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CUENTO ABRAZO DE OSO - Contenido educativo
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Abrazo de oso.
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Natuk vivía en el norte, allí donde las visitas del sol eran fugaces y las noches
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de luna y estrellas parecían eternas. Una tarde mientras paseaba por los mares de hielo
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se encontró hecho una bolita un pequeño oso blanco.
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El osito estaba solo, no había nadie a su alrededor. Era tan pequeño que apenas podía
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abrir los ojos. Sin dudarlo Natuk lo tomó entre sus brazos.
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«Te ayudaré a encontrar a tu mamá», le susurró, pero por más que buscó no consiguió
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dar con ella. «Vamos a casa, allí entrarás en calor»,
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dijo al ver que temblaba y se acurrucaba contra su pecho.
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Aquella noche Natuk durmió junto al pequeño oso que no podía dejar de tiritar. A la mañana
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siguiente estaba más tranquilo y muy hambriento. La niña le dio pescado desmenuzado y agua
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dulce. Él se lo agradeció con un lengüetazo en las mejillas y con un abracito de oso.
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A partir de entonces todos los días durmieron juntos.
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Con el paso del tiempo oso blanco creció y se convirtió en un animal grande y fuerte.
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Natuk y él se habían vuelto inseparables. Juntos recorrían las llanuras gélidas, descendían
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por los glaciares como si fuese un tobogán y se divertían haciendo rabiar a los pingüinos
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y a las focas cuando dormían tranquilamente la siesta bajo el lejano sol.
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Una noche, mientras los animales dormían, fue saqueada la reserva de peces que con tanto
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esfuerzo almacenaban para las épocas de mal tiempo. Cuando se despertaron y vieron lo
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sucedido todos se alarmaron. El más anciano mostró sus sospechas de inmediato.
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Estoy seguro de que el responsable de esta catástrofe es el oso. Ha crecido mucho y
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ahora su apetito es voraz. Será mejor que abandone el poblado antes de que ocurra algo
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peor. Este no es su sitio.
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¡Oso no ha sido! ¡Ha pasado toda la noche conmigo!
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Pero nadie escuchó a Natuk. Oso debía marcharse.
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Esa misma mañana Natuk y oso blanco salieron del poblado. Anduvieron durante horas y horas.
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Cuando ya estuvieron lo bastante lejos se detuvieron. La niña lo miró a los ojos.
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Estaban negros, profundos y parecían brillar más que de costumbre. Mientras lloraba lágrimas
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heladas lo abrazó para despedirse de él. Cuídate, amigo. Nunca te olvidaré.
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Y por primera vez en mucho tiempo sus caminos se separaron.
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Desde la partida de oso blanco, los días de Natuk eran muy tristes. No podía dejar
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de pensar en su amigo. Se preguntaba dónde estaría y si se encontraría bien.
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Lo echaba tanto de menos. Por eso una madrugada salió a escondidas para buscarlo.
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Cuando Natuk llegó al lugar donde se habían visto por última vez, ya había salido el
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sol. Inspeccionó la zona para ver si había algún rastro de él y gritó muy fuerte ¡Oso!
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Pero a oso parecía haberse lo tragado la tierra. La niña decidió seguir la búsqueda
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hacia tierras solitarias y desconocidas.
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En aquella época del año los días eran muy cortos y a Natuk le sorprendió la noche,
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que venía acompañada por una fuerte tormenta. El viento la glacial y golpeaba como un látigo.
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Los copos de nieve duros y gruesos caían como piedras. Hacía mucho frío. Sus manos
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y sus pies se estaban congelando. Cuando se quiso dar cuenta, se había perdido y estaba
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tan cansada que cayó al suelo sin sentido. De pronto un animal salió rugiendo de entre
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los árboles y se abalanzó sobre ella. Era oso blanco. La había encontrado. Oso la envolvió
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con su gran cuerpo y la protegió durante toda la noche con su abrazo.
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A la mañana siguiente, los esquimales, que habían ido al encuentro de Natuk, encontraron
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un gran oso blanco cubierto de nieve. Tenía una niña entre sus brazos.
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Natuk se despertó en aquel preciso instante. Cuando los vio, se agarró a oso blanco con
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todas sus fuerzas.
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—¡Oso, me has salvado! ¡Me has salvado! —gritó apresuradamente.
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—Lo sabemos. No debes preocuparte. Hemos descubierto que los ladrones de pescado son
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los lobos. Además, desde que oso blanco no está, entran con mayor libertad. Nos gustaría
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que volviera al poblado.
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Natuk y oso blanco volvieron a estar juntos. Les encantaba jugar a las carreras con las
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liebres polares, pescar sueños en el mar y contar estrellas fugaces en las noches sin
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luna. Y cuando Natuk estaba triste, tenía frío, miedo o llegaba una tormenta, siempre,
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siempre podía contar con su abrazo. Un abrazo de oso.
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- Idioma/s:
- Autor/es:
- Silvia Martinez Castellanos
- Subido por:
- Silvia M.
- Licencia:
- Reconocimiento - No comercial
- Visualizaciones:
- 201
- Fecha:
- 25 de febrero de 2023 - 13:29
- Visibilidad:
- Público
- Centro:
- CP INF-PRI HERMANOS TORA
- Duración:
- 05′ 50″
- Relación de aspecto:
- 1.78:1
- Resolución:
- 1920x1080 píxeles
- Tamaño:
- 441.03 MBytes