Cuento 11 adviento: "El lobo que quería comerse a Papá Noel".
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Adrián, Natalia y Begoña narran y representan el cuento titulado "El lobo que quería comerse a Papá Noel"
Queridos niños, niñas, hoy os vamos a contar, junto con mis queridos compañeros, Adrián y Natalia, un precioso cuento de Navidad.
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Es de la editorial Edevives y se titula El lobo que quería comerse a Papá Noel.
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Hemos hecho una pequeña adaptación, pero esperamos que os guste.
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Este cuento empieza la noche de vísperas de Navidad.
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Era una noche muy tormentosa, llena de nieve, como solía pasar en invierno
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Aquella tarde, papá Noel había comido mucho y le dolía mucho la tripa
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Se encontraba fatal, fatal, fatal
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Y estaba muy preocupado porque no iba a poder repartir los regalos a los niños
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Entretanto, él, acurrucadito en el sofá de su casa, en el bosque
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detrás de un árbol
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estaba el lobo feroz
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y el lobo pobrecito
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tenía mucha hambre
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y tenía mucho frío
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le castañaban los dientes
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se le caían los mocos
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se le congelaban y el pobrecito no paraba de tiritar
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y entre el hambre que tenía
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y el frío que tenía
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ya no sabía
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entre tanto a lo lejos
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divisó una mancha roja
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De entre lo que podía ver, porque claro, el pobrecito no veía casi nada.
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Y dijo, ya está.
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¡Fantástico!
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¡Fantástico! ¡Pero si es caperucita roja!
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Fíjate, pensó que era caperucita roja.
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Así que se preparó y cuando estaba la mancha roja cerca de él, se abalanzó y se tiró encima de Papá Noel.
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Terrible error
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Terrible error
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Papá Noel, como todo el mundo sabe
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Es muy fuerte, grandote
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Y como para que se le tiren encima
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Y le riñó al lobo
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Pero bueno, a mí qué mal educado
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Estoy esperando una explicación ahora mismo
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El pobre lobo, que no sabía qué decir
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Empezó a tartamudear y a periquear
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Ha sido sin querer
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¿Qué?
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Pero, ¿te está burlando de mí?
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Bueno, bueno, necesito una explicación ahora mismo.
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El lobo pensó que aún sería mucho peor confesarle que con quien realmente lo confundió fue con Caperucita Roja.
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Y que a quien iba a comerse era Caperucita, pero ¿quién iba a osar decirle a Papá Noel que iba a comerse a una pobrecita niña sola y desvalida?
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Así que el lobo empezó a pensar y no se le ocurrió otra cosa que decirle...
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Es que, la verdad, yo te había confundido con un cerdo.
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Y si hubiera sido un cerdo, ¿me habrías comido?
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Un bocadito.
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Bueno, como castigo, tú harás mi trabajo.
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¿Qué? ¿Un trabajo?
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Sí, mi trabajo. Vas a tener que repartir a los niños regalos.
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Y que no se te olvide ninguna chimenea.
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Así que el lobo, sin preguntarle nada al lobo, se lo llevó a su cueva, le plantó su traje de Papá Noel y le dijo, ¡a trabajar!
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Menos mal que, dentro de lo malo, había encontrado un sustituto que iba a poder hacer su trabajo y les iba a llevar a los niños regalos.
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Entonces, en este momento empezó la peor noche que un pobre lobo feroz le podía ocurrir.
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Papá Noel iba volando por sus tejados, papá Noel lobo, iba volando por sus tejados,
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y el lobo iba cogiendo sus cartas y las iba leyendo para saber qué tenía que dejarles.
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Carta de Marina
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Papá Noel, ahora trabajo mucho en el colegio y me porto muy bien.
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Para ir todavía más deprisa, me gustaría tener una bici de montaña roja a roja,
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con 5 velocidades, 3 platos y llantas de carbono.
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Muchas gracias, Marina.
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Pues, Data, no te olvides del casco.
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Sí, porque el casco era muy importante.
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Y en cada carta, los niños le mandaban muchos besitos, muchos mimos, muchos cariñitos, muchos besitos y muy buenas promesas.
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El lobo estaba sin habla, porque había descubierto que los niños eran muy inteligentes y muy astutos, como los lobernos, como iban a buscarle el punto débil.
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Pero en estas que cogí una carta que realmente le llegó al corazón.
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Querido Papá Noel, este año no quisieron regalo para mí, lo quisiera para mi abuelo.
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Una cabritilla y se le escapó a la montaña y ahora está todos los días sentado en un viejo sillón triste mirando a la montaña.
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Por favor, ¿podrías traer una cabritilla blanca a mi abuelo? Gracias, gracias Papá Noel.
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Fue entonces cuando el lobo entre lágrimas cogió una cabritilla de su saco blanca, blanca, blanca y la introdujo en la chimenea con mucho cuidadito de no mancharla porque era blanca.
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Los renos que siempre se habían estado burlando del lobo porque estaba vestido de Papá Noel se conmovieron, se les llenaron los ojos de lágrimas y ya nunca volvieron a reírse del lobo.
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Entretanto el pobrecito lobo seguía muerto de hambre
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Cada vez que tenía que dejarles las chuches a los niños
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Decía me las voy a comer yo
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Pero no se contuvo
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Porque papá Noel les había envuelto todas sus chucherías y sus cositas
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Para que se las diera a los niños
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Luego siguió repartiendo regalos
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Siguió volando con los renos
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hasta que llegó a su guarida, la guarida de Papá Noé,
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y muerto de cansancio se olvidó que tenía hambre y se tumbó.
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El pobrecito me ha dado la tos.
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Es que yo creo que me ha contagiado el catarro, el lobo.
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Así que voy a toser un poco.
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El lobo quedó rendido
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Se durmió
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Papá Noel que pasaba por ahí cerquita
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Lo vio
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Tan dormidito
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Roncando suavemente
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Que se conmovió y le dio mucha pena
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Tanta pena
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Que dijo el bueno
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Quizás he sido demasiado duro con pobre lobo
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Le voy a preparar una sorpresa
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Así que ¿qué sorpresa le preparó?
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pues le preparó una gran comilona para que nunca olvidara esa fantástica noche que habían pasado juntos.
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Y desde aquel momento, Lobo y Papá Noel siempre pasan alguna noche juntos cenando.
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Y el Lobo se volvió tremendamente bueno.
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Y ya, sin más, este cuento se ha acabado.
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Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Y queremos haceros un deseo entre los tres.
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¿Qué les decimos a estos chicos?
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¡Feliz Navidad!
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Portaros bien porque puede que Papá Noel o el lobo os traigan regalos.
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¡Hasta luego!
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- 26 de noviembre de 2020 - 22:31
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