso.
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De pronto, un fuerte ruido la despertó.
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Le costó darse cuenta de dónde estaba, pues la habitación parecía otra.
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En el árbol de Navidad se desarrollaba una gran batalla.
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En el salón había un montón de ratones enormes que luchaban con espadas contra los soldados de plomo de Fritz.
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El más fiero de todos era su rey, que estaba luchando contra el cascanueces de Clara.
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El cascanueces había crecido tanto que era tan grande como el rey de los ratones.
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Pero llevaba un brazo en cabestrillo
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Y el rey de los ratones tenía más fuerza
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De pronto el rey de los ratones atacó
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Y el cascanoides al intentar esquivarlo cayó al suelo
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¡No! gritó Clara
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Y se quitó el zapato para lanzárselo al rey de los ratones con todas sus fuerzas
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El zapato se golpeó en la cabeza
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Y el rey de los ratones cayó al suelo inmóvil. De pronto paró la lucha. Los ratones le fueron a socorrer a su rey y se lo llevaron de allí reconociendo su derrota.
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Clara observaba con ansiedad al cascanueces. Este se levantó y para sorpresa de la niña tenía el brazo bien. Le dio su zapato y se arrodilló ante ella.
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—Gracias por haberme salvado la vida —le dijo.
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Pero ella no pudo contestarle. Estaba demasiado asombrada de ver el cambio que se había dado en él.
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El cascanoide se había transformado en un guapo joven que le estaba sonriendo.
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—Me llamo Carl —le dijo— y como recompensa por haberme salvado la vida, te voy a llevar al país de los dulces.
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Clara miró a su alrededor y no podía creer lo que veía
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El salón había desaparecido y estaba en el País de las Nieves
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Sentada en un trineo tirada por renos
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¿Nos vamos? preguntó Clara
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Y los renos corrieron por la nieve
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Clara quedó muy abierta
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¿Todo lo que hay aquí se puede comer? exclamó
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—¡Incluso el suelo es de caramelo!
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Los soldados disparaban salvas para darle la bienvenida.
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Y el hada del azúcar llegó a Clara y a car ante el rey y la reina.
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—¡Los dulces van a bailar en vuestro honor! —dijo la reina.
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La música comenzó a sonar.
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Y dulces de todas las clases provenientes de todos los países, de China, de Rusia, de España y de Arabia, bailaron ante ellos.
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Por último, bailó el hada de la azúcar, dando vueltas y vueltas sobre sí misma, como si fuera una bailarina.
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Me gustaría bailar así de bien, susurró Clara.
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—Estoy segura de que un día lo harás —le dijo la reina.
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La mañana de Navidad, el doctor José de Muelles se asomó a la habitación de Clara.
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La niña estaba dormida y sonreía.
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Después salió de la casa de los Estalba y se apresuró a llegar a la suya.
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Había sido una noche agotadora en la que había utilizado toda su madre
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Y esperaba que esta hubiera funcionado
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Al entrar en casa, vio que todos los relojes marcaban las seis
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Y allí estaba su sobrino Carl, durmiendo encima de la mesa
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Era el principio de un día perfecto de Navidad
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Y colorín colorado, ese cuento de Navidad se ha acabado.
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- Subido por:
- Tic cp infantacatalina alcala
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- Fecha:
- 17 de diciembre de 2020 - 9:14
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- Público
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- CP INF-PRI INFANTA CATALINA
- Duración:
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