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IX Certamen Intercepa de Lectura en Voz Alta 2024. Categoría A
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Video que muestra la actuación de los participantes en la categoría A del IX Certamen de Lectura en Voz Alta 2024 celebrado en el CEPA Hermanos Correa
Muchas gracias a la Escuela de Música y ahora sí que estamos preparados para arrancar con las lecturas.
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Este año el jurado ha seleccionado nueve lectores y lectoras en la categoría A.
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Taller operativo, enseñanzas iniciales y español para extranjeros.
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Nueve también en la categoría B, formación profesional básica y enseñanza secundaria.
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Y seis en la categoría C, accesos y talleres.
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Vamos a empezar nombrándose a los concursantes de la categoría A.
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Taller Operativo, Enseñanzas Iniciales y Español para Extranjeros.
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Según lo nombramos, por favor, por este lado,
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y os sentáis en orden en las sillas, empezando por la más cercana a nosotros.
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Y, por favor, cuando acabéis de leer, os volvéis a sentar en el mismo lugar
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y escucháis al resto de compañeros aquí arriba.
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Por supuesto, si necesitáis agua, estamos bien surtidos aquí detrás,
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solo tenéis que cogerla.
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Cuando estéis todos sentados, el primero de vosotros,
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elegirá un sobre al azar entre los nueve de los que disponéis y lo leerá y así sucesivamente
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hasta completar las nueve lecturas de las categorías. A continuación repetiremos el
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proceso con el resto de categorías. Los textos de esta primera ronda que concursa están
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estrellidos del libro Historia de una maestra de Josefina Aldecoa. Y ahora sí empieza a
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nombrar a los concursantes. Los concursantes de la categoría A son, por favor subid por
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aquí, según os nombramos y os sentáis.
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Jamie Liliana Urbina Rodas, del CEPA Vallecas.
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Carmen Porras Martín, del CEPA La Mesta.
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Ruth Quezada Manrique, del CEPA Mancomunidad del Suroeste.
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Ahora vamos a explicar a los lectores el procedimiento que vamos a seguir.
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Os vuelvo a nombrar uno por uno para que elijáis el texto, pero os pedimos que, por favor, antes de empezar a leer, nos paséis el sobre al presentador para que leamos el número de texto y el jurado tenga un momento para localizarlo.
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Después ya podéis sacar el texto del sobre, colocarlo en el atril para empezar a leer.
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Por supuesto, podéis mover el micrófono a vuestro gusto, así, así, así, como queráis.
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Y ahora sí, comienzo leyendo el nombre de la primera persona que va a leer, que es Alona Levedieva, del C. Palmaján.
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Texto número 9, jurado.
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Gracias a todos.
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Entonces, algunos me decían que echaban en el libro, vivieron unas gotas de ahojardiente para que el niño durmiera mejor.
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Otros le ponían a dormir para conseguir el mismo resultado.
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La ignorancia de aquellas mujeres me tenía descorazonada.
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Tan pronto como volví a ocuparme a las clases de adultos, introduje un día a la semana charlas sobre el cuándo de los niños pequeños.
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Las jóvenes venían y mostraban interés. Para viejas se burlaban y aconsejaban a sus hijas que no me hicieran caso.
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Toda la vida de Dios ha sido así, decían con un conversamiento tosudo.
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Nacían muchos niños, pero durante el primer año la mortad era muy frecuente.
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Yo vivía en constante preocupación con las infecciones y enjarqué a Amadeo algún libro moderno sobre cuidados infancia.
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Me trajo de León una cartilla sanitaria con el ABC, detalles, cuidados y compartí con las mujeres mis nuevos conocimientos.
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La ropa se lavaba en el río como en mi pueblo. Yo conocía el río y la forma de lavar en él.
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Y ella me dirigía con mi balde de zinc aprovechando los momentos en que la niña no me necesitaba al mediodía y a la tarde.
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Seguí en la época del año, no siempre conocida con las otras mujeres que disponían de un horario más libre que el mío.
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No me importaba porque el tiempo del lavado se convertía para ellas en una ocasión de chismorreo.
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Entre risas y sus ríos, las vidas ajenas burbujeaban en la espuma de la colada.
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Río abajo, naufragaban reputaciones entre burlas maldicentes.
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Cuando eso ocurra en mi presencia, volvía a casa desalentada, es en quien me animaba.
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Contra eso también tenemos que luchar contra ese rasero marquino con el que quieren medir a todos.
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Muchas gracias.
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René Alejandro Alvarado Rapalo, del CEPA Tetuán.
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Texto número 6.
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Buenas tardes.
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Tras la primera explosión débil, estalló una fuerte estrondosa.
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Me pareció que temblaban las paredes de la casa.
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Traté de dar la luz, pero no había luz.
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La mina, pensé.
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Algo ha ocurrido en la mina, pero la sirena no sonaba.
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Cuando es la mina, suena la sirena.
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Además, el estruendo no venía de arriba
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El ruido venía de abajo, de la carretera
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Me acerqué al balcón cerrado
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En la casa de Marcelina no habían luces
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Todo el pueblo se hundía en el silencio y la oscuridad
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Solo yo he escuchado la explosión
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Ha sido una pesadilla, pero sabía que no
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Estaba muy despierta la segunda vez
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La primera, la suave, fue la que me hizo saltar de la cama
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Pero la segunda, la fuerte, estaba ahí
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Sonaba todavía en mis oídos.
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Temblando, busqué a tientas la palmotoría preparada para un posible apagón momentáneo.
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No se preocupe, decía Marcelina, porque allá arriba necesitan la luz a todas horas.
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Me senté en la cama y no podía soltar a la niña que se había vuelto a dormir en mis brazos.
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La mina. La explosión tiene que ver con la mina, aunque no haya sido arriba.
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Aunque no haya sonado la sirena.
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El pueblo entero lo sabía. Todos lo sabían.
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Por eso nadie estaba a la puerta de sus casas. Están encerrados como yo, con su vela a los pies de la cama,
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esperando nuevos sonidos, datos, señales, síntomas de lo que está ocurriendo.
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Ezequiel está en la mina, reunido con Domingo y los otros, o en la casa del pueblo, en la taberna.
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¿Dónde? Habían transcurrido pocos minutos y una insegura tranquilidad había sustituido, en mi ánimo, al sobresalto primero.
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Sirsa Serkim, del CEPA, Pedro Martínez Gavito.
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Texto número 5, jurado.
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Buenas tardes.
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El tiempo que pasé en Guinea fue un tiempo de soledad.
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Era un mundo de hombres, la mayoría también solitarios.
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Un mundo duro de lucha y de sacrificio para conseguir el único fin que parece claro.
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El dinero.
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Plantadores, comerciantes, funcionarios, negociantes, todos llegaban a la colonia dispuestas a regresar con dinero.
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Esta meta no implicaba necesariamente que los blancos colianales fueran unos malvados,
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pero sí suponían ellos un comportamiento áspero, poco dado a evaluar matices y a aceptar sensiblerías.
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Mi trato con la gente era muy limitado y se refería a lo estrictamente profesional.
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Visitas, invitaciones, todo venía marcado por el carácter oficialista de mi papel y mi puesto en la colonia.
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El paroco me invitó un día, poco después de Navidad, a visitar la misión a tres horas de camino de nuestra ciudad.
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La misión tenía unas 50 internas adultas que vivían con tres monas y una hermosa iglesia atendida por un sacerdote.
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Me cuesta trabajo identificarme con la ineglable labor de las monas.
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Las internas aprenden oficios, salen de su condición de analfabetas desnutridas y son educadas en la religión católica.
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Es verdad. Pero ya entonces creía yo más en la justicia que en la caridad.
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Respetaba la labor de las monjas, pero no era mi labor
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Mi sueño iba por otros rumbos
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Educación, cultura, libertad de acción, de elección, de decisión
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Yo lo primero de todo, condiciones de vida dignas, alimentos, higiene, sanidad
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No pides casi nada, me decía tristemente Emil
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El hambre de África no terminará nunca. África es la víctima del hombre blanco. Gracias.
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Aurora Arroyo Ramos, del CEPA, José Luis San Pedro.
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Texto número 8.
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Las clases de adultos seguían adelante. En los últimos meses era Ezequiel el único que se encargaba de ellas para evitarme un esfuerzo más.
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Había un espacio de tiempo dedicado a las clases propiamente dichas, clases de alfabetización, de cálculo, de nociones científicas o históricas,
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y había otros espacios dedicados a la charla y discusiones sobre temas cercanos, sociales y sanitarios, o sobre acontecimientos de actualidad, que Ezequiel los mostraba en los periódicos.
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Poco a poco, este segundo espacio fue creciendo ante la avidez de los alumnos por informarse de todo lo que sucedía lejos, en el mundo en que vivían aislados.
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Ezequiel se dejaba llevar del entusiasmo.
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Ya saben hablar, me decía, han aprendido a expresar lo que piensan.
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Yo frenaba su exaltación.
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Tienes que seguir con las clases, primero leer y aprender, luego ya vendrán lo demás.
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Asintía pero una corriente inquietud le desazonaba
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Sé que tiene razón, pero ignoran sus derechos, sus necesidades
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Son fáciles de convencer por cualquiera
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Están en manos de quien mejor lo sepa manejar
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Yo no quiero hacer política, solo quiero defenderles de la política
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Pronto iban a sufrir las consecuencias de sus excesos
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Una visita del inspector de enseñanza le dejó estupefacto. Como un jarro de agua helada, cayeron sus fervorosos empeños las palabras del enviado. Clases, las que usted quiera, ciencias, las que usted quiera, pero mítines, mítines de ninguna manera.
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Te han denunciado, Ezequiel, decía Madeo el carpintero. Te han denunciado. Algún malnacido de por aquí, o el cura, o don Cosme, vete tú a saber.
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Luis Damián Jiménez del CEPA para Cuello de Jaraba, texto número 4.
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Nunca he vuelto a sentir con mayor intensidad el valor de lo que estaba haciendo.
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Era consciente de que podía llenar mi vida solo con mi escuela.
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Cerraba la puerta tras de mí al entrar en ella cada día y las miradas de los niños, las sonrisas, la atención contenida,
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la avidez que mostraban por los nuevos descubrimientos que juntos íbamos a hacer.
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Me trastornaban, me embriagaban, leíamos, contábamos, jugábamos, pintábamos. Nos asomábamos a mundos lejanos en el tiempo y en el espacio. Nos sumergíamos en mundos diminutos y cercanos que encerraban milagros naturales.
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Tras el descubrimiento de América, corría veloz el descubrimiento de la circulación de la sangre. Tras la solución de un problema aritmético, la reflexión sobre un poema. Y luego, ¿por qué brillan las estrellas? ¿Por qué el hombre ha conseguido volar? ¿Por qué? ¿Por qué?
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Ya yo me decía, no puede existir dedicación más hermosa que esta, compartir con los niños lo que yo sabía, despertar en ellos el deseo de averiguar por su cuenta las causas de los fenómenos, las razones de los hechos históricos.
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Ese era el milagro de una profesión que estaba empezando a vivir y que me mantenía contenta a pesar de la nieve y la cocina oscura, a pesar de lo poco que aparentemente me daban y lo mucho que yo tenía que dar.
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O quizás por eso mismo, una exaltación juvenil más trastornaba y un aura de heroína me rodeaba ante mis ojos.
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Tenía que pasar mucho tiempo hasta que yo me diera cuenta de lo que me daban los niños valía más que todo lo que ellos recibían de mí.
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Walid el-Hadef del CEPA, La Albufera.
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Texto número 7.
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Buenas tardes.
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Vivan los novios
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Grito a alguien a la salida
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Después supe que había sido el marido de Rosa
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Mi amiga de la normal
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Que en su vida, en su día había dado con un hombre aceptable
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Y se había casado con él
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Y vivía feliz
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Con sus tres hijos y una ciudad de Castilla
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Por lo demás, la gente se fue retarando con tranquilidad.
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Una vez cumplidos los besos, los abrazos y las felicitaciones,
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nos quedamos solos los de casa para una comida sencilla y una despacita breve.
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Con las maletas cargadas en una caretilla, enfilamos hacia la estación.
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Mi padre, yo, delante y detrás, izquierdo con la caretilla
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Y mi padre a su lado, como en la iglesia
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Hablando con él, aconsejándole sobre mí
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Y sobre mis supuestas inhabilidades para las cosas del hogar
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Mi padre estaba triste
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Yo sé que él estaba a separarse de mí muchas veces
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Muchas veces lo había hecho antes, pero sentía que esta separación era diferente, no por la distancia, que no era tanta, sino porque en mi vida había entrado otro hombre que me influiría como él o más que él, que incluso trataría de arrebatarle el papel preferente que él tenía en mi vida.
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trate de animarle
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venderemos pronto
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en verano y veras
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era el primero de junio
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el verano se anunciaba
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en las flores que brotan
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por los huertos del pueblo
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en las riberas del río
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en las orillas
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del carretera de nuestros pasillos
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en las larderas
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de los montes de nuestras
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excursiones infantiles
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nunca
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nunca había pensado
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en casarme por casarme
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pero el conocer a Esquiel
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me encontré
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considerando que
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después de todo
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eso era lo normal
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casarse y tener
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algún hijo
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Jamie Liliana Urbina Rodas
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del CEPA Vallecas
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texto número 2
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Muy buenas tardes
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Me disculparán porque ando un poco mal de la garganta, así que comienzo.
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Veo con claridad el pueblo apareciendo en el horizonte, la primera vez que llegué acompañada de mi padre.
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Cada vez que me viene a la imaginación esa etapa me desazona.
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La soledad de los campos al atardecer, el color morado del cielo que amanezaba tormenta.
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tormenta. Ya de ahí el recuerdo salta a la posada asentada al borde del camino que daba entrada al
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pueblo. Me veo encogida al extremo de un barco corrido, ante una mesa larga que compartía con
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los trajitantes. Eran hombres cansados del camino, veían el porrón y apenas hablaban. Dormían en el
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pajar y no eran hombres convenientes, como diría Rosa, pero me miraban y yo sentía que detrás de
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aquellas miradas, había nombres con tantas cosas, un nombre y un cansancio inmensos. En el rompecabezas
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no encajó unas piezas con otras. De la posada salto a la escuela. El primer día tenía preparado
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un discurso, pero no me salió. Únicamente dije, ¿quién sabe leer? Y un niño menudito y rubiaco
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dijo, yo. ¿Y los demás? Insistí. Los demás no saben, contestó él. Si supieran, no estarían
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aquí. ¿Dónde estarían? Pregunté estúpidamente. Y él sonrió lacónico y dijo, trabajando. Me
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acuerdo de mis paseos por los caminos polvorientos. Llevaba un libro conmigo. Me sentaba al borde de
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la cuneta y miraba la tierra ocre y roja que me rodeaba. Al caer el sol, el cielo se derrumbaba
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en malvas, rosas, oros y yo sentía unas ganas terribles de llorar. Nadie se me acercaba,
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nadie se interesaba por lo que hacía. Solo los niños acudían a su cita diaria. Yo trataba
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de atenderlos a todos.
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Carmen Porras Martín, del CEPA La Mesta.
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Texto número uno.
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Contar mi vida, una vida de repente que viene a la memoria, un pasaje y se te ilumina la
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escena del recuerdo. Lo ves todo transparente, clarísimo y hasta parece que lo entiendes.
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Entiendes lo que está pasando allí, aunque no lo entenderías cuando sucedió. Otras veces tratas
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de recordar hechos que fueron importantes, acontecimientos que marcaron tu vida y no
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logras recrearlos, sacarlos a la superficie. Si tienes paciencia y me escuchas y luego te las
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arreglas para ir poniendo orden en la baraja, si tú te encargas de buscar explicaciones a tantas
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cosas que para mí están muy oscuras, entonces lo intentamos. Pero poco a poco, como me vaya saliendo.
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No me pidas que te cuente mi vida desde el principio y luego todo seguido año tras año
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No hay vida que se recuerde así
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Para mí, por ejemplo, está muy claro el día que di por terminada la carrera
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Yo acababa de cumplir 19 años
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Era un día de octubre de 1923
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Yo viznaba.
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Cuando solo quedaran jirones de niebla enganchados en los rincones más sombríos,
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por la ciudad se extendería un clamor de sonidos mezclados, cascos de caballos, bocinas de automóviles, gritos de niños, voces de verdaderos ambulantes.
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Muchas gracias.
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Enrique, del CEPAMAN Comunidad del Suroeste.
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Texto número 3.
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Buenas tardes a todos.
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Pregunté cuántos sabían leer y escribir y solo una pequeña parte levantaron la mano.
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Así que los dividí en grupos, puse cerca de mí a los más pequeños y les dije,
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no podéis sentaros en el suelo.
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Mañana cada niño traerás una silla y una tablita para apoyar su cuaderno
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Como ninguno tenía cuaderno, arranqué una hoja de mi diario para apuntar
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Pedir al pueblo grande treinta cuadernos y treinta lapiceros
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Aquel mismo día, cuando la tarde caía y las montañas se envolvían en sombras anticipadas el valle
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se abrió la puerta de la cocina de María y allí estaba el alcalde, malhumorado y osco.
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Sin quitarse la gorra, sin pasar al de la puerta, me señaló con la cachava y dijo,
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aquí no ha venido usted a pintar la escuela, aquí ha venido usted a tener a los chicos bien enseñados.
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Así que déjese de pinturas. Y se marchó. Me acerqué al umbral y le vi perderse por la calleja
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adelante. Una media luna pálida apareció entre dos montes. Por el río ladraron perros. Contestaban
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otros en el pueblo. Me parecían ladridos tristes, ulubantes. Respiré hondo el aire fresco que venía
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a rachas cargado de olores campesinos, hierba seca de los pajares, abono, leche agria.
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Siempre que me pongo a recapacitar sobre aquellos pueblos de mi juventud,
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lo primero que me viene a la memoria son los olores, los colores, las sensaciones más elementales.
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Aunque yo diga, pensaba esto o lo otro, seguro que no era así,
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Sí, seguro que eso me lo imagino yo ahora, al paso del tiempo, pero de lo que sí estoy segura es de las sensaciones.
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Muchas gracias a todos. Ya podéis volver a vuestras butacas.
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- 30 de mayo de 2024 - 19:32
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