LA CEBRA CAMILA - Contenido educativo
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Hola. Dentro de este calendario de adviento tan especial que se está llevando a cabo en el cole,
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hoy me toca a mí contar el cuento.
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He elegido la cebra Camila. Espero que os guste tantísimo como me gusta a mí.
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La cebra Camila.
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Allá, donde se acaba el mundo, en el país donde da la vuelta el viento,
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vivía una pequeña cebra llamada Camila.
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Como en aquel lugar el viento era tan travieso,
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Camila tenía que andar con mucho cuidado para no perder su vestimenta.
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su madre le decía siempre que no saliera de casa sin calzones ni tirantes pero camila cada día era más grande y los tirantes y los calzones ya empezaban a molestarle
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camila soñaba con acostarse en la hierba sin aquellas prendas tan ajustadas también soñaba que el viento la llevaba rodando por los campos
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Un día Camila salió de casa sin atender a los consejos de su madre y ¿qué fue lo que pasó? Pues
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que por arte de los malos vientos dejó de ser una febra listada y se convirtió en algo parecido a
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una mula blanca con camiseta de rayas. Al verse así, blanca y desarrapada, Camila se echó a llorar.
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Camila lloró siete lágrimas de pena por las rayas perdidas. Después se quedó pasmada mirando para
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una serpiente que estaba mudando la camisa. ¿Por qué lloras? le preguntó la serpiente. Porque el
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viento bandido se ha llevado las rayas de mi vestido, respondió ella sollozando. Acércate,
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te daré un anillo para que lo pongas en tu pata, dijo la serpiente, que parecía guardar muchos
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secretos. Camila siguió andando con un anillo en la pata y un poco menos de pena. Se le cayeron
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seis lágrimas por las rayas que le faltaban. Después se quedó pasmada mirando para un caracol
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que asomaba los cuernos al sol. ¿Por qué lloras? le preguntó el caracol. Porque el viento bandido
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se ha llevado las rayas de mi vestido, respondió ella sollozando. Acércate, me subiré a tu panza
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y trazaré alrededor una rayita de plata que te irá que ni pintada. Camila siguió caminando con un
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anillo en la pata, una rayita de plata y un poco menos de pena. Como estaba preocupada sintió ganas
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de llorar y derramó otras cinco lágrimas. Después se quedó pasmada contando los colores
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del arcoíris. ¿Por qué lloras? le preguntó el arcoíris. Porque el viento bandido se ha llevado
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las rayas de mi vestido, respondió ella sollozando. Acércate, te echaré un remiendo azul, fresquito
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como una seda de primavera. Camila siguió andando con un anillo en la pata, una rayita de plata,
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un lindo remiendo azul y un poco menos de pena. Salpicó cuatro lágrimas más por las rayas que
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le faltaban. Después se quedó pasmada mirando para una araña que estaba bordando un paño.
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¿Por qué lloras? le preguntó la araña. Porque el viento bandido se ha llevado las rayas de mi
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vestido, respondió ella sollozando. Acércate, tejeré para ti una puntilla de tul y tu traje
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será más elegante. Camila volvió a ponerse en camino con un anillo en la pata, una rayita de
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plata, un lindo remiendo azul, una puntilla de tul y un poco menos de pena. Lloriqueó tres lágrimas
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por las rayas que le faltaban. Después se quedó pasmada escuchando a una cigarra que estaba
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tocando una melodía. ¿Por qué lloras? le preguntó la cigarra. Porque el viento bandido se ha llevado
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las rayas de mi vestido, respondió ella sollozando. Acércate, te daré una cuerda de mi violín y
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tendrás un aire musical. Camila siguió andando, con un anillo en la pata, una rayita de plata,
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un lindo remiendo azul, una puntilla de tul, una cuerda de violín y un poco menos de pena. Casi
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llegando a casa, se le saltaron dos lágrimas por las rayas que le faltaban. Después se quedó
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pasmada, mirando para una oca, que cojeaba de una pata porque le apretaba un botín.
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—¿Por qué lloras? —le preguntó la oca. —Porque el viento bandido se ha llevado las
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rayas de mi vestido —respondió ella sollozando. —Acércate. Ataré a tu espalda el cordón de
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mi botín, e iremos las dos mucho mejor. La oca se fue feliz, descalza de la pata que tenía
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espachurrada. Camila ya había andado mucho cuando por fin llegó a su casa con un anillo en la pata,
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una rayita de plata, un lindo remiendo azul, una puntilla de tul, una cuerda de violín,
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un gran cordón de botín y un casi nada de pena. Mamá cebra estaba sentada a la puerta. Camila se
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acercó a ella con una lágrima resbalando en la mejilla. —¿Dónde te habías metido, Camila? No
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te encontraba. —Es que el viento bandido... Mamá cebra hizo como si nada, porque tenía ganas de
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decirle algo muy importante. —Escúchame, Camila, ya estás muy grande, así que va siendo hora de
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olvidar los tirantes y los calzones. Pero al descubrir la lágrima que le escurría de un
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ojito, mamá cebra intentó consolarla. No llores, he trenzado con mis crines una cinta muy larga
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para que adornes tu melena. Camila, que había crecido casi una cuarta, se puso de puntillas y
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le dio a su madre un abrazo grande, grande, sin calzones ni tirantes, y se estiró mucho para
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lucirse aún más y para que su madre la viese bien. Con un anillo en la pata, una rayita de plata,
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un lindo remiendo azul, una puntilla de tul, una cuerda de violín, un gran cordón de botín,
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una cinta en la melena y ni una gota de pena. Espero que la hayáis disfrutado. Un besito.
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- 15 de noviembre de 2021 - 13:01
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