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La autoridad del profesor. Curso Formación Básica Docente
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La autoridad del profesor. Curso Formación Básica Docente
¿Cómo ejercemos la autoridad de los profesores? ¿Por qué son más eficaces algunos profesores
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para conseguir un clima de clase agradable y el cumplimiento de las normas? Ya hemos
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indicado que resulta incuestionable que algunos profesores y profesoras obtienen más éxito
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en el cumplimiento de las normas de clase y por ello generando un clima agradable en
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el que las tensiones no alcanzan niveles excesivos y en escasas ocasiones se producen episodios
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de disrupción graves. Resulta llamativo que el mismo grupo de alumnos muestre comportamientos
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muy diferentes con distintos profesores. Esto último parece indicar que hay algo en la conducta
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del profesor que puede ayudar a mejorar el clima de la clase o, por el contrario, que determinadas
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acciones no resultan eficaces a la hora de mantener un clima compatible con el desarrollo
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del proceso de aprendizaje. Por otra parte, se constata que las interacciones del alumnado con
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los profesores o profesoras que mejor mantienen su clase de forma ordenada y tranquila suelen ser
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más agradables tanto para el profesor como para los alumnos. Además, estos profesores no suelen
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necesitar la aplicación de mecanismos de sanción, por lo que no cabe atribuir a ello la obtención
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de ese clima en clase. Por último, una clase ordenada y tranquila hace más probable que el
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proceso de aprendizaje alcance los objetivos previstos. Sería pues interesante saber qué
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hacen esos profesores, qué les facilita obtener esos resultados, de qué manera enfocan su relación
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con los alumnos y cómo son sus reacciones ante el conflicto. Podemos señalar algunas de esas
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características. El profesor no permite que sus emociones alcancen niveles descontrolados, evita
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gritar o cualquier acción que incremente los niveles de tensión en el grupo. El respeto
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entre los miembros está interiorizado por todos sus componentes. El profesor no se dirige
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nunca de manera ofensiva a ningún alumno y se procura que las reconvenciones se hagan
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en el escenario menos público posible. Frecuentemente se trata de mantener conversaciones privadas
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en las que se analizan las causas de las actitudes negativas. Se permite que el alumno
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justifique su comportamiento y se valora su compromiso de mejora. Se trata de valorar
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de forma equilibrada la gravedad de la acción que se reprueba, evitando magnificaciones
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de hechos de carácter menor. Se evitan comparaciones entre distintos alumnos. Se reguye establecer
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categorías cualitativas que supongan la descalificación de algunos. Se valoran las actitudes de mejora
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y se señala la trascendencia en lo concerniente a los aspectos académicos, afectivos y sociales.
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Otro punto de vista que resulta de interés es la manera en que reaccionamos
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ante las conductas que consideramos inconvenientes,
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pues a veces adoptamos actitudes que, lejos de mejorar el clima,
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favorecen un agravamiento de los conflictos.
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Estas son algunas de ellas.
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La impunidad.
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Algunos profesores se muestran poco activos en la corrección de las conductas contrarias a las normas de convivencia.
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En ocasiones se muestran temerosos en la relación con sus alumnos, especialmente con aquellos que suelen protagonizar los incidentes más graves.
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Estos profesores parecen no controlar lo que ocurre en clase y desisten de dirigir las actividades admitiendo de facto que algunos alumnos no las sigan.
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Los alumnos aprenden así que pueden incumplir las normas
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pues para ellos no son de aplicación.
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Progresivamente su comportamiento empeorará
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y cuando sean amonestados manifestarán la incongruencia de serlo solo en ocasiones.
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Por otra parte, sus compañeros o algunos de ellos
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imitarán esas actitudes y con ello el clima irá empeorando.
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Otros profesores reclaman que las medidas correctoras
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sean impuestas por otras instancias.
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apelan a la dirección del centro, a la jefatura de estudios, o el tutor, o cualquiera que no sean ellos mismos.
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Parece como si renunciaran a la autoridad que se les ha atribuido.
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Los alumnos probablemente serán conscientes de esta circunstancia
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y dejarán de reconocer la autoridad del profesor.
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Hay también quien entiende que los procedimientos de corrección de las faltas
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a las normas de convivencia con un espíritu exclusivamente sancionador.
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Olvida en muchas ocasiones el carácter reparador, que en tantos casos es mucho más importante,
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especialmente cuando hay otras personas que han sido perjudicadas por quien ha cometido
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esa falta.
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En todo caso, hay que recordar que los alumnos se sienten más comprometidos con la aceptación
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y el cumplimiento de las normas cuando han participado en su creación y, por el contrario,
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estas son entendidas por los mismos como una imposición, será más probable que se desentiendan
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moralmente de su aceptación y no suponga un conflicto o incumplimiento cuando ello
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sea posible. El profesor con sus estrategias de control de clase es el factor más importante
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en la resolución de las situaciones de disrupción que aparecen. Por ello, posee un grado de
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autoridad que es reconocido por todos los miembros de la comunidad. Los profesores ejercemos
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esa autoridad desde cinco modelos. El poder coercitivo se basa en la percepción de la figura
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del profesor como administrador de sanciones. Si el profesor ejerce su influencia de forma
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coercitiva, disminuye la atracción de los alumnos hacia él y éstos tenderán a evitarle. El poder de
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recompensa se basa en la percepción del profesorado como mediador de recompensas. Su eficacia dependerá
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de varios factores, la identificación del alumnado con la recompensa programada, la relación entre
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el valor atribuido y el esfuerzo que se demanda o la dificultad que entraña. El poder legítimo,
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que tiene que ver con la aceptación por parte del alumno de los derechos que tiene el profesor
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por el rol que tiene atribuido, lleva implícita la aceptación de una serie de normas. Naturalmente
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intervenir o tratar de hacerlo en espacios que no le son reconocidos dentro de ese marco
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disminuye la identificación y provoca un rechazo que puede ir creciendo. El poder de
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experto guarda relación con el reconocimiento por parte del alumno de la autoridad del profesor en
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un determinado campo, generalmente el que tiene que ver con el objeto de su enseñanza. El nivel
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de prestigio del profesor se verá reducido si por cualquier causa el alumno reconsidera el grado
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de autoridad del profesor en la materia. El poder referente que se obtiene cuando los alumnos se
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identifican con el profesor, se sienten atraídos por él o establecen lazos de afecto o de
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reconocimiento. No quiere decir todo ello que cada profesor sólo emplee un modo de
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ejercer su autoridad. Todos empecemos uno u otro en razón de las circunstancias y el
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contexto en que nos hallemos. Probablemente todos idealizamos los últimos modelos y consideramos
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menos deseables los primeros. Sin embargo, en alguna ocasión somos protagonistas de
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que se refieren a cada uno de ellos. Los alumnos nos van a identificar como más próximo
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a uno u otro modelo en función de que sea más frecuente nuestra inclinación por cada
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uno de ellos. Tampoco mostramos el mismo grado de seguridad en todas las clases, pero probablemente
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si se lo pidiéramos los alumnos no tendrían dificultad para encuadrarnos en alguna de
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estas categorías y también sería frecuente que la opinión que tienen de nosotros fuera
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compartido por alumnos de distintas clases o incluso de distintos años. Eso quiere decir
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que cada profesor marca una tendencia hacia uno u otro modelo, en razón de la relación
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que establece con sus alumnos, la metodología hacia la que orienta su estilo de trabajo,
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la seguridad que muestra durante sus clases y, en definitiva, una serie de decisiones
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que modelan un perfil profesional. Resulta posible acomodarnos en modo de interactuar
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aquel modelo que entendemos más adecuado para los objetivos que se pretenden.
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Ello afectará a una serie de decisiones de carácter metodológico,
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de organización escolar y de distribución de roles y tareas.
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¡Oh, capitán, mi capitán!
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Siéntese, señor empresario.
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¿Es que no me oye? ¡Siéntese! ¡Siéntese!
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Se lo advierto por última vez, Anderson
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¿Cómo se atreve?
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¿Es que no me oye?
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No, capitán, mi capitán
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Señor Overspring, le aconsejo que se sienten
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¡Siéntense!
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¡Siéntense!
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¡Siéntense todos! ¡Les quiero ver sentados!
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¡Siéntense!
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¡Váyase, señor Kitty!
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¡Siéntense todos! ¡Quiero verles sentados! ¡Me oyen!
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¡Siéntense todos!
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Gracias, chicos.
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Gracias.
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