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LEAMOS JUNTOS 2023
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CONCURSO DE LECTURA EN VOZ ALTA CEPA ATALAYAS VII EDICIÓN
Bienvenidos, bienvenidas a esta séptima edición de Leamos Juntos.
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Es un concurso que se organiza desde el CEPA Talayas, que tiene su sede en el MOLAR,
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pero nuestro ámbito de actuación es mucho más grande.
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Estamos en Medellón, en Pedrezuela, San Agustín, Taramanca, Valle Torres, Fuentesaz,
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Alalpardo, Argeti y Covina.
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Y los participantes hoy en nuestro concurso son los centros de secundaria de estas localidades.
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Los centros son el IES San Agustín de Guadalix de Algete, el IES Gustavo Adolfo Becker y Alshar, los CEMS Martina García de Fuentesar, San Sueña de Talamanca, Villa de Coveña, el IES Cortes de Cádiz y el CEPA Talayas.
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Bueno, quiero dar, quiero agradecer su participación a nuestro jurado, Armando de Lies Alsar, Santi de Estepa Calallas, María de Lies Cortes de Cádiz, Laura de Lies Becker, Javier de Ceps Martina García, Lourdes de Ceps Arsueña, Ana de Ceps Villa de Coveña,
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y agradecer al poeta Enrique Gracia Trinidad su participación en el jurado.
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Bueno, también quiero agradecer a Michelle, que va a ser nuestra presentadora.
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Por supuesto, al Ayuntamiento de Covena, que nos ha cedido el espacio y los medios técnicos,
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al CEIPS Villa de Covena por su participación y colaboración en la organización del evento
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y en especial a Estefanía.
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y a las organizadoras del CEPA Talayas, Teresa, Isabel y Alicia.
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Bueno, y nada más, vamos a dar paso ya al evento y antes de nada, Alicia va a explicar detalladamente
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en qué consiste para que no haya ninguna duda. ¿De acuerdo?
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Pues que disfrutéis mucho, que disfrutéis de la lectura ahora y siempre. Muchas gracias.
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Hola, ¿qué tal? Bienvenidos, bienvenidas. Antes de nada, un paréntesis de Cipsa en Sueña. ¿Dónde está Cipsa? Vale.
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Muchas gracias. Yo quería empezar con lo más rollo, quería contar las normas del concurso, pero yo creo que es mejor empezar con las palabras de un poeta, ¿no?
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que ya que tenemos el lujo de un miércoles
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primaveral, tenemos pues aquí
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pues que nos vea algo
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así que nada, un abrazo para
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la gente que ha hecho la actividad
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Buenos días chicos
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y gente mayor
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con una gafa por ahí
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bueno yo no os doy
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en la tabarra me voy a quitar
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un par de poemas
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si es que consigo ponerla en orden
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porque es
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de leer, de lo que vamos a estar
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mañana
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y
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no sé si por mi condición de escritor
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de poeta o de
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hombre de teatro, pero
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si os sirve de algo como yo lea
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para coger el ejemplito y decir
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esto lo voy a hacer yo también
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pues diría que bien. Cualquier cosa menos lo que hacían los antiguos. El cielo, la
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tierra, mi pecho. Eso no lo hagáis, por favor. Como ropa tendida. ¿Tendéis ropa alguna
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vez en casa? Pues como ropa tendida. En un poema hay que extender la vida al viento,
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al sol de la mañana, a la vista de todos como ropa tendida en el alambre, una pizca
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de vida es suficiente, la camisa de un sueño, por ejemplo, o el mantel de las últimas derrotas,
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o aquel pañuelo que es como un resto de niñez, tan blanco, tan divinuto, tan herido,
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Los versos, hechos sangre, piel y músculo, bien cogidos con pinzas, agitándose en medio de los patios, a la luz, como banderas sin ejército. Así tienen sentido.
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Gracias.
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que esté cazando, porque no estamos en las líneas.
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Trabajamos en cosas decentes también.
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Este es una mentira, pero la verdad no le aporta nada a la poesía.
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Lo que le aporta es la emoción, la fuerza, la intención.
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Es un poema que se titula Cuando no tuve nada que hacer.
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Cuando no tuve nada importante que hacer
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Trabajé en muchos sitios imposibles
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En oficios absurdos y ridículos
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He sido, porque sí
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Restaurador del cuarto menguante de la luna
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Cruquier en una mesa en que jugaban a la roleta rusa
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O al simple desamparo
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Conservador del horizonte
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Eso siempre por horas
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Y en las tardes nubosas
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Albacea del tiempo por venir
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Conductor de un ilustre carromato de feria que perseguía la justicia
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Distribuidora a domicilio de sensaciones imposibles
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Pescador en un barco que se matriculó como patera
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Sacerdote del Dios desconocido que aún nos sigue siguiendo
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Cocinero del hambre sin fogones ni plato ni cuchara
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Monaguillo de alguna misa negra
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Que terminó en cuate que deslucido
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Ladrón de cuante roto
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Algunos viernes
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Los sábados, libraba
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Me descané la vida como pude
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He vendido la droga de los sueños
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A la puerta de alguna residencia para ancianos
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Canté, muy mal por cierto
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En un mariachi turbulento y triste
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Zufí suicidios y pinté la esperanza.
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La restauré después, al cabo de los años, para que siga viéndose a lo lejos.
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Ecualicé los ruidos en un andén del metro y el canto de los brillos en un solar de las afueras del silencio.
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Recogí los misterios de la vida que abandonaban los adolescentes en las terrazas de los bares.
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clasifiqué y almacené la risa, la ironía, la burla y el sarcasmo
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pregoneros poemas de la desolación.
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Fui lo que nadie quiso ser, no me ardie.
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Ahora que ha llegado la edad de jubilarme
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me niegan la pensión por el constante.
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Me ofreceré de voluntario en el armagedón el fin del pulgo
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afinando trompetas
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o sacando lentillo
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al agua daña
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gracias chicos
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que gusto, que gusto
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escuchar a gente de verdad
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vamos a escuchar a vosotros
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y a vosotras
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os cuento, aunque ya os van a contar
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vuestros profes, como funciona
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el concurso
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sabéis que hay modalidad A
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En la modalidad B, en la modalidad A, van los alumnos de secundaria de primero y segunda de ESO junto con los alumnos de iniciales de CEPA-Carañas, en efecto de alumnos.
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En la modalidad B, van los alumnos de tercero y cuarto junto con los alumnos de secundaria de nuestra CEPA.
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Vamos a hacerlo por turnos. Subirá primero la modalidad ALE, ALE, ALE, ALE, ALE, ALE, ALE, ALE, ALE, ALE, ALE, ALE.
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lo haremos así a diferencia de otros años
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para que sea más continuo
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ya habéis preparado todos la lectura
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que se va a leer por un lado narrativa
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y por otro lado poesía
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narrativa se van a leer dos cuentos
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de Horacio Quiroga
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que imagino que ya habéis leído
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y se van a leer de manera continuada
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cada uno, os miréis todos aquí
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a los cuentos como hacemos el sorteo
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y cada uno leerá más o menos
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un poquito más de un minuto
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porque vamos a cronometrar
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y a partir del pitido que marque el minuto tendréis que seguir leyendo hasta el punto, ¿vale?
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Hasta el siguiente punto, para que no quede entrecortada la lectura, ¿vale?
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Lo que sí que os voy a pedir es que para la narrativa no subáis con los libros,
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porque como ya hay uno aquí, que es el que vamos a ir marcando,
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no va a ser necesario para tener la gente de libros para arriba y para abajo.
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Y luego para la poesía, ¿sabéis qué?
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de cada uno de vosotros y de vosotras ha traído cinco poemas, ha seleccionado cinco poemas
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y los trae ensayados y demás. Cuando lleguéis aquí, sortearemos el poema que vais a leer.
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Os toca el 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24,
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un toque de años y por lo que me ha faltado en esta, tiene más batallas, ¿verdad? Lo
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que vamos a hacer ahora, mi chiquillo, va a ser sortear cuál va a ser el centro que
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va a ir la lectura, ¿vale? Los centros están numerados, de 1 al 8, ¿vale? Imaginemos que
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sacamos la papeleta y sale, qué sé yo, el 4. ¿Y es Gustavo Adolfo de? Vale, pues primero
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le diría
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los alumnos y las alumnas
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después de imaginar a Fría
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después a la musiquita, sueña
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joven y alzar
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y así, ese sería el orden
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¿vale?
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así que nada, asociados en orden
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y les invitamos a soñar, ¿no parece?
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¿sí?
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¿qué os está pasando?
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¿qué os está pasando?
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bueno, no
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no sé qué decir
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que estaréis la mayoría
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bastante nerviosos
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sobre todo si es vuestra primera vez y no pasa nada, porque bueno, luego se hace un par de meses y podréis volver otros años y no sé, está muy guay, es un recuerdo muy chulo y, bueno, estáis aquí en la clase, así que...
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Eso, pero todo eso es un favor.
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Muy importante, muy importante. Bueno, pues nada, nos cuidamos de ella, ¿verdad? Es un amigocente.
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Así es, Tarek.
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Pues va a empezar el de patalayas.
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Bien, papalañas, modalidad A, subimos todos los de la modalidad A, listos, todos los de primer y segundo de ESO y de iniciales.
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Suben todos, todos, todísimos, todos, todos.
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Gracias.
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Gracias.
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Juan Darío Corazo Quiroga.
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Aquí se cuenta la historia de un libre que se crió y educó entre los hombres
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y que se llamaba Juan Darío.
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Asistió cuatro años a la escuela vestido de pantalón y camisa
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y dio sus lecciones correctamente, aunque era un libre de las cerdas.
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Pero esto se debe a que su figura era de hombre,
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conforme se narra en las siguientes líneas.
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Una vez, al principio de otoño, la viruela visitó un pueblo de un país lejano
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y mató a muchas personas.
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Los hermanos perdieron a sus hermanitas
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y las criaturas que comenzaban a caminar quedaron sin padre ni madre.
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Las madres perdieron a su vez a sus hijos
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y una pobre mujer joven y viuda llevó a ella misma a enterrar a su hijito,
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Lo único que tenía en este mundo.
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Cuando volvió a su casa, se quedó sentada pensando en su chiquillo.
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Y murmuraba.
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Dios, debía de haber tenido más compasión de mí.
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Y me ha llevado a mi hijo.
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En el cielo podrá ver ángeles, pero mi hijo no los conoce.
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y a quien él conoce bien es a mí, pobre hijo mío.
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Y miraba a lo lejos, pues estaba sentada en el fondo de su casa,
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frente a un portoncito donde se vería la selva.
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Ahora bien, en la selva había muchos animales feroces
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que rugían a cada noche y al amanecer.
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Y la pobre mujer, que continuaba sentada,
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alcanzó a ver en la oscuridad una cosa chiquita y vacilante
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que entraba por la puerta, como un gatito
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que apenas tuviera fuerzas para caminar.
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La mujer se agachó y levantó en las manos un tibidecito de pocos días
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pues aún tenía los ojos cerrados.
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Y cuando el mísero cachorro sintió el contacto de las manos
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rurruyó de contento
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porque ya
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no estaba sola
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Pues ahora vamos a tener
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del 10 cortes de Cael
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a Maya primero
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y segundo vamos a tener a Juan también
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La madre tuvo
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largo rato sostenido en el aire
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aquel pequeño enemigo de los hombres
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aquella fiel indefensa
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que tan fácil hubiera sido exterminar
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Pero quedó pensativa ante el desválido cachorro que venía quien sabe de dónde y cuya madre conservidad había vuelto
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Sin pensar bien en lo que hacía, llegó al cachorrito a su seno y lo rodeó con sus grandes manos
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Y el tigrecito, al sentir el calor del pecho, buscó postura cómoda, lo unió tranquilo y se reunió con la garganta adherida al seno maternal
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La mujer, pensativa siempre, entró en la casa, y en el resto de la noche, al ver los
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genitos y al ver el cachorrito, y al ver cómo buscaba su seno con los ojos cerrados, sintió
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su corazón herido que, ante la suprema ley del universo, una vida equivale a otra vida.
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Y dio de mamá el tibiecito.
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El cachorro estaba salvado, y la madre le halla un inmenso consuelo, tan grande su consuelo
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que vio con terror el momento en que aquel le sería arrebatado,
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porque si se llegaba a saber en el pueblo que ella me ha matado un ser salvaje,
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mataría con seguridad a la pequeña fiera.
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¿Qué hace el cachorro, suave y cariñoso, pues jugaba con ellas en su pecho, era ahora su propio hijo?
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En estas circunstancias, un hombre que una noche de lluvia pasaba corriendo ante la casa de la mujer, oyó un gemido áspero, el rango gemido de las fieras que, aun recién nacidas, sobresaltan al ser humano.
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El hombre se detuvo bruscamente y mientras buscaba a tiendas el revólver, golpeó la puerta.
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La madre, que había oído los pasos, corrió loca de angustia a ocultar al tigrecito en el jardín,
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pero su buena suerte quiso que al abrir la puerta del fondo se hallara ante una mansa,
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vieja y sabia serpiente que le cerraba el paso.
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La desgraciada mujer iba a gritar de terror cuando la serpiente habló así.
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Nada temas, mujer, le dijo.
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Tu corazón de madre te ha permitido salvar una vida en el universo,
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donde todas las vidas tienen el mismo valor,
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pero los hombres no te comprenderán y te rematarán tu nuevo hijo.
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Nada temas, ve tranquila, desde este momento tu hijo tiene forma humana, nunca lo reconocerán.
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Forma su corazón, enseñarás el pueblo como tú, y él no sabrá jamás que no es hombre.
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Ahora de la gente, de Elías Gustavo de Ochoa Becker, vamos a tener primero a Sofía y luego a Andrea.
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A menos que una madre entre los hombres lo abuse, a menos que una madre no le exija que devuelva su sangre por lo que tú has dado por él, tu hijo será siempre digno de ti.
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—Ve tranquila, madre, y apresúrate, que el hombre va a echar la puerta abajo.
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La madre creyó a la serpiente, porque en todas las religiones de los hombres la serpiente conoce el misterio de las vidas que ocurren en los mundos.
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Fue, pues, corriendo a abrir la puerta, y el hombre, furioso, entró con el revolver en la mano y buscó por todas partes sin hallar nada.
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Cuando salió, la mujer abrió, temblando, el rebozo bajo la cual ocultaba el tigrecito sobre su seno
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Y, en su lugar, vio a un niño que dormía tranquilo
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Traspasada la delicia, logró un largo rato el silencio sobre su salvaje hijo en su hogar
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La anima de gratitud, que doce años más tarde, ese mismo hijo debía pagar con sangre sobre su trono
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Pasó el tiempo
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El nuevo niño necesitaba un baúl, se le puso Juan Darién
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Necesitaba alimentos, ropa, calzado
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Se le dotó de todo, para lo cual la madre trabajaba día y noche
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Ella era aún muy joven y podía haberse vuelto a casar, si hubiera querido
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Pero le bastaba el amor entrañable de su hijo
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Amor que ella devolvía con todo su corazón
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Cuando alguien era, efectivamente, digno de ser querido, noble, bueno y generoso, como nadie, por su madre en particular, tenía una veneración profunda.
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No mentía jamás. ¿Acaso por ser un ser salvaje en el fondo de su naturaleza?
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es posible, pues, no se sabe aún qué influencia puede tener un animal recién nacido, la pureza, de un arma o bebida, con la leche del seno de una santa mujer.
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De este es Martina García.
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¿Lo lees tú? ¿Te presenta?
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Venga.
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¿Ven, mira?
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¿Te presentas?
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Sí.
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¿Ven?
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¿Va?
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Tal era Juan Dalí, que iba a la escuela con los chicos de su edad, los que se burlaban
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a menudo de él, a causa de su pelo áspero y su timidez. Juan Dalí no era muy inteligente,
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pero compensaba esto con su gran amor al estudio. Así las cosas, cuando la criatura
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y a cumplir 10 años, su madre murió. Juan Darién sufrió lo que no es decir, hasta
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que el tiempo apacipó su pecho. Pero fue en adelante un muchacho triste que solo deseaba
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instruirse. Algo debemos confesar ahora. A Juan Darién
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no se le amaba la historia. La gente de los pueblos en que trabajaba en la selva no le
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gustan los muchachos demasiado generosos y que estudian con todo el alma. Era además
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el primer alumno de la escuela. Este conjunto precipitó el desenlace con un acontecimiento
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que dio razón a la profecía de la secundaria. Aprovechaba ser el pueblo a celebrar una gran
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fiesta y de la ciudad distante había nombrado fuegos a las misiones.
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Gracias.
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Tratando de no, tratando de no, y la lengua se le trajo con un sonido extraño.
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El inspector observó a la persona con las rodadas, y habló enseguida de la mujer.
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¿Quién es este muchacho? Le preguntó.
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¿De dónde ha salido?
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Se llama Patariel, respondió el maestro, y lo vio una mujer que ya ha muerto, que nadie sabe de dónde ha venido.
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Ella extrañó, muy extraño, lo dijo el inspector, observando el crema ácido y el desgrosado que tenía donde estaba la zona.
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En el sector sabías que en el mundo hay cosas mucho más extrañas que las que nadie puede inventar.
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Y sabía al mismo tiempo que con las preguntas a Juan Daniel nunca podría ver.
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Esto es un animal salvaje.
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Vale, pues de 10 en Agustín de Guadalix, primero va el director.
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Pero así como hay hombres
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que en estados especiales recuerdan
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cosas que les han pasado a sus abuelos
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así era también posible
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que bajo una sugestión
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hipnótica
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cuando alguien recordara
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su vida debe estar salvado
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y los chicos que vean esto
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y no sepan de qué se habla
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pueden preguntarlo a las personas de antes
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Por lo cual, el inspector subió a la carina y habló así.
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Bien, niño, deseo ahora que uno de ustedes nos describa la selva.
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Ustedes se han pillado casi en ella.
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Y la comuna dice, ¿cómo es la selva?
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¿Qué pasa en ella?
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Esto es lo que quiero saber.
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Vamos a ver, añadió dirigiéndose a un alumno como quiera.
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Subió a la carina y contamos lo que había visto.
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El chico subió y aunque estaba asustado, habló un rato.
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Dijo que en el bosque hay árboles vivantes, envergaderas y florecidas.
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Luego concluyó con su próximo chico a la tarira.
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Después otro.
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Vale, ahora tenemos a Carlos.
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Muy bien.
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Y aunque todos conocían bien la selva, respondieron lo mismo, porque los chicos y muchos hombres
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no cuentan lo que ven, sino lo que han leído sobre lo mismo que acaban de ver.
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Y al fin el inspector dijo, ábrale todo al alumno Juan Darío.
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Juan Darío cuando subió a la tarifa, se sentó y dijo más o menos lo que nosotros,
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Pero el inspector, poniéndole la mano sobre el hombro, exclamó.
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—No, no. Quiero que tú recuerdes bien lo que has visto. Cierra los ojos.
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Juan Darien cerró los ojos.
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—Bien —prosiguió el inspector—. Dime lo que ves en la selva.
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Juan Darien, siempre con los ojos cerrados, demostró con un instante y contestó.
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—No veo nada —dijo al fin.
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Pronto va a salir, figurémonos en que son las tres de la mañana
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Poco antes del amanecer, hemos concluido de comer
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Por ejemplo, estamos en la selva, en la oscuridad
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Delante de nosotros hay un arroyo, ¿qué ves?
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Vale, pues ahora vamos a tener del T.I. Sansueña a la
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Juan Galien pasó otro momento en silencio
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Y en la clase y en el bosque próximo había también un gran silencio
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De pronto Juan Galien se estremeció
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Y con voz lenta, como si soñara, dijo
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Veo las piedras que pasan y las ramas que se doblan
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Y el suelo
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Y veo las hojas secas que se quedan aplastadas sobre las piedras
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Un momento le interrumpió el escritor
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Las piedras y las hojas que pasan, ¿a qué altura las ves?
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El inspector preguntaba eso porque si Juan Dalien estaba viendo efectivamente lo que él hacía en la selva cuando era un animal salvaje e iba a beber después de haber comido,
00:29:23
veía también que las piedras que encuentra un tigre o una pantera que se acerca muy agachados al río pasan a la altura de los ojos.
00:29:34
Y repitió, ¿a qué altura ves las piedras? Y Juan Dalien, siempre con los ojos cerrados, respondió,
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Pasan sobre el suelo, rostran las orejas y las hojas sueltas se mueven con el aliento
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Y siento la humedad del barro
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La voz de Juan Darien se cortó
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¿En dónde?
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Preguntó con voz firme el inspector
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¿Dónde sientes la humedad del agua?
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En los bigotes
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Dijo con voz ronca Juan Darien, abriendo los ojos espantado
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Comenzaba el crepúsculo y por la ventana se veía a sete de la selva, ya lo brega
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Los alumnos no comprendieron lo terrible de aquella evocación
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Pero tampoco se rieron de esos extraordinarios bigotes de Juan Dalia
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Pero no tenía bigote alguno
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Y no se rieron porque el rostro de la criatura estaba pálido y ansioso
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La clase había concluido
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El inspector no era un mal hombre
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Pero, como todos los hombres que viven muy cerca de la selva, odiaba ciegamente a los tigres
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Por lo cual, dijo en voz baja al maestro
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Es preciso matar a Juan Darío, es una fiebre del bosque, posiblemente un tigre
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Debemos matarlo, porque si no, él tarde o temprano nos matará a todos
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Hasta ahora, su mandante fiera no ha despertado
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Pues, tenemos, tenemos a Delvilla de Goeña, a Saúl
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Pero explotará algún día u otro y debemos pues matarlo
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La dificultad está en que no podemos hacerlo mientras tenga forma humana
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Porque no podremos probar ante todos que es un pie
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Parece un hombre y con los hombres hay que proceder con cuidado
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Yo sé que en la ciudad hay un domador de fieras
00:32:00
Llamémoslo y él hará modo de que Juan Darién vuelva a su cuerpo de tigre.
00:32:05
Y aunque no pueda convertirlo en tigre, las gentes nos creerán y podemos echarlo a la selva.
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Llamémosle y se rida a Tomador, antes de que Juan Darién se escapa.
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Pero Juan Darién pensaba en todo, en ser escapase, porque no se daba cuenta de nada.
00:32:23
¿Cómo podía creer que él no era un hombre, cuando jamás había sentido otra cosa que amor a todos,
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y ni siquiera tenía odio a los animales dañinos?
00:32:36
Mas las voces fueron corriendo de boca en boca, y Juan Darío comenzó a sufrir sus efectos.
00:32:40
No le respondían una palabra, se apartaban vivamente a su paso, y lo seguían desde lejos de noche.
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¿Qué tendré? ¿Por qué son así conmigo? Se preguntaba Juan Darío.
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que ya no solamente vivían de él, sino que los muchachos le gritaban
00:33:13
¡Fuera de aquí! ¡Vuélvete donde has venido! ¡Fuera!
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Los grandes también, las personas mayores, no estaban menos enfurecidas que los muchachos
00:33:21
¿Quién sabe qué llega a pasar si la misma tarde de la fiesta no hubiera llegado por fin el ansiado domador de filas?
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Cuando Darien estaba en su casa preparándose la pobre sopa que tomaba
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cuando oyó la gritería de las gentes que avanzaban precipitadas hacia su casa.
00:33:39
Apenas tuvo tiempo de salir a ver qué era.
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Se apoderaba de él, arrastrándolo hasta la casa del domador.
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—¡Aquí está! —gritaba, sacudiéndolo.
00:33:54
—¡Es este! ¡Es un tigre! ¡No queremos saber nada con tigres!
00:33:56
¡Quítenle su figura de hombre y lo mataremos!
00:34:01
Y los muchachos, sus condiscípulos, a quienes más querían y las mismas personas viejas, gritaban
00:34:03
¡Es un tigre! ¡Juan Darién nos va a devorar! ¡Muera Juan Darién!
00:34:31
Juan Darién protestaba y lloraba porque los golpes rovían sobre él
00:34:37
Y era una criatura de doce años. Pero en ese momento la gente se apartó y el domador, con grandes botas de charol, levita roja y un látigo en la mano, surgió ante Juan Daniel.
00:34:42
El domador lo miró fijamente y apretó con fuerza el puño del látigo.
00:34:56
—¡Ah! —exclamó—, te reconozco bien. A todos puedes engañar, menos a mí. Te estoy viendo, hijo de tigres. Bajo tu camisa estoy viendo las rayas del tigre.
00:35:00
Fuera la camisa y traigan los perros cazadores. Veremos ahora si los perros se reconocen como hombre o como tigre.
00:35:14
En un segundo arrancaron toda la ropa a Juan Gabriel y lo arrojaron dentro de la jaula para fieras.
00:35:22
Y ahora, ya va.
00:35:35
Suelten a los perros pronto, gritó el domador, y encomiéndate a los dioses de tu selva, Juan Darien.
00:35:41
Y cuatro feroces perros cazadores de tigres fueron lanzados dentro de la jaula.
00:35:49
El domador hizo esto porque los perros reconocen el olor del tigre.
00:35:55
Y en cuanto enfatearan a Juan Darien sin ropa, lo harían pedazos, pues podrían ver con sus ojos de perros cazadores las rayas de tigre ocultas bajo la piel de hombre.
00:36:00
Pero los perros no miran otra cosa que Juan Darien, que el muchacho bueno que quería estar los mismos animales de aquí.
00:36:14
Y movía paciente la gora de Oletro.
00:36:22
¡De volarlo! ¡Es un tigre! ¡Toca, toca! gritaban los perros. Y los perros ladraban y saltaban enloquecidos por la jaula, sin saber a qué atacar. La prueba no había dado resultado. ¡Muy bien! exclamó.
00:36:25
Bien, pues ahora vamos, mismos de que antes, con la modalidad B, ¿vale? Con los mayores de tercero y cuarto. Así que empezamos con el TEPA Atalayas. Tenemos a Adrián Barroso.
00:38:13
Adrián Barroso no ha podido.
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¿No ha podido venir?
00:38:28
No, no ha podido venir.
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Vale, pues venga, Sara.
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Muy bien, exclamó el domador
00:38:33
Estos son perros bastardos
00:38:42
De casta de tigre
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No le reconoce
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Pero yo te reconozco, Juan Dariel
00:38:47
Y ahora nos vamos a ver nosotros
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Y así, diciendo, entró él en la jaula y levantó el látigo
00:38:52
¡Tigre! gritó
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Estás ante un hombre y tú eres un tigre
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Allí estoy viendo, bajo tu piel robada de hombre, las rayas de tigre
00:39:01
¡Muestra las rayas! Él cruzó el cuerpo de Juan Mariel, un feroz latigazo. La pobre criatura desnuda lanzó un alarido de dolor, mientras las gentes enfurecidas repetían.
00:39:05
¡Muestra las rayas de tigre! Durante un rato prosiguió el artroz, suplicó, y no deseó que los niños que me oyen vean martirizar de este modo a ser alguno.
00:39:16
Por favor, me muero, clamaba Juan Daniel. Muestra las rayas, le respondía. Por fin el suplicio concluyó. En el fondo.
00:39:30
Vale, pues entonces vamos con el I.S. Cortés de Cádiz. Tenemos al gol.
00:39:55
En el fondo de la jaula, arrinconado, aniquilado en un rincón, solo quedaba su cuerpecito
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sangriento de un niño, que había sido Juan Darío. Vivía aún y aún podía caminar
00:40:13
cuando se le sacó de allí. Pero lleno de tales sufrimientos como nadie lo sentiría
00:40:17
nunca. Lo sacaban de la jaula y empujándolo por el medio de la calle, lo echaban del pueblo.
00:40:23
Iban cayéndose a cada momento
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Y detrás de él iban los muchachos
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Las mujeres y los hombres maduros
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Empujándolo
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¡Fuera de aquí, Juan Dalien!
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¡Vuélvete a la selva, hijo de tigre y corazón de tigre!
00:40:37
¡Fuera, Juan Dalien!
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Y los que estaban lejos y no podían pegarle
00:40:42
Le tiraban piezas
00:40:44
Juan Dalien cayó del todo
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Por fin, teniendo en busca de apoyo
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Sus pobres manos de alivio
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Y su cruel destino quiso una mujer
00:40:52
Que estaba parada en la puerta de su casa
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Sosteniendo en los brazos
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ahora no son de criatura, interpretar a mal es además de súplica.
00:40:57
Me he querido robar a mi hijo, gritó la mujer, ha tenido las manos para matarlo, es un tigre,
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matémosle enseguida, antes de que le mate a nuestros hijos.
00:41:07
Vale, pues ahora vais a ver.
00:41:17
Así dijo la mujer, y de este modo se cumplía la profecía de la suciedad.
00:41:34
Juan Darién moriría cuando una madre de los hombres le exigiera la vida y el corazón de hombre que otra madre le había dado con su pecho.
00:41:39
No era necesaria otra acusación para decidir a las gentes enfurecidas.
00:41:47
Y veinte brazos con piedras en la mano se levantaban ya para aplastar a Juan Darién, cuando el domador ordenó desde atrás con un dedo en cara.
00:41:52
Marquémoslo con rayas de fuego, quemémoslo en los huevos artificiales.
00:42:00
Ya comenzaba a oscurecer y cuando llegaron a la plaza era noche cerrada.
00:42:05
En la plaza habían levantado un castillo de fuegos de artificio, con ruedas, colonas y luces de mircada.
00:42:10
Ataron en lo alto del centro a Juan Darien y prendieron la mecha desde un extremo.
00:42:16
El hilo de fuego corrió velozmente subiendo y bajando y encendió el castillo entero,
00:42:21
que entre las estrellas fijas y las ruedas gigantes de todos colores
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se vio allá arriba a Juan Dalí en santificado.
00:42:31
Ahora vamos con el guías Gustavo Adolfo Bécquer, tenemos a Adrián.
00:42:45
Es tu último día de hombre, Juan Dalí, claro para todos.
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Muestra las rayas.
00:43:01
Perdón, perdón, me quitaba la cría de unidad, retorciéndose entre las chispas y las nubes de humo.
00:43:03
Las ruedas amarillas, rojas y verdes giraban vertiginosamente,
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unas a la derecha y otras a la izquierda.
00:43:11
Los chorros de fuego tan agente trazaban grandes circunferencias y en el medio, quemado por los regueros de chispas que cruzaban el cuerpo, se retorcía Juan Marín.
00:43:14
¡Muestra las rayas! rugían a un de abajo. ¡No, perdón, yo soy hombre!
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Tuvo un tiempo de clamar la infeliz criatura y tras un nuevo surco de fuego se pudo ver que su cuerpo se sacudía convulsivamente,
00:43:28
que sus temidos adquirían un timbre profundo de ronco, y que su cuerpo cambiaba poco a poco de forma,
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y la muchedumbre, con un grito salvaje de triunfo, pudo ver surgir por fin, bajo la piel del hombre,
00:43:43
las rabias negras, paralelas y fatales del tigre.
00:43:50
La atroz obra de crueldad se había cumplido, habían conseguido lo que querían.
00:43:55
En vez, la criatura, inocente de toda culpa, allá arriba no había sino un cuerpo de tigre que agonizaba rugiendo.
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Las luces de venganza se iban también apagando.
00:44:06
Un último chorro de chispas con que moría una vez alcanzó la sombra atada a las muñecas.
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No, a las patas del tigre, pues Guantariena había concluido.
00:44:34
Y el cuerpo cayó pesadamente al suelo.
00:44:37
Las gentes lo arrastraron hasta la linde del bosque, abandonándolo allí para que los chacales devoraran su cadáver y su corazón de fiera.
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Pero el tibre no había muerto. Con la frescura nocturna volvió en sí y arrastrándose presa de horribles tormentos se internó en la selva.
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Durante un mes entero no abandonó su guarida en lo más túpido del bosque, esperando con sombría paciencia de fiera que sus heridas curaran.
00:44:56
Todas cicatrizaron por fin, menos una, una profunda quemadura en el costado,
00:45:06
que no cerraba y que el tigre vendó con grandes hojas,
00:45:11
porque había conservado de su forma recién perdida tres cosas,
00:45:14
el recuerdo vivo del pasado, la habilidad de sus manos que manejaba como un hombre,
00:45:17
y el lenguaje.
00:45:23
Pero en el resto, absolutamente en todo, era una fiera,
00:45:24
que no se distinguía en lo más mínimo de los otros tigres.
00:45:28
Bueno, pues desde ahí, Martina García, tenemos a Lucía.
00:45:35
Cuando se sintió por fin curado, pasó la voz a los demás pijes de la selva para que esa misma noche se reuniera delante del gran cañaberal que lidaba con los cultivos.
00:45:49
Y al entrar la noche, se encaminó silenciosamente al pueblo.
00:45:58
El pueblo era uno de los alrededores y esperaba a algún tiempo inmóvil.
00:46:01
Vio pasar bajo él, sin quedarse a mirar siquiera, pobres mujeres y labradores fatigados, de aspecto miserable, hasta que al fin vio avanzar por el camino a un hombre de grandes botas y de venta roja.
00:46:05
El tigre no movió una sola ramita al recogerse para saltar. Saltó sobre el tomador, dio la mano al caballo del ego desmayado y, cogiéndolo entre los dientes con la cintura, lo llevó sin acelerar hasta el focal.
00:46:16
Allí, al ver las hermosas cañas, se alcanzaban invisibles, estaban los tigres de la selva moviéndose en la oscuridad,
00:46:28
y sus ojos brillaban como luces que iban de un lado para el otro.
00:46:35
El hombre prosiguió a desmayar. El tigre dijo entonces,
00:46:39
—Hermanos, yo he venido a cearles entre los hombres con el hombre mismo, y yo, lo mismo, soy un tigre.
00:46:42
Tal vez pueda conmigo proceder, por lo menos hasta aquí, estaba el santo.
00:46:48
Vale. Le toca a Marta.
00:47:00
Hermanos, esta noche rompo el último lazo que me diga el pasado, y después de hablar así, recogí el abocalón, que proseguía a desmayar, y trepó con él a lo más alto del cañaveral, donde lo dejó atado entre dos bambúes.
00:47:12
Luego prendió fuego a las hojas secas del suelo, y pronto una llamarada crujienta se dio.
00:47:25
Los tigres retrocedían espantados ante el fuego, pero el tigre les dijo, ¡Hazle manos! Y aquellos se vaciaron, sentándose de vientre con las patas cruzadas a mirar. El cucar ardía como un inmenso castillo de artificio. Las cañas estañaban como bombas y sus bases se cruzaban en aguadas flechas de color.
00:47:30
Las llamaradas ascendían en bruscas y sordas mocanas, dejando bajo ella lívidos huevos, y en la cúspide, donde aún no llegaba el fuego, las cañadas se balanceaban crísticas por el calor.
00:47:50
Pero el hombre, tocado por las llamas, había vuelto en sí. Vio allá abajo los tigres con los ojos cárdenos alzados a él, y comprendió todo.
00:48:02
—¡Perdón, perdóname! —aulló retrocediéndose.
00:48:10
Vale, pues del IES San Agustín de Guadalix tenemos a Paloma
00:48:13
Pido perdón por todo, nadie contestó
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El hombre se sintió entonces abandonado de Dios y gritó con toda su alma
00:48:37
Perdón Juan Darién, al oír esto, Juan Darién alzó la cabeza y dijo fríamente
00:48:41
Aquí no hay nadie que se llame Juan Darién, no conozco a Juan Darién
00:48:46
Este es un nombre de hombre y aquí somos todos tigres
00:48:50
y volviéndose a sus compañeros, como si no comprendiera, preguntó
00:48:54
¿Alguno de ustedes se llama Juan Daniel?
00:48:58
Pero ya las llamas habían abrasado el castillo hasta el cielo
00:49:01
y ante las agudas luces de bengala que entrecruzaban la pared ardiente
00:49:04
se pudo ver allá arriba un cuerpo negro que se quemaba lejano.
00:49:08
Ya estoy pronto, hermanos, dijo el tigre, pero aún me queda algo por hacer.
00:49:12
Y se encaminó de nuevo al pueblo, seguido por los tigres sin que él lo notara.
00:49:16
Se detuvo ante un pobre y triste jardín, saltó a la pared y, pasando al costado de muchas cruces y lápidas, fue a detenerse ante un pedazo de tierra sin ningún adorno, donde estaba enterrada la mujer a quien había llamado madre ocho años.
00:49:22
Tenemos ahora a Diana.
00:49:47
Se arrodilló como un hombre y durante un rato no se vio nada.
00:49:56
madre, murmuró por fin el tigre
00:50:03
con profunda ternura
00:50:05
tú sola supiste, entre todos los hombres
00:50:06
los sagrados derechos a la vida
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de todos los seres del universo
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tú sola comprendiste que el hombre
00:50:12
y el tigre se diferencian únicamente
00:50:15
por el corazón
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y tú me enseñaste a amar, a condenar
00:50:18
a perdonar
00:50:21
madre, estoy seguro de que me odias
00:50:22
soy tu hijo siempre
00:50:25
a pesar de lo que me pase
00:50:26
en adelante, pero de ti solo
00:50:28
adiós, madre mía
00:50:31
y viendo incorporarse los ojos cálidos de sus hermanos que lo observaban tras la tarde,
00:50:33
se unió otra vez a ellos.
00:50:39
El viento caído y de trago, en ese momento, desde el fondo de la noche, el estampido lo hundió.
00:50:41
—Es en la selva —dijo el tigre—, son los hombres, están cazando, matando, degollando.
00:50:49
Volviéndose entonces hacia el pueblo que dominaba el reflejo de la selva,
00:50:55
la femina exclamó, —¡Raza sin redención!
00:50:59
Ahora vamos a tomar la licencia, si os parece, como queda, un poquitito para determinar este relato,
00:51:03
para que el siguiente lector pueda empezar el siguiente relato de principio.
00:51:21
Bueno, pues, nos pasamos.
00:51:24
Venga, ¿podrías hacer lo que quieras?
00:51:27
Vale.
00:51:29
Y retornando a la tumba en que acababa de dar, arrancose de un manotón la venda de la herida
00:51:31
y escribió en largos con su propia sangre
00:51:39
en grandes carácteres
00:51:41
debajo del nombre de su madre
00:51:42
y Juan Dariel
00:51:44
ya estamos en paz, dijo
00:51:45
y enviando con sus hermanos
00:51:48
un rugido de desafío al pueblo aterrado
00:51:50
concluyó, ahora a la selva
00:51:52
y tigre para siempre
00:51:55
Bueno, pues nos toca
00:51:56
del Cip Sansueña
00:52:06
a...
00:52:07
Ah, no, del Cip Sansueña no tenemos
00:52:10
moda de cabez
00:52:11
así que vamos directamente con Emilia de Coeña
00:52:13
Tenemos a Aceria.
00:52:15
Anaconda, Horacio Quiroga.
00:52:21
Era las diez de la noche y hacía un calor estocante.
00:52:23
El tiempo cargado pesaba sobre la selva, sin un robo de viento.
00:52:26
El fibro de carbón se entrabía de vez en cuando en solos de una parte del extremo a otra del horizonte.
00:52:29
Pero el chubasco silbante del sur estaba muy lejos.
00:52:35
Por un centro de vacas en pleno estabilio blanco, avanzaba León, León-Cerro-Londra,
00:52:38
por la altitud genérica de las víboras.
00:52:43
Era una hermosísima llanera de un metro y cincuenta, pero los negros ángeles se sufrían con él cortados en el cielo.
00:52:45
Escaba por el estómago, avanzaba tanteando a la seguridad del terreno con la lengua, que los oficios reemplazaban perfectamente a los dedos.
00:52:52
Iba de gaza. Al llegar a un cruce, el sendero se detuvo.
00:53:01
Se arrolló prolijamente sobre sí misma, reuniéndose aún, un momento acomodándose y después bajar la cabeza a nivel de sus anillos.
00:53:04
Asentó la matrícula inferior y espiró inmóvil.
00:53:11
Minutos tras minutos, esperé cinco horas.
00:53:14
Al cabo de este tiempo, continuaba el igual de memoria.
00:53:17
Mala noche. Comenzaba a romper el día y iba a retirarse.
00:53:21
Cuando cambió de vida.
00:53:24
Vale, pues ahora a la piscina.
00:53:33
Sobre el cielo limpio de este se recordaba una musa sombra.
00:53:40
Quisiera pasar cerca de la casa, se dijo a la llanada.
00:53:44
Hace días que siento ruido y está en este, en esta la piscina.
00:53:47
Y marchó prudentemente hacia la sombra. La casa a que hacía referencia la acelerada era un viejo edificio de tarnas rodeado de corredores y todo blanqueado. En torno se levantaba dos o tres rampones.
00:53:50
Desde tiempo, el memorial al edificio había estado deshabitado. Ahora se sentían riegos insólitos, golpes de fierros, rueduchos de caballo, puntos de cosas en que traducía al alemo de presencia del hombre.
00:54:02
Mal asunto, pero era preciso asegurarse y la chorada lo hizo mucho más pronto de lo que hubiera querido.
00:54:13
Un equívoco ruido de puerta abierta llevó a sus oídos.
00:54:20
La víbora hirió la cabeza y mientras notaba una rima de calidad en el horizonte, anunciaba la aurora.
00:54:23
Vio una puesta sombra, arte de robusta, cansado hacia ella.
00:54:29
Oyó también el ruido de las pizarras, el golpe seguro, freno, enormemente distanciado,
00:54:33
que denunciaba también a la lengua del río.
00:54:38
El hombre humilló la chorada.
00:54:40
Vale, pues nuestra última participante es Camila de Elie César.
00:54:43
Y rápida como el rayo se arrojó un cuadro.
00:54:55
La sombra estuvo sobre ella, un enorme pie caía a su lado,
00:55:02
y la hialara, con toda la violencia de un ataque al que jugaba la vida,
00:55:05
lanzó la cabeza contra ello y la recogió a la posición anterior.
00:55:09
El hombre se detuvo. Había creído sentir un golpe en las botas.
00:55:13
Miró el brillo a su alrededor sin mover los pies de su lugar.
00:55:17
Pero nada vio la oscuridad, apenas flota, por el barco día naciente y silla de gato.
00:55:20
Pero Lancelota vio que la casa comenzaba a vivir, esta vez real y efectivamente con la vida del hombre.
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La llorará, emprendió la retirada en su cubil llevando consigo la seguridad de aquel acto nocturno.
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No era sino el prólogo, de una gran drama a desarrollarse en breve.
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Al día siguiente, la primera reputación de Lancelota fue el peligro con la llegada del hombre.
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se cernía sobre la familia entera.
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Hombre y devastación son sinónimos
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desde el tiempo inmemorial
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en el pueblo entero de los animales.
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Para las víboras en particular,
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el desastre se personificaba en dos horrores.
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El machete, escudriñado,
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revolviendo el vientre mismo de la selva
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y el fuego aniquilando el bosque enseguida.
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Y con él, recónditos cúbiles.
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Vale, pues con esto concluimos
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el final de la narrativa
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de ambas modalidades
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y ahora vamos a pasar a la poesía
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vamos con modalidad A
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aquí si queréis subir con vuestro
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ejemplar porque tenéis localizados vuestros poemas
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les lo pongo
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claro, así que
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voy a volver a vuestro sitio
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y como hemos dicho antes
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cada participante va a elegir una lanza del 1 al 5
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a ver qué poema de los niños le toca
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y el que le toca pues lo va a elegir
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Subido este la modalidad A, de primer y segundo, que os toca ya una vez.
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Si tenéis una palita de vuestro problema, por favor.
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- Idioma/s:
- Idioma/s subtítulos:
- Autor/es:
- CEPA ATALAYAS
- Subido por:
- Tic cepa elmolar
- Licencia:
- Reconocimiento - No comercial - Compartir igual
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- Fecha:
- 12 de abril de 2023 - 13:18
- Visibilidad:
- Público
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- https://www.educa2.madrid.org/web/centro.cepa.elmolar
- Centro:
- CEPAPUB EL MOLAR
- Duración:
- 57′ 50″
- Relación de aspecto:
- 1.78:1
- Resolución:
- 1280x720 píxeles
- Tamaño:
- 412.21 MBytes