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DÍA DEL LIBRO - Contenido educativo
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Yendo una tardecita de paseo por las calles de la ciudad, vi en el suelo un objeto rojo. Me bajé. Era un sangriento y vivo corazón que recogí cuidadosamente. Debe de habersele perdido a alguna mujer. Pensé al observar la blancura y delicadeza de la tierna viscera, que al contacto de mis dedos palpitaba como si estuviese dentro del pecho de su sueño.
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Lo envolví con esmero dentro de un blanco paño
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Lo abrigué, lo escondí bajo mi ropa y me dediqué a averiguar quién era la mujer que había perdido el corazón en la calle
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Para indagar mejor adquirí unos maravillosos anteojos que permitían ver a través del corpiño de la ropa interior de la carne y de las costillas
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Que por eso, relicarios, que son el busto de una santa y tienen en el pecho una ventanilla de cristal, el lugar que ocupa el corazón.
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Apenas me hube calado en los anteojos mágicos, miré ansiosamente a la primera mujer que pasaba.
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Y oh, asombroso, la mujer no tenía corazón.
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Ella debía de ser, sin duda, la propietaria de mi hallazgo.
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Lo raro fue que al decirle yo cómo había encontrado su corazón y lo conservaba a sus órdenes, de si gustaba recogerlo, la mujer indignada juró y perjuró que no había perdido su pelero.
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En vista de la terquedad de la mujer, la dejé y me volví hacia otra, joven, linda, seductora y alegre.
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Dios santo, en su blanco pecho vi la misma oquedad, el mismo agujero rosado, sin nada allá adentro, nada, nada, tampoco está tenía corazón, y cuando le ofrecí respetuosamente el que yo llevaba guardadito, menos aún lo quiso admitir, alegando que era ofenderla de un modo grave suponer que o le faltaba el corazón, o era tan descuidada que había podido perderlo así en la vía pública sin que lo advirtiese.
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Y pasaron centenares de mujeres, viejas y mozas, lindas y feas, modernas y pelirrubias, melancólicas y vivadachas, y a todas les eché los anteojos, y en todas noté que del corazón solo tenían el sitio, pero que el órgano o no había existido nunca o se había perdido tiempo atrás.
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Y todas, todas sin excepción alguna, al querer yo devolverles el corazón de que cadecían, negabanse a aceptarlo, ya porque creían tenerlo, ya porque sin él se encontraban divinamente, ya porque se juzgaban injuriadas por la oferta, ya porque no se atrevían a arrastrar el peligro de poseer un corazón.
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Iba desesperando de restituir a un pecho de mujer el pobre corazón abandonado, cuando, por casualidad, con ayuda de mis prodigios lentes, acerté a ver que pasaba por la calle una niña pálida, y en su pecho, por fin, distinguí un corazón, un verdadero corazón, de carne, que saltaba, latía y sentía.
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No sé por qué, pues reconozco que la prueba de presentarle el que habían desechado todas
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Y aquí que la niña en vez de rechazarme como los demás
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Abrió el seno y recibió el corazón que yo en mi fatiga iba a dejar otra vez caído sobre los guijarros
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Enriquecía con dos corazones
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La niña pálida se puso mucho más pálida hoy
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Las emociones por insignificantes que fuesen las extremacias hasta la médula
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Los afectos vibran con ella, con fuerte intensidad, la amistad, la compasión, la tristeza, la alegría, el amor, los celos.
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Todo era en ella, profundo y terrible.
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Y la muy necia, en vez de resolver a suprimir uno de sus dos corazones, o los dos a un tiempo,
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diría que se complacía en vivir doble vida espiritual, queriendo gozándolo y sufriendo por complicados,
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sumando impresiones de esas que bastan para extinguir la vida.
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La criatura era como vela encendida por los dos cabos, que se consume en breves instantes, y en efecto se consumió, encendida que en su lecho de muerte, de vida y tan demarcada y delgada que parecía un pajarito, vinieron médicos y aseguraron que lo que arrebataba de este mundo era la ruptura de un anisurrima.
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Ninguno son tan torpes, supo adivinar la verdad
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Ninguno comprendió que la niña se había mordido por cometer la imprudencia de herasilo en su pecho a un corazón perdido en la calle
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- Tic ies juliopalacios sansebastian
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- 24 de abril de 2021 - 16:41
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- Público
- Centro:
- IES JULIO PALACIOS
- Duración:
- 05′ 07″
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- 1.78:1
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