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"Los trabajos apócrifos de Hércules" - Contenido educativo
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Actividad realizada por los alumnos de Cultura Clásica del IES Ortega y Gasset. Curso 2021-2022
Érase una vez un semidiós, llamado Hércules, fruto de un adulterio entre Zeus y Armena. La esposa de Zeus, llamada Hera, se enfureció terriblemente y condenó a Hércules a una demencia temporal, que hizo que asesinara a su esposa y a sus propios hijos, algo que nunca podría serle perdonado.
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El héroe, entonces, después de consultar al oráculo de Delfos, acudió a su primo Euristeo
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y éste le ordenó llevar a cabo doce dificilísimos trabajos
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Tras salir victorioso de todos ellos, Euristeo, aún insatisfecho, le dijo lo siguiente
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Aún no has merecido el perdón que reclamas, y por eso serás condenado a un decimotercer trabajo
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Decidme cuál es y volveré triunfante. Por fin obtendré el perdón y mi libertad
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—Serás enviado a servir a mi querida prima Maranta durante el tiempo que sea necesario, y cumplirás todos los deberes que ella te mande.
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Rápidamente emprendió Hércules el viaje a Cristigia, la isla donde vivía Maranta.
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Tras catorce días de travesía, se encontró con un palacio de granito, de aspecto lúgubre, rodeado de bosques oscuros, y en medio una estatua de jaspe negro con forma de mujer.
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A medida que se aproximaba, observó que los ojos de la estatua eran rubíes de un rojo intenso.
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Se dirigió entonces al enorme portón de madera y entró sin necesidad de llamar.
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Después de recorrer una serie de pasillos oscuros, entró en un salón donde había un trono.
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Allí estaba sentada Amaranta, junto a su esposa, Clesis.
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La postura y la mirada de Amaranta desprendían ira y orgullo, e indiferente a la llegada del héroe, dijo
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Tu primer trabajo será vaciar el mar hasta la última gota, en siete días.
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Y a diferencia de los doce trabajos que has hecho hasta ahora, estos sí serán verdaderos desafíos.
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Hércules acató las órdenes en silencio y empezó a pensar en cómo realizar esta tarea.
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Tras varias horas de reflexión, decidió acudir al dios Posidón, que se escondía en una guarida submarina cerca de un templo.
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Para invocarlo, recitó un poema ancestral.
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En respuesta se escuchó una voz atronadora.
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¿Qué deseas? Llamándome de una manera tan inoportuna.
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Dios Poseidón, soberano de todos los mares, he llegado hasta aquí para solicitar tu ayuda.
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A cambio, te regalaré una antorcha incombustible, forjada por el propio Rubea.
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Aquí abajo nunca podrás gozar de los privilegios de una iluminación tan pura como la del fuego.
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Y jamás podrás utilizar como arma algo tan letal como estas llamas.
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Esta antorcha es incandescente y jamás se apagará, aunque esté bajo el agua.
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Poseidón, agradecido por la ofrenda, se interesó en la petición de Hércules.
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El héroe le rogó que le ayudara a vaciar por completo el agua de los siete mares
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y que al cabo de unas horas la hiciera volver a la superficie en forma de lluvia.
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El dios accedió de buen grado y con ayuda de su tridente suspendió las aguas del mar
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Y cuando ya no quedaba ni una sola gota de agua en el mundo, Hércules regresó al palacio de la diosa Maranta
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La diosa comprobó que el mar que rodeaba su isla se había convertido en un desierto profundo, casi infinito
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Al cabo de unas horas, una fuerte tormenta restauró de nuevo los siete mares
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Y Maranta, dispuesta a complicar aún más las cosas a Hércules, lo ordenó en un tono áspero
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Aunque te hayas salido con la tuya esta vez, ahora te enfrentarás a algo mucho peor
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y no seré yo quien lamente tu inevitable derrota
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Escúchame bien, tendrás que impedir que el volcán del monte Vesubio, letal para todos, entre en erupción durante la próxima noche
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Hércules no dijo nada y se limitó a sentir cabizbajo
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porque ya sabía exactamente a quién debería acudir en ese momento
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Cuando llegó al volcán, vio de lejos la entrada a la oscura fragua de Rubea, lugar donde el divino hijo de Zeus y Hera forjaba las armas para dioses y hombres.
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Rubea lo reconoció de inmediato, y al instante dedujo que el héroe se hallaba en apuros.
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Hércules, ¿qué es lo que te trae por aquí?
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Mi misión es impedir que el volcán Vesubio entre en erupción esta madrugada.
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Tú eres el único entre las fauces de la tierra que me pueda ayudar
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Podría serlo, pero ¿a cambio de qué?
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Respondió Rubea
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Hace poco descubrí que Amaranta, diosa de la ruindad y la tortura
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Posee una colección extraordinaria de rubíes en una sala secreta
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Robaré tantos como pueda y te los traeré al terminar mi tarea
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Con ellos podrás forjar numerosos instrumentos para ti mismo o como regalo para los dioses.
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Rubea aceptó sin dudar la ofrenda de Hércules y durante toda la noche se dedicó a construir una muralla gigante
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que separaría el enorme volcán del mundo exterior, estando en pie hasta que toda la lava se hiciera piedra.
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Cumpliendo con su promesa, Hércules robó los rubíes de la sala de Amaranta.
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Pudo hacerlo fácilmente porque en ese momento la diosa estaba exterminando cruelmente a sus esclavos.
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Hércules, entonces, regresó a Cristigia, y se plantó victorioso frente a la diosa, vestidas con ropag hechos de piel humana.
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—Diosa Maranta, ya he vaciado los mares y he parado un volcán. ¿Qué más tienes para mí? —dijo Hércules regodeándose.
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—¿Te crees muy listo y muy fuerte, eh? Ahora debes cortar un millón de cebollas por la mitad, sin derramar ni una sola lágrima.
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Para ello, colocaré dos pequeños recipientes de cristal bajo tus ojos y pegados a tu piel, que recogerán cualquier gota que caiga.
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Deberás cumplir el trabajo antes del próximo amanecer, o si no, serás mi esclavo de por vida.
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Comentó con voz agresiva Maranta.
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Hércules salió dispuesto a completar su tarea. Estaba tramando un plan para conseguirlo, tal como había hecho antes.
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Pediría ayuda a Tomatino, dios de la comida
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Y cortaría esas cebollas como si de untar mantequilla se tratase
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Al llegar a la casa del dios, se dirigió a este con autoridad
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Dios Tomatino, debes ayudarme a completar una misión
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¿Y por qué debería yo hacer eso?
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Entonces, la conciencia de Hércules, que era conocida por todos como Norciencia, habló así
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No te rebajes rogándole, chantajeale
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Dios Tomatino, ayúdame, te lo ruego. Si no lo haces, acabaré con todos los peces del mundo. Ya he vaciado los mares y no tardaré en dejarte sin pescado.
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Sucia sabandija. ¿Qué es lo que quieres, perverso piojoso?
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Que un millón de cebollas no sean capaces de hacerme llorar. ¡Tráemelas!
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Solo eso. Está bien.
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Tomatino se fue para traerle a Hércules un millón de cebollas antilloros
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Poco después, el héroe ya estaba afilando su espada y preparándose para cortarlas con máxima rapidez
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Aunque al principio parecía fácil, cuando ya llevaba cien mil cebollas comenzó a cansarse
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Eres un inútil, nunca conseguirás cortar tantas cebollas si te quedas parado
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Decía Norciencia
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¡Cállate!
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Dijo Hércules dándose pequeños golpes en la frente
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Con esa espada tardarás días en terminar esta tarea.
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Entonces decidió no tirar la toalla y se le ocurrió un nuevo plan.
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Hércules construiría un enorme cortador al que con una catapulta lanzaría cebollas de 100.000 en 100.000
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que quedarían colocadas gracias a la ayuda de las enormes manos del dios Tomatino.
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En cada puño cabrían sin problema 50.000 cebollas.
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Tardó media hora en construirlo y su plan resultó magnífico.
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magnífico. Lanzaba cien mil, luego otras cien mil, y en una hora ya había acabado. Todo fue un éxito.
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Hércules regresó a la isla contento. Solo le quedaría una última prueba y por fin sería libre.
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Ya he terminado mi tarea. Su voz retumbó por todas las paredes de la sala y entonces la diosa
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Maranta salió de entre las sombras. No has derramado ni una lágrima. Déjame ver los recipientes de tus
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ojos, dijo mientras se acercaba a él. Cuando se dio cuenta que estaban vacíos, soltó un alarido
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desgarrador, pues no tenía ninguna esperanza de que lo fuera a lograr. Bien, tu última prueba te
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será asignada mañana. Puedes retirarte. Así, Hércules se fue tranquilo a descansar. A la mañana
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siguiente, inquieto, fue a buscar a la diosa. Estaba muy impaciente por saber de qué se trataría su
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última prueba. Estoy listo. Comentó algo nervioso. Esta prueba será distinta a las demás. Después de
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pensarlo mucho, he decidido que, para ganarte tu libertad, deberás engañar a un dios. No podía
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imaginar la diosa Amaranta que sería ella la engañada. Hércules tenía la idea perfecta. Le
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pediría a Écate, diosa de la mentira, que ante los ojos de Amaranta se mostrase como su amada esposa.
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Al instante, emprendió el camino hacia la morada de la funesta diosa.
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Disculpa por interrumpir tu valioso tiempo, pero necesito tu ayuda, diosa Hecate.
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¿Qué es lo que quieres de una diosa como yo? Me extraña que vengas hasta mí teniendo tantas tareas que terminar, dijo Hecate con voz burlona.
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Ya he terminado todas mis tareas. Esta es la última y la más importante. Por eso estoy aquí, comentó alzando su espada.
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Me intrigas. Dime qué necesitas.
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Quiero engañar a la diosa Amaranta, y para ello necesito que me transformes en su esposa.
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¿Y qué conseguiré yo a cambio?
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La diosa alzó una ceja, interesada por lo que Hércules le daría como recompensa.
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Si consigo la libertad gracias a tu ayuda, te traeré las pócimas que usa Amaranta para mantenerse bella eternamente.
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Con una gran sonrisa, de oreja a oreja, Hecate asintió ante la propuesta
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E inmediatamente transformó a Hércules en la delicada esposa de Amaranta
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Hola cariño
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Dijo Hércules al entrar por la puerta
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Por fin has vuelto, llevo días esperándote
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Debo pedirte un favor, querida mía
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Dime cielo, haré lo que sea por ti
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Necesito que quites los maleficios que he podido coger en mi camino
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Pues así lo haré
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Amaranta comenzó a limpiar los males de Hércules, incluso el reciente hechizo de Hecate, y así vio a Amaranta como su amada se transformaba en Hércules.
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¡Traidor! dijo gritando.
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¡He cumplido todas mis tareas! ¡Ahora soy libre!
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Dejando atrás la isla, Hércules le dio lo pactado a Hecate y felizmente volvió a su libertad.
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- Subido por:
- M.pilar L.
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- Fecha:
- 4 de abril de 2022 - 19:20
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- Centro:
- IES ORTEGA Y GASSET
- Duración:
- 11′ 37″
- Relación de aspecto:
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