La Guerra de Troya - Contenido educativo
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La Guerra de Troya
En el siglo XIII a.C. existía una ciudad de la que os cuento ahora mismo.
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Sus penas, sus alegrías, sus guerras, sus insabores, sus dioses, sus diosas, su gente, sus odios y sus amores.
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Estoy hablando de Troya, ciudad de Asia Minor. En ella hubo una guerra que unos 100 años duró.
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Según cuenta la leyenda, cuando estaban celebrando su boda, Peleo y Tetis de repente recordaron.
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¡Queridísimo Peleo! ¡Ay, qué disgusto! ¡Qué tonta! Solo le invitaron a nuestra diosa a discordia.
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Mira, Tetis, no exageres. No creo que sea para tanto.
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Sin tu presencia no hay desorden ni maltrato.
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Jopelines, Jopelines, ya verás cómo se enfada, ya verás cómo se le una gorda, ya verás cómo nos trata.
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¡Qué bonito! ¡Qué detalle, no tiene limitación!
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Esto me ha llevado a la alma. Ha sido hecha traición.
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Perdona, Disky, perdona. No lo dice a mala uva.
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Invita a todas las diosas. Solo me olvidé de una.
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Vaya cabeza la tuya. Esto no se quedará así.
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Toma, chicas, mi matana. Leer lo que pueda ir.
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¡Qué seguro! ¡Yo la quiero!
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¡Esta era! ¡No sea lista!
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Déjame ver lo que pone.
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Atenea, Atenea, mira que eres coqueta. Si no te pones las gafas, es difícil que lo leas.
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Esta manzana de oro, tan tiesa y poco jugosa, viene grabada y nos dice, para ti la más hermosa.
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Ese premio es para mí. ¿No veis lo bella que está?
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¿Serás tonta y presumida? Mira tu belleza hoy.
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¡Que soy fea! ¿Eso has hecho? ¿Te has mirado al espejo? ¿Sos fea? ¿Re que te fea?
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Te pareces un cangrejo.
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Mirad que sois presumidas, mirad que sois horrorosas
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Este premio es para mí, pues yo soy la más hermosa
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¿Oyes lo que dice Afro?
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¿Premio vosotras?
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Ninguno
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Pero si quieres unos ojos que parecen de beso
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Basta chica, haya paz
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Como no quiero, eh, como no quiero ver a Follón
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Voy a traer un juez que me mola mucho
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Es cierto, se llama Paris
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Es de Troya, un guapero
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Muy buenas, mis queridas diosas
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Es difícil la elección, sois divinas, sois hermosas, hay que ver qué problemón.
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Pues yo soy él, ahí si me dices, pues soy todo un bellezón, yo te haría a ti ser muy rico, un ricachón.
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Quita, quita, no hagas más. Si me dices a mí que convertiré en un guerrero famoso, no soy la que lo dice, es perder.
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Ateneas en búsqueda, tienes que elegirme a mí. Si lo haces te daré algo que te haga feliz.
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Buscaré entre las mujeres la más bella de este mundo y cuando la encuentre irá a tu lado en un segundo.
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Después de ir a las tres, tengo que dar la edición. La más guapa es Afrodita, la más bella, la mejor.
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Gracias, Padis, muchas gracias. Es para mí un gran honor haber sufrido la prueba. Te devolveré el favor.
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Preguntando, preguntando, Afrodita averiguó que en Esparta se encontraba Elena, una belleza, un primor.
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En un lujo de Sabagel parte París hacia Esparta. El pobre no soporta el mar, no lo soporta Esparta.
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Y cuando allí desembarca, le recibe en Menelao, junto con su esposa Elena, que lo ve muy mareado.
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El monarca le recibe con su corte y con afecto. En medio de tantas fiestas, París no olvida el proyecto.
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Su proyecto es agradar a Elena con sus miradas, sus obsequios, sus palabras de persona enamorada.
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Elenita, esposa mía, de ti pronto he de alejarme. He de resolver el greto, un asunto importante.
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París, solo junto a Elena, le contó todo aquello que guardaba muy dentro del corazón.
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Oh, querida, yo te amo. ¿Cuánto te amo me aboro? Vente conmigo hacia Troya. Vámonos juntos los dos.
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¡Oh, París, contigo iré, si quieres, al fin del mundo! ¡Uy, la que se va a liar! ¡Yo lo veo todo muy chungo!
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Al regresar Menelao conoce lo sucedido. Todo el mundo se estremece cuando oye sus gemidos.
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¡Maldito París, maldito! ¡Esto no quedará así! ¡Vamos, chicos, a por Troya! ¡La tenemos que destruir!
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Todos los reyes vecinos se unieron al reingador. Entre todos decidieron que mandasen a Menón.
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Menelao, querido hermano, entre todos vengaremos la locura de Troya no si conseguimos movernos.
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Y es que el mar nos advierte, ni mucho ni poco viento, pasaron semanas y meses y siguen sin movimiento.
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Esto es raro, muy, muy raro. Por eso le pediremos a Calcas para ver si nos movemos.
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Dinos, Calcas, ¿qué sucede? ¿Por qué no hay olas ni viento?
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Es necesario de aplacar de Artemis a su margenio.
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A Gaminón le mató en una gran cacería. Una cierva consagrada para Dios también seguía.
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Y ahora ella a cambio pide un horrible sacrificio
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Que Ifigenia, tu hija mala, sea inmolada
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¡Nada de eso! ¡Nada de eso!
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¡Mi hija no será decapitada!
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¡Estáis locos! ¡Muy, muy locos!
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¡Ella no será inmolada!
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Porfa, Hagan, no hagas eso
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Porfa, Hagan, piensa en todo
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No seas exagerado
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Mira que eres listo, Ayax
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Como no te toca a ti, lo mismo le digo a mi querido hermanito
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Bueno, me habéis convencido
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Voy a llamar a Ifigenia
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No sé si querrá venir
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Es una chica muy seria
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Infigenia fue llamada al ladito de su padre. Se la llevan con mentiras de la espalda de su madre.
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Le dijeron que Aquiles la quería como esposa. Ella muy emocionada fue al campo muy gozosa.
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Le duró un poco la dicha, pues al llegar se enteró que de buena adena toda mentira quedaba.
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¡Padre, por Dios se lo pido! ¡Yo no quiero morir! ¡Soy joven, muy hermosa! ¡Porfa, déjame vivir!
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Pero pensando despacio en los triunfos de los suyos, decide a murir sin nada, morir, morir con orgullo.
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Cae el castillo en su cabeza con una bella corona, le pide que se arrodille y es su perdón lo que implora.
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Cae el hacha y todos ven que un buen golpe ha sido dado, pero en ese mismo instante Ifigenia ha volado.
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Ni rastro en su persona más ahora en su lugar, hay una cierva estupenda de belleza excepcional.
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Este nordigio favorece el favor de los griegos, además el viento sopla a favor de sus deseos.
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Se hacen todos a la vela y toda se ve sitiada
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Por millones de soldados que quieran verla humillada
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Soy Héctor, hijo del rey
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Defenderé con honor a Troya y los troyanos de esta grave invasión
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París, tú eres un valiente
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Ve y defiende a tu amada
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Pero aquí te haces a pie de lo pardo que me espanta
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París avanzó despacio, disfrazado y con espada
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Pero al ver a Menelao, huyó a la desbandada
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¡Qué vergüenza! ¡Un cobardico en mi reino!
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Vete a luchar y no vuelvas a no ser que sea cargado de premios
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Afrodita viendo esto auxilió a su protegido
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Y lo volvió en una nube para que no fuese herido
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En el bando de los griegos destacaba a un gran guerrero
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Su cuerpo era inmune a la flecha de los meneos
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Soy Aquiles, gran guerrero
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Y no hay en el mundo mejor
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Solo tengo un punto débil, muy débil es mi talón
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Ante los muros de Troya desplegó su gran valor
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Como parte del botín a Briseida se llevó
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Era hija de Briseo, una joven cautiva.
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Su talento, su juventud, es lo que a Aquiles cautiva.
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¡Lopito, estoy por tus huesos, Briseida mía!
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¡Qué ojos, qué caballera! ¡Por ti daría mi vida!
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Agamenón, muy soberbio, muy tirano y caprichoso, se apodera de Briseida, pese a su nombre envidioso.
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¡No! ¡No! ¡No!
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Aquiles, muy estrajado, portaba la ofrenda, curó en los peleas con los griegos y en sus tiendas se enterró.
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Agamemnon lo pensó y reconoció su error. Le pidió perdón a Aquiles, pero éste se negó.
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Patroclo, su fiel amigo, hizo lo mismo que él. No apareció en las batallas nunca más se dejó ver.
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Los griegos fueron a Verde.
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Por favor, ayúdanos. Solo un día.
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Aquiles, déjame el casco, tu coraje y espada. Los trullanos se prenderán la retirada.
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En efecto, los trullanos asustaron enseguida.
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¡Ha vuelto Aquiles, ha vuelto! Gritaban mientras huían.
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Patróculo leía todo lo que ante él se ofrecía. Héctor bajando del carro, lucha contra un gran malentío.
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Patróculo pierde su canto, su coraje y sus manos. Héctor se lanza hacia él, se atraviesa y lo mata.
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Patróculo, querido amigo, te han matado los troyanos. Tu muerte debe enganar con mis armas y con mis manos.
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Toma sus armas y entonces retrocede los troyanos. Solo Héctor no abandona, la espada tiene en mano.
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Es un formato feroz, entre dos grandes guerreros. Aquiles enfrenta a Héctor, ambos luchan cuerpo a cuerpo.
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Aquiles lucha con lanza, Héctor con espada. Como no tiene coraza, su pecho es un aviario.
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Aquiles clava su lanza en el pecho del trabiano, Héctor le da por el suelo con su espada en la mano.
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Primo, tu hijo ha muerto, no le darás sepultura, ataré su cuerpo al carro por los pies y por la cintura.
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Aquiles, tengo pasión, quiero enterar a mi hijo. Entrega su cadáver, por favor, te lo suplico.
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Aquiles, compadecido, entregó el hijo a su padre. Cantos lúgubres sonaron de la boca de su madre.
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Poquito tiempo después, Aquiles se enamoró de una princesa toriana y su mano le pidió.
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Príamo, vengo a pedir la mano de Polisena. Espero que me la concedas, quiero casarme con ella.
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Cerca del altar nupcial fue herido del talón con una flecha de parís que con acero disparó.
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¡Por los dioses de la Olimpo! ¡Me he herido mi talón! ¡Me muero! ¡Es mi punto débil! ¡Ya me tiene solución!
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París, en otros combates acabamos malheridos. Una flecha envenenada terminó con sus delirios.
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Después de unos cuantos años de sitiar a la ciudad, todos los soldados griegos quieren irse del lugar.
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A Odise se le ocurrió una gran idea, construir un gran caballo, un gran caballo gigante.
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¡Vamos, querido valiente! Entraremos en su vientre. De todos los que estamos, unos 300 guerreros.
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Ocultaremos las naves, pensarán que nos rendimos
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Recogerán el caballo que sus enemigos han hecho
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Metieron en la ciudad muy cortitos el caballo
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No pensaron quiénes fueron, los griegos hacían el daño
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Se negaron a la victoria con cantos, bailes y vino
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Y cuando llegó la noche se quedaron todos muy dormidos
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Los griegos aprovecharon para abrir las puertas de Troya al resto de sus hermanos
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Cuando todos estuvieran dentro de la ciudad
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Ganaron los troianos y se fueron del lugar
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Troya quedó destruida
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Elena fue perdonada
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volvió junto a su marido
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diciendo que aún la amaba
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y aquí se acaba esta historia entre griegos y troyanos
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nos ha costado ensayarla
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aplaudo si te ha gustado
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- Laura P.
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- 24 de abril de 2024 - 13:42
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