Video Adriana D - Contenido educativo
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La misión de los diez deditos, escrito por Roser Sabater, que es una compañera, es una podóloga compañera.
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Había una vez en el universo del cuerpo humano los pies y diez deditos.
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Dos eran gemelos, el resto parientes, uno era más largo, otro encogido, los pequeños escondidos y los cuartos bien puestos.
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No tenían nombre, pero iban numerados.
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El primero, el segundo, el tercero, el cuarto y el quinto
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Aunque el primero y el quinto tenían el privilegio de llamarse dedo gordo y dedo meñique del pie
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Los deditos eran muy originales y viajeros
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Los primeros, si eran largos, muy largos, más que el resto y algo presumidos
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Porque siempre miraban hacia arriba
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Es porque procedían de Egipto
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Y solemnemente a todo el pie se le llamaba pie egipcio
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A veces el segundo sobresalía por encima del primero
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Y esto es que provenía de Grecia
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Se llamaba pie griego
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Y humildemente por ser el más largo
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Muchas veces se agachaba hasta quedar a la altura del dedo gordo
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Todavía había otro tipo de pie
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Cuyos deditos se reunieron en asamblea
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Porque ninguno de ellos quería ser distinto a los demás
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Votaron, se pusieron de acuerdo
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y formaron el pie cuadrado. Todos estaban orgullosos y satisfechos de su aspecto, pero
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los deditos tenían una misión. Fueran como fueran los dedos, más largos, más cortos,
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griegos, cuadrados, egipcios, en todos ellos, en sus puntitas, relucían las uñas. ¿De
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dónde provenían las uñas? ¡Ah, sí! Del país de los queratinos, noble país encargado
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de la alimentación rigurosa de todos sus súbditos para que crecieran y se desarrollaran.
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Pero los deditos tenían una misión. ¿Y cuál era la misión de los dedos? Pues su
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misión era luchar contra su peor enemigo. ¿Y quién era su peor enemigo? ¡Los zapatos!
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¡Ah, qué dolor a veces! Estrechos, anchos, en punta, de tacón, de tacón muy alto, bajos,
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atados, duros, blandos, abiertos por detrás, abiertos por delante, botas altas, bambas,
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sandalias, chanclas, suecos, con plataforma, alpargatas y además los calcetines. A veces
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los dedos de los pies han sentido un poco de envidia de los dedos de la mano, claro
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porque ellos no tienen toda esta complicación. En todo caso, si hace frío, se ponen unos
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guantes y están calentitos. Por suerte, las grandes aliadas para luchar contra los zapatos
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eran las compañeras de los dedos, las uñas.
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Ellas, muy bien alimentadas, crecían y crecían
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y formaban una pequeña coraza sobre los pulpejos
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para protegerlos y defenderlos de tal forma
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que la reina queratina les había impuesto una condición.
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Debían cortarse las uñas de vez en cuando,
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pero eso sí, siempre rectas.
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Si no, se perdería la magia de la protección
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y podrían ponerse enfermas.
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y ya teníamos todos los dedos y uñitas preparados para su misión.
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Había que luchar para liberarse de esta opresión.
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El pie egipcio decía
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Los juanetes me salieron por unos zapatos rojos preciosos con tacón de aguja.
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Pues a mí se me encogió el segundo dedo hacia abajo como si fuera el cuello de un cisne,
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que soy el pie griego.
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Eso no es nada, decía el pie cuadrado.
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A mí se me encogen todos los dedos porque no consigo caber en ningún zapato.
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Pues a mí se me vacía hacia adentro el dedo meñique y todo el mundo me pregunta si soy sastre.
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¿Cómo lo saben?
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Después de días y días de conversaciones, llegaron a varias conclusiones.
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Ir sin zapatos era una de ellas y problema resuelto.
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Pero eso era algo peligroso.
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Nos podemos clavar una chincheta.
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Otra solución es quedarnos en casa e ir descalzos todo el día.
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Pero tampoco puede ser.
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Queremos caminar, bailar, correr, chutar la pelota, saltar, hacer equilibrios, subir montañas, bajar colinas...
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¿Cuál era la solución?
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Decidido, se reunirían con el noble y sabio Podomago.
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Él era un gran erudito al que consultaban cuando tenían algún problema
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y ahora era el momento de que Podomago los ayudara con su sabiduría a resolver el dilema de los zapatos
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Podomago se reunió en su isla con los deditos que le contaron su problema
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¡Oh noble mago! Somos los pies y los diez deditos y tenemos una misión
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pero no sabemos encontrar la solución
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Los zapatos nos rozas, pero ir sin los pies no osan.
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Dedos y uñas ya nos hemos cansado de ir siempre con el calzado apretado.
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A ver, dijo el podonado, creo que entiendo lo que os pasa y el remedio por mi cabeza pasa.
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Lo tengo.
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Los zapatos son necesarios, los pies necesitan protección.
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—Ya he encontrado la solución. El número del pie es importante y la forma también. Largos, delgados, calmosos, anchos, estrechos, cortitos, llanos o con mucho puente. Ningún pie es igual a otro. Los pies son originales. ¡Viva la diversidad!
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Podomago continuó reflexionando en voz alta.
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Así pues los zapatos no son el problema, el problema es no saberlos escoger
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Si el segundo ha crecido demasiado, este dedo debéis tocar cuando los zapatos vais a comprar
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Si el primero es muy largo y se estira hacia arriba como un mirón, ponle un zapato hondo
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porque este dedo acostumbra a ser gruñón.
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Al pie largo y delgado se le convierte en sujeto a la que se hincha,
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destapado y el que tiene frío.
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Bien abrigado.
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Los tacones siempre adecuados, ni muy altos ni muy bajos.
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De muchos colores los zapatos podéis escoger, con cenefas y florecillas, con botones y hebillas, o atados con cordones, de piel o algodón, de seda o de nilón.
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Amigos míos, estos son los consejos de vuestro podomago para que nunca más los zapatos os molesten o llevarlos sea una tortura.
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Al pie hay que conocer y los zapatos saber escoger.
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Ellos no son vuestro enemigo, sino la fiel protección del pie grande y del chiquito.
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Chiquito.
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Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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- Subido por:
- Margarita O.
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- 23 de abril de 2021 - 12:13
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