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Video Certamen Literario 2022 - Contenido educativo
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Estoy esperando en el andén del metro. Por culpa del trabajo siempre llego tarde al tren que pasa tan solo un minuto y medio antes de que yo llegue.
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Aún le quedan seis minutos al que siempre cojo. Me encuentro muy cansado, por lo cual seis minutos para mí se hacen tres horas.
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Hoy fue un día muy duro en el trabajo y encima siempre quedo solo en esta estación, lo cual me provoca escalofríos.
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He leído y me han contado cosas muy extrañas de este andén de la estación de Villa de Vallecas,
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Pero por suerte, llevo cinco años pasando por aquí y nunca me ha pasado nada.
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Espero que siga siendo así, ya que le tengo mucho respeto al más allá y a los espíritus.
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Aunque, por cosas del destino, nunca he tenido experiencias paranormales.
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Mientras estoy pensando en qué voy a cenar, veo de fondo que viene una persona.
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Va de negro completamente y tiene algo extraño en la mano, que no consigo distinguir por la lejanía.
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Me aburre bastante esto de estar solo en un andén vacío. Me hace fijarme en las pocas personas que pasan.
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Quedan aún cinco minutos para que llegue el metro.
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Ahora cruza por delante de mí una chica.
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Es curiosa, anda como de puntillas y parece ensimismada en sus pensamientos.
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Llevaba yo un tiempo sin entrar en el metro de Vallecas, y no lo voy a negar.
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Una parte de mí sigue con ese temor de volver a encontrarte.
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Ha pasado bastante tiempo desde aquella última vez, pero aún en mi mente sigue pareciendo que fue ayer.
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Siempre había oído aquello de el primer amor nunca se olvida,
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Aunque siempre pensé que era una idea más bien sacada de las típicas películas románticas de Hollywood,
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que nos intentan vender esa idea de un amor prácticamente perfecto.
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Pero supongo que no puedo continuar con ese argumento, ya que resultó que la frase tenía razón.
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Yo añadiría algo más, y es que el primer amor nunca funciona, tampoco se olvida, pero siempre aprendes de él.
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A mí me llevó un tiempo llegar a esa conclusión.
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Tuve que pasar por muchas fases antes de conseguirlo, y aún sigo con la duda de si realmente lo he hecho.
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Recuerdo que todo empezó un verano en aquella pequeña plaza, con ambos siendo bastante jóvenes y relativamente inexpertos en estas situaciones,
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llenos de inseguridades e ilusiones por igual.
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Yo, en ese entonces, era una persona muy diferente, bastante fría y distante con la mayoría de las personas,
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mientras tú siempre ibas con esa sonrisa que te caracterizaba y esa actitud tan abierta y amigable.
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Tuvieron que pasar unos meses y varios intentos de tu parte para al fin conseguir mantener una conversación fuera del
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¡Hey! ¡Hola! conmigo.
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Pero lo conseguiste, y de alguna manera, poco a poco, se fue consolidando lo que en un principio sería una amistad.
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A veces, no puedo evitar preguntarme cómo habrían sido los hechos si solo nos hubiéramos mantenido como amigos,
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aunque obviamente, en una realidad imposible a estas alturas.
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Ya en diciembre, la situación era diferente.
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Con el invierno había comenzado nuestros sentimientos y al fin, una noche decidimos ser sinceros.
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Todo parecía idílico. El sueño de encontrar a alguien con tanto en común y con sentimientos recíprocos se habían hecho realidad para ambos.
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Parecía que nada lo había podido arruinar, salvo nosotros mismos.
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Un día, tras salir de tu casa, me acompañaste hasta el metro y durante el camino salió de ti la frase.
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Esa tonta frase que me destrozó en un segundo
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Ya no siento lo mismo, dijiste
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Y no supe cómo reaccionar
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Me había quedado bloqueada
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Y lo máximo que pude hacer fue decir
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Vale, no pasa nada
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Aunque no era lo que realmente sentía
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Entré en el mismo metro donde estoy ahora
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Completamente confundida
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Y así pasé las siguientes semanas
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En mi cabeza todo eran dudas
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Y de algún modo siempre acababa culpándome
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Lo cual, muy a mi pesar
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sigo haciendo bastante menudo de lo que debería.
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Habíamos seguido en contacto, lo cual me complicaba aún más el proceso de pasar página,
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aunque tú ya lo habías hecho.
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Conociste a alguien, pero fuiste incapaz de decírmelo,
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y simplemente te alejaste mientras en mi cabeza rondaba un
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¿qué tiene ella que no tenga yo? sin respuesta alguna.
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No conseguía entender cómo alguien podía querer, quererte y de repente no sentir nada por ti,
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hasta que caí en la cuenta de un detalle que había olvidado hasta ese momento.
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Y es que no fue de un momento a otro. Me había cegado. Nunca había sido algo tan perfecto como creía.
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No solo había idealizado toda la relación de forma inconsciente, sino que además me había enfocado tanto en comprender mis propios errores
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que no me había fijado en los tuyos. La mala comunicación combinada con una falta de sinceridad de tu parte
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había causado una brecha imposible de rezanar. Y al enterarme de tu nueva relación me sentía dolida y engañada.
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Pero sobre todo, decepcionada
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Porque no había sido capaz de mantener una conversación conmigo para aclarar todo esto
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Ese fue el momento en el que decidí por fin alejarme de ti
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Con el paso de los meses conseguí perdonarme poco a poco
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Aunque perdonarte se hizo mucho más complicado
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Ya que nunca llegué a conseguir aquella conversación que tanto anhelaba
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Para al fin comprender en su totalidad y cerrar ese ciclo
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Pero aquí estás otra vez, en el mismo lugar de siempre
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Han tenido que pasar siete años y muchas experiencias de por medio para volver a encontrarnos, esta vez más duros y siendo perfectamente conscientes de nuestros actos.
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Aún sigues con esa sonrisa que te caracteriza y esa actitud tan abierta y amigable, pero esta vez no.
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La chica, ensimismada, que anda como de puntillas, parece murmurar algo.
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Creo que ha dicho, esta vez no, pero no estoy seguro. Bueno, aunque hablan alto, aparentemente parece más normal que la persona que está de negro completamente. Así que eso me alivia un poco, porque no me sentía del todo seguro. Además de la persona de negro y la chica, ahora entra un hombre de mediana edad con gafas de pasta. Claramente, es Ned Flanders. Al menos de momento esta vez en la otra punta del andén, haciendo cosas muy antinaturales con las manos.
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Me llama mi madre. Siempre me llama a estas horas, aunque yo le digo que no se preocupe, que se duerma, ya que es tarde.
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Pero así son las madres. Por mucho que le diga que no hace falta, que me llame, ella lo seguirá haciendo.
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Al menos con sus llamadas me siento acompañado en una espera eterna para llegar a casa.
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Cuando estoy a punto de colgar a mi madre, veo como el de negro empieza a apuñalar a Ned Flanders.
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Del susto se me cayó el móvil a las vías del tren. Estoy en shock, la respiración aumentado y mi corazón va a mil. No sé cómo actuar ni qué hacer mientras el de negro viene directamente hacia mí con el cuchillo sangretado. Quedan cuatro minutos para que llegue el tren. Se oyen sonidos de fondo. Hijo, ¿estás bien? No te escucho.
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Cuando le quedan pocos metros para que llegue a mí, mi cuerpo empieza a responder a mi cerebro
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Mis piernas empiezan a correr
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Así que me meto por el túnel y al lado izquierdo veo un hueco, parece que hay una puerta
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He cogido bastante ventaja a la persona de negro y espero que haya dejado de seguirme
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No he llegado a despedirme de mi madre y eso sería lo peor
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Así que esta noche no voy a morir
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Entro por la puerta que había
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Me extraña que estuviera abierta, pero mejor, eso me ha salvado de momento
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Detrás de la puerta hay un largo pasillo, voy corriendo a toda mecha
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Veo a la derecha un cartel gigante de un hombre que mira por la ventana
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Me ha parecido un anuncio publicitario, pero no estoy seguro
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Y no puedo parar de correr para verlo
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Pero inmediatamente esa imagen lleva a mi mente a un relato sobre un hombre ucraniano
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Que leía hace algo menos de un mes en internet
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¿Qué le habrá pasado a ese hombre?
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Me pregunto mientras acelero más y más la marcha
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Lejos de Madrid, exactamente a 3.632 kilómetros, en Kiev
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Un hombre mira por la ventana
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Mirando por la ventana, veía los copos de nieve caer majestuosamente sobre la calzada. Mis ojos
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se deleitaban con la gracia de sus ligeros movimientos mientras se colocaban unos encima
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de otros formando una fina capa que cubría el suelo. Todos los inviernos por la mañana,
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me sentaba al lado de esa ventana y observaba a la gente caminar dejando huellas sobre aquella
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fina capa, al igual que hacía mi padre. Siempre lo observaba ensimismado mientras se tomaba su
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taza de café y me acercaba a él para que me sentase en su regazo y me contase historias de
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cuando era pequeño. Ahora era mi hija la que me miraba y era yo el que la sentaba sobre mi regazo
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tomando mi taza de café. Le contaba historias de cuando era un niño y ella escuchaba con curiosidad
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preguntándome por cada pequeño detalle, al igual que hacía yo con mi padre. Esos pequeños momentos
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del día eran los más sencillos, pero también los que más felicidad me causaban. Me veía a mí mismo
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en ella, sus pequeños cabellos rubios y rizados, sus preciosos ojos azules y esa sonrisa de oreja
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a oreja que me daba fuerzas para continuar. Era en ese diminuto instante en el que sentía que todo
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mi trabajo y todo mi esfuerzo merecían la pena sólo para volver a ver otro amanecer, mirando por
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aquella ventana y observando a mi hija, ansiosa porque le contase otra historia. Ha pasado un mes
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desde la última vez que vi esos pequeños ojos curiosos mirándome. Ella se había ido junto con
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la familia de su madre a otro país. Ahora lo único que me daba fuerzas para seguir
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era la esperanza de volver a verla y volver a contarle aquellas historias, mirando por
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nuestra ventana. Mi esperanza se desvanecía al mismo tiempo
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que mis ojos entrecerrados se observaban por aquella ventana de la tienda de campaña a
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la cual me habían arrastrado. Los copos de nieve que caían del cielo pasaron a ser cenizas
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que salían de los edificios en llamas. El pitido de mis oídos atenuaba los gritos de
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dolor de mis compañeros tumbados en las camillas de mi alrededor. Aquella hermosa ciudad llena de
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vida pasó a ser una ciudad fantasma, donde la gente perdía la vida defendiendo aquello a lo
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que amaba. La misma ciudad que me vio nacer y crecer ahora me veía morir, mientras que mi mente
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proyectaba una y otra vez la misma imagen. Sentía en mis mejillas las lágrimas que salían de mis
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ojos enrojecidos. Mi vista se tornó borrosa, pero seguía viendo aquella imagen nítida y claramente,
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mientras mis sentidos se embotaban y la sensibilidad de mi cuerpo desaparecía.
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Los gritos cesaron. Las cenizas volvieron a ser copos de nieve.
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La ventana de la tienda de campaña pasó a ser mi ventana, y ahí estaba ella, mi esperanza,
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mirándome como si nada hubiese cambiado.
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Mi mente vuelve de golpe a la situación de pánico. Sigo por el pasillo recto durante unos minutos.
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Veo la salida a pocos metros. La salida del pasillo lleva a más vías de tren y otros andenes que no había visto en mi vida. Miro por todos lados para ver si hay alguna salida, algún escondite, pero no hay nada. Me pregunto, ¿cómo no hay salida alguna? Si en todas hay salida. ¿Dónde me he metido? ¿En qué estación estoy? No hay nada. Solo los dos túneles correspondientes con sus andenes.
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Me fijo que hay un letrero donde pone que el metro llega en un minuto
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Subo al andén y voy a coger este metro
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Por la desesperación de que una persona con un cuchillo me está siguiendo
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Ya está, llegando, lo escucho
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Veo como asoman las luces atravesando el túnel
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Por fin está aquí, por fin estoy a salvo
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Me subo al tren, levanto la mirada y no puede ser
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Todos los pasajeros de este tren están completamente de negro con un cuchillo
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- Idioma/s:
- Autor/es:
- CEPA Distrito Centro
- Subido por:
- CEPAPUB DISTRITO CENTRO
- Licencia:
- Dominio público
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- Fecha:
- 23 de mayo de 2022 - 15:53
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- CEPAPUB DISTRITO CENTRO
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