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Marcovaldo: Setas en la ciudad

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Subido el 10 de mayo de 2020 por Pedro Carlos R.

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Lectura ilustrada del capítulo 1 (Setas en la ciudad) de Marcovaldo, de Italo Calvino. Versión final para compartir con los centros con los que el IES Valdebernardo comparte programa Erasmus +

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Primavera, setas en la ciudad. El viento que llega hasta la ciudad desde lejos trae consigo regalos inesperados, de los que sólo unos cuantos espíritus sensibles se percatan, como quienes padecen de fiebre de leno y estornudan por el polen de flores de otras tierras. 00:00:24
Un día, quién sabe desde dónde, llegó hasta la franja de tierra de una calle de ciudad una ráfaga de esporas, y se formaron setas. 00:00:43
Nadie se dio cuenta, excepto el trabajador Marco Baldo, que cada mañana cogía el tranvía precisamente allí. 00:00:55
Este Marco Baldo tenía una mirada poco adaptada a la vida de la ciudad. 00:01:03
Carteles, semáforos, escaparates, rótulos luminosos, anuncios, por más estudiados que estuvieran para llamar la atención, nunca lograban captar su atención que parecía vagar en la arena del desierto. 00:01:08
Mientras que una hoja que se marchitaba en una rama, una pluma que se enganchaba en una teja nunca se le escapaban 00:01:20
No había tábano sobre el lomo de un caballo, boquete que no hiciera la carcoma en una mesa 00:01:28
Una piel de higo aplastada en la acera que Marco Baldo no notara y no le llevara a reflexionar 00:01:33
Descubriendo los cambios de estación, los deseos de su alma y la miseria de su existencia 00:01:39
Así, una mañana, esperando el tranvía que le llevaba a la compañía Svab, donde era mozo, notó algo insólito cerca de la parada, en la franja de tierra estéril y seca que separa al arbolado de la calle. 00:01:45
En ciertos lugares, al pie de los árboles, parecían crecer unas protuberancias que aquí y allá se abrían y dejaban aflorar unos redondeados cuerpos subterráneos. 00:02:00
Se agachó para atarse los zapatos y miró mejor. Eran setas, setas de verdad que estaban brotando justo allí, en el corazón de la ciudad. 00:02:12
A Marco Baldo le pareció que el mundo gris y mísero que le rodeaba se había vuelto de pronto generoso en riquezas ocultas y que algo se podía esperar aún de la vida, además del salario mínimo por hora, la gratificación, el subsidio familiar y el plus de carestía de la vida. 00:02:21
En su trabajo estuvo más distraído que de costumbre. Pensaba que mientras él estaba allí descargando paquetes y cajas en la oscuridad de la tierra, las setas, que sólo él conocía, silenciosa y lentamente, maduraban su pulpa porosa, asimilaban los jugos subterráneos, rompían la costra de los terrones. 00:02:39
Bastaría una noche de lluvia, se dijo, y ya estarían listas para recoger. 00:03:00
Y no veía la hora de compartir su descubrimiento con su mujer y sus seis hijos. 00:03:06
Voy a decir algo importante, anunció durante la escasa cena. 00:03:10
La semana que viene comeremos setas. Una buena fritura, lo aseguro. 00:03:14
Y a los niños más pequeños, que no sabían que eran las setas, 00:03:21
les explicó con fervor la belleza de las distintas especies, la delicadeza de su sabor y cómo debían 00:03:24
cocinarse. Tanto que logró despertar el interés de su mujer, Domitila, que hasta ese momento se 00:03:31
había mantenido más bien incrédula y distraída. —¿Y dónde están las setas? —preguntaron los 00:03:38
niños. —Dinos dónde crecen. Con esta pregunta, el entusiasmo de Marco Baldo fue frenado por un 00:03:44
razonamiento suspicado. Supongamos que les explico dónde están. Van a buscarlas con su habitual 00:03:51
pandilla de mocosos, se corre la voz en el barrio y las setas van a parar a las cacerolas de otros. 00:03:58
Así, el descubrimiento que de pronto le había colmado el corazón de amor universal, ahora se 00:04:05
convertía en obsesión por poseer. Le cercaba un temor celoso y desconfiado. El lugar donde están 00:04:11
las setas lo sé yo y nadie más que yo, dijo a los chicos. Y ahí sí se escapa una palabra. 00:04:19
A la mañana siguiente, Marco Baldo se acercó lleno de aprensión a la parada del tranvía. Se inclinó 00:04:26
sobre la hierba y con gran alivio vio que las setas habían crecido un poco, no mucho, y aún 00:04:32
estaban cubiertas casi por completo con la tierra. Se guía en esa postura cuando se dio cuenta de que 00:04:38
había alguien detrás de él. Se levantó bruscamente y trató de aparentar indiferencia. Se trataba de 00:04:45
un barrendero que, apoyado en su escoba, lo estaba mirando. Ese barrendero, en cuya jurisdicción se 00:04:52
encontraban las setas, era un joven darguirucho y con gafas. Se llamaba Amadigi y hacía tiempo que 00:04:59
a Marco Baldo le resultaba antipático. Tal vez a causa de las gafas con las que escrutaba el 00:05:06
asfalto de las calles en busca de cualquier rastro de naturaleza que enseguida eliminaba 00:05:11
escobazos. Era sábado y Marco Baldo pasó su media jornada libre paseando con aire distraído por los 00:05:16
alrededores del lugar, acechando desde lejos al barrendero, vigilando las setas y haciendo cálculos 00:05:23
del tiempo que faltaba para que crecieran. Durante la noche llovió. Igual que los campesinos se 00:05:29
espabilan y saltan de alegría al oír las primeras gotas después de meses de sequía, así Marco Baldo 00:05:35
único en toda la ciudad, se levantó, se sentó en la cama y llamó a su familia. 00:05:41
¡Está lloviendo! ¡Está lloviendo! 00:05:46
Y respiró el olor a tierra mojada y musgo fresco que llegaba de fuera. 00:05:49
Al alba, era domingo, con los niños y un cesto prestado, 00:05:54
corrió de inmediato a los árboles. 00:05:58
Allí estaban las setas, firmes sobre sus pies, 00:06:00
con sus sombreros elevados sobre la tierra todavía húmeda. 00:06:04
—¡Viva! —gritaron y se lanzaron a recogerlas. —¡Papá, mira cuántas lleva aquel señor! —dijo 00:06:07
Miquelino. Y el padre, alzando la cabeza, vio de pie junto a ellos a Madigi con un cesto lleno de 00:06:14
setas bajo el brazo. —¡Ah, ustedes también las recogen! —preguntó el barrendero. —Entonces se 00:06:20
pueden comer. Yo cogí algunas, pero no sabía si me podía fiar. Más allá, en aquella calle, 00:06:27
han crecido unas todavía más grandes. Bueno, ahora que lo sé, voy a avisar a mis parientes 00:06:33
que se quedaron allí discutiendo si convenía cortarlas o dejarlas. Y se alejó a buen paso. 00:06:39
Marco Baldo se quedó sin palabras. Setas aún más grandes que no había visto. Una cosecha que ni 00:06:45
soñaba y le era arrebatada así, en sus narices. Durante un momento permaneció casi petrificado 00:06:51
por la ira, por la rabia, luego, como a veces sucede, el fuego de esas pasiones individuales 00:06:58
se transformó en un arranque de generosidad. A aquella hora había mucha gente esperando el 00:07:05
tranvía, con paraguas colgados del brazo, porque el tiempo continuaba húmedo e inestable. 00:07:11
—¡Eh! ¿Les apetece una sabrosa fritura de setas esta noche? —gritó Marco Baldo a la gente que se 00:07:17
agolpaba en la parada. ¡Han crecido setas aquí, en la calle, todos detrás de mí! ¡Hay para todos! 00:07:23
Y salió tras los pasos de Amadigi, seguido por un montón de gente. Encontraron setas para todos y, 00:07:30
a falta de cestos, las metieron en los paraguas abiertos. Alguien dijo, ¡sería bonito hacer una 00:07:37
comida todos juntos! Pero en vez de eso, cada cual se llevó sus setas y se fue a su casa. Pero se 00:07:44
volvieron a ver muy pronto, de hecho esa misma noche, en el mismo pasillo del hospital, después 00:07:52
del lavado de estómago que los había salvado a todos de la intoxicación. Nada grave, porque la 00:07:58
cantidad de setas que habían comido era bastante pequeña. Marco Baldo y Amadilli tenían camas 00:08:03
cercanas y se miraban de reojo. 00:08:10
Materias:
Lengua, Literatura
Subido por:
Pedro Carlos R.
Licencia:
Reconocimiento - No comercial - Compartir igual
Visualizaciones:
134
Fecha:
10 de mayo de 2020 - 16:03
Visibilidad:
Público
Centro:
IES VALDEBERNARDO
Duración:
08′ 30″
Relación de aspecto:
1.78:1
Resolución:
1920x1080 píxeles
Tamaño:
150.40 MBytes

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