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Hacer de tripas corazón
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Dietas insufribles, ejercicio diario, en ocasiones nuestro esfuerzo por perder peso, se convierte en una auténtica carrera de fondo difícil de ganar. ¿Por qué es tan difícil perder esos kilos de más? ¿Qué es lo que determina nuestro peso?
La clave puede estar en los microbios que habitan en nuestro intestino. Ellos pueden ser cruciales para determinar quién es obeso y quién esbelto. Los investigadores están buscando pistas sobre lo que determina nuestro peso. Los microbios y el entorno en el que viven, conforman nuestro mundo interior, conocido como “microbioma” que desempeña un papel principal en nuestro sistema inmune.
Nuestra vida y nuestra salud, nuestro cuerpo, son paraísos para las bacterias. Las tenemos en la piel, en la boca, y, sobre todo, en las tripas. El vínculo entre nuestra dieta, nuestros microbios y nuestro peso quedó demostrado por primera vez hace menos de una década. Las bacterias intestinales no son sólo una señal de la obesidad: podrían ser una de sus causas. Nuestro microbioma intestinal es como un huerto. Los científicos están descubriendo que es crucial tener un amplio abanico de especies. Las personas obesas tienen, en general, un microbioma menos rico y diverso que las personas delgadas.
La clave puede estar en los microbios que habitan en nuestro intestino. Ellos pueden ser cruciales para determinar quién es obeso y quién esbelto. Los investigadores están buscando pistas sobre lo que determina nuestro peso. Los microbios y el entorno en el que viven, conforman nuestro mundo interior, conocido como “microbioma” que desempeña un papel principal en nuestro sistema inmune.
Nuestra vida y nuestra salud, nuestro cuerpo, son paraísos para las bacterias. Las tenemos en la piel, en la boca, y, sobre todo, en las tripas. El vínculo entre nuestra dieta, nuestros microbios y nuestro peso quedó demostrado por primera vez hace menos de una década. Las bacterias intestinales no son sólo una señal de la obesidad: podrían ser una de sus causas. Nuestro microbioma intestinal es como un huerto. Los científicos están descubriendo que es crucial tener un amplio abanico de especies. Las personas obesas tienen, en general, un microbioma menos rico y diverso que las personas delgadas.
No paramos de ganar kilos. Pero, ¿por qué son tan difíciles de perder?
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No tenemos una píldora mágica contra la obesidad.
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Los investigadores están buscando pistas sobre lo que determina nuestro peso.
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¡Oh, Dios mío!
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Y lo que están averiguando puede resultarnos sorprendente.
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Mi lema es, la culpa de todo la tienen mis microbios.
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Los microbios son unas criaturas diminutas que están en todas partes.
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Hay más microbios en este puñado de tierra que estrellas en todo el universo.
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Los microbios viven incluso dentro de nosotros, sobre todo en nuestros intestinos.
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Antes se pensaba que las bacterias eran el enemigo.
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Pero, ¿y si estos bichos que tenemos en la tripa fueran nuestros aliados?
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Son absolutamente cruciales a la hora de determinar quién es obeso y quién es velto.
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En nuestra batalla contra los kilos de más, ¿deberíamos aprender a fiarnos de lo que nos dicen nuestras entrañas?
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Me está entrando hambre.
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Adriana O'Regan está tratando de dilucidar un misterio. A pesar de todos sus esfuerzos
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por combatir la obesidad, hay una sencilla pregunta que la deja perpleja. ¿Por qué
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no he perdido más peso? Empecé a luchar contra el sobrepeso cuando me llegó la pubertad,
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pero desde entonces no he parado de engordar. Acabé pesando unos 150 kilos más o menos.
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Nunca tuve novio, ni siquiera me lo planteaba. Daba por hecho que nadie querría salir con
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una chica gorda. Con veintitantos años, Adriana estaba decidida a deshacerse de la etiqueta
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de chica gorda y de los kilos de más. Renuncié a la comida basura y empecé a ir al gimnasio,
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pero aún así no estaba perdiendo peso. Está comprobado que de cada 20 personas que empiezan
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a seguir una dieta y hacer ejercicio, 19 no consiguen perder peso. Hola, Adriana, ¿qué
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tal estás? Bien, ¿y usted? El experto en obesidad, Aria Sharma, cree que la mayoría
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de los médicos también están desconcertados con los esfuerzos de sus pacientes por perder
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peso. Vale, vamos a hablar de tu actividad. En el trabajo camino mucho y luego voy al
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gimnasio. El consejo que puede esperar la mayoría de pacientes cuando acude por un
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problema de sobrepeso es, come menos y muévete más. Ahora bien, todos los estudios demuestran
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que esto es tan eficaz como decirle a un paciente con depresión, venga, hombre, alegra esa
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cara. Aquí tenemos un ejemplo de alguien que va al gimnasio cuatro veces por semana
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y que cuenta y mide cada caloría que ingiere y a quien, sin embargo, le sobran 70 kilos.
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Entonces, ¿cómo se explica esa diferencia? No es solo una cuestión de ingesta de calorías.
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Se nos dice que tiene que ver sencillamente con la falta de voluntad, que ingerimos demasiadas
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calorías y no quemamos las suficientes, que tenemos que comer menos y hacer más ejercicio.
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Sin embargo, cuanto más ahondo en la cuestión, más me doy cuenta de que todo eso es una
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sarta de estupideces. Mi misión es intentar desterrar algunos de estos mitos sobre la
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obesidad. Vale, chicas, estos son los resultados del escáner corporal que os hemos hecho. El
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genetista Tim Spector lleva tiempo preguntándose por qué, mientras unos luchan con la báscula,
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otros se mantienen delgados, aun teniendo dietas similares. Ha hecho experimentos con gemelos
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idénticos, como Irene y Ángela, que comparten el mismo ADN, pero no la misma figura. En realidad,
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Angela tenía el doble de grasa que tú en la barriga internamente. Hay una diferencia.
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Hay personas que tienen una propensión genética a la obesidad, pero también sabemos que además
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de eso, hay otra cosa que hasta ahora no nos habíamos planteado seriamente. La pieza que
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falta del puzzle es algo que tenemos dentro. Y ese algo no solo influye en nuestra forma
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de comer, en lo que comemos, sino en nuestra forma de usar la energía de la comida. Y
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ese algo son los microbios. Son las criaturas a partir de las que evolucionamos. Estas diminutas
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criaturas no son visibles a simple vista. Pero cuando examinamos los microbios, nos
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damos cuenta de que forman un reino de la vida que ni nos imaginábamos. Los hay de
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todas las formas imaginables, desde pequeñas espirales hasta diminutos amasijos. Y algunos
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hasta tienen unas manitas ondulantes. Cada uno de nosotros tiene en el cuerpo unos 100
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billones de microbios. No podríamos vivir sin ellos. Y a día de hoy solo entrevemos
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una minúscula fracción de lo que son capaces de hacer. Estos increíbles organismos y el
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entorno en el que viven conforman nuestro mundo interior, conocido como microbioma.
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La investigación del microbioma es uno de los campos más prometedores de la biología.
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Pero va a ser necesario trabajar mucho para convertir todas esas promesas en realidades.
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Ed Jong ha escrito más artículos sobre los microbios que ningún otro periodista científico
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Encuentro que la investigación del microbioma es una disciplina muy subversiva
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Me encanta la idea de que unos organismos invisibles y tan diminutos tengan un impacto tan grande en nuestra vida
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Nuestra vida y nuestra salud, nuestro cuerpo, son paraísos para las bacterias
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Las tenemos en la piel, en la boca y sobre todo en las tripas
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Los microbios desempeñan un papel estelar en nuestro sistema inmune
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Sin embargo, en su lucha contra las enfermedades, la medicina moderna los ha convertido en los malos de la película
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Antes se pensaba que las bacterias eran el enemigo
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Estábamos casi permanentemente en pie de guerra
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Tenemos que entender cómo convivir con las bacterias en vez de tratarlas simplemente como el enemigo
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¿Esas lechuguillas de la esquina?
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Sí, en esa superficie
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En las tierras baldías del suroeste de Texas, el antropólogo Jeff Leach está al acecho...
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Necesitamos ocho o diez, lo ideal sería una docena. Me está entrando algo de hambre.
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...con la esperanza de ahondar en el vínculo entre la dieta y los microbios.
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He venido con mi amigo Greg para buscar una planta de la que se alimentan los diminutos microbios que han tenido los nativos americanos en los intestinos desde tiempos inmemoriales.
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Está tratando de descubrir una civilización perdida.
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Bien, aquí están
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Las bacterias beneficiosas que vivían antiguamente en nuestras tripas
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Esto es lo que veníamos buscando, esta especie concreta de agave
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Esta planta ha existido en el desierto de Chihuahua desde que existe el desierto
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Básicamente es pura fibra dietaria
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Hay una parte que se te queda entre los dientes
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Pero la mayoría es soluble, así que va a parar a las profundidades de nuestro colon
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donde las bacterias pueden fermentarla y usarla de alimento
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Una de las cosas que nos hemos propuesto averiguar es cómo afecta a nuestro microbioma
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Si lo cocinas toda la noche en un hoyo como este, acaba adoptando un formato comestible y de hecho está delicioso
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El vínculo entre nuestra dieta, nuestros microbios y nuestro peso quedó demostrado por primera vez hace menos de una década
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en un estudio estadounidense que saltó a los titulares en todo el mundo
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Es uno de mis estudios favoritos sobre el microbioma, en el quedó demostrado que tanto en el caso de los humanos
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como en el de los ratones, los sujetos obesos tenían comunidades de bacterias diferentes
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de las de los sujetos delgados. Los investigadores trasplantaron microbios humanos en unos ratones.
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Extrajeron bacterias de personas obesas y delgadas y se las trasplantaron a unos ratones
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libres de gérmenes que carecían de microbios. Y los ratones que recibieron bacterias de
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los humanos obesos ganaron más peso que los que recibieron bacterias de humanos delgados.
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De hecho, los ratones con microbios de personas con sobrepeso ganaron más peso aún comiendo menos que los otros
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Había ya, pues, una prueba concluyente de que las bacterias intestinales no son sólo una señal de la obesidad
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Podrían ser una de sus causas
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Era un resultado apabullante
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Fue determinante para que la comunidad científica empezara a plantearse que quizá los microbios tuvieran un papel importante
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Nuestro microbioma intestinal es como un huerto
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Todos llevamos dentro un terreno que es el entorno intestinal.
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Todos queremos cultivar una serie de plantas que son los microbios.
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Hay microbios buenos, que son los microbios saludables,
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y otros que son malos, como pueden serlo las malas hierbas en un huerto.
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Y para cultivar los microbios saludables necesitamos un terreno rico y variado.
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Nuestro microbioma es como una selva virgen que tenemos en pleno tracto digestivo,
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un ecosistema repleto de flora intestinal que desempeña distintos papeles específicos.
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Algunas de estas criaturas producen nutrientes o vitaminas, otras desmenuzan la comida y convierten las calorías en energía.
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Los científicos están descubriendo que es crucial tener un amplio abanico de especies.
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Pongamos que alguien es alérgico a las orquídeas y las erradica para siempre de la selva virgen.
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Eso puede causar daños colaterales devastadores para el resto de la comunidad,
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porque los insectos ya no podrán hacer su trabajo, no podrán polinizarlas, y habrá otras especies que tomarán el relevo.
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Las selvas vírgenes pueden cambiar muy rápido, con consecuencias nefastas para nuestra salud.
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Nos consta, por todos los estudios que se han hecho, que las personas obesas tienen
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en general un microbioma menos rico y diverso que las personas delgadas.
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Tengo compañeros que trabajan en las junglas de Costa Rica, recopilando muestras de tierra,
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y tengo compañeros que estudian el océano cerca de las costas de Hawái. Yo he escogido
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estudiar los microbios que viven en las heces de nuestros intestinos.
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La microbióloga Emma Allen-Bercow está estudiando nuestra selva virgen interior en la Universidad de Guelph.
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Así que no es un trabajo de lo más glamuroso.
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Tal vez no sea glamuroso, pero este es uno de los laboratorios de biología más extraordinarios del mundo.
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Bienvenidos al robointestino. Es un intestino artificial, básicamente una máquina de hacer caca.
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Hemos instalado lo que llamamos un sistema de soporte vital para los microbios que viven
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en nuestros intestinos y hemos emulado las mismas condiciones que tenemos en el tramo
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inferior de nuestro sistema digestivo. Tomamos un material donado por un voluntario, o sea,
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una muestra de su caca, y luego empezamos a alimentar a los microbios al mismo ritmo
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al que la comida llega a nuestro colon. Estamos investigando lo que van a hacer esos microbios
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en reacción a la comida que les damos. ¿Van a cambiar? ¿Van a empezar a hablar entre
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ellos de otra forma? Lleva años espiando conversaciones entre microbios. Se comunican
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entre ellos mediante un lenguaje químico, liberando unas moléculas llamadas metabolitos
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que determinan su comportamiento y el nuestro. Me gusta definirme como una portavoz de los
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microbios, porque no me parece que los microbios tengan voz ahora mismo. Y eso me indigna,
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porque trabajan muchísimo para nosotros. Si pudieran hablar, ¿qué dirían? Algunos
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podrían presumir de mantenernos delgados ayudándonos a extraer las calorías y a quemarlas,
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un poco como entrenadores personales. Otros microbios desempeñan un papel muy pero que
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muy importante y que consiste en entrenar a nuestro sistema inmune para que entienda
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qué es una amenaza y qué no lo es. Son un poco como un cuerpo de policía. Parece sencillo,
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Para evitar los kilos de más, tenemos que averiguar cómo conservar los microbios buenos
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y cómo deshacernos de los malos. Pero...
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Cuanto más ahondamos en la cuestión, más compleja se vuelve. Claramente hay microbios
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buenos y microbios malos. El problema es cómo saber quién es quién. Hay algunos que somos
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capaces de identificar los que van con un sombrero negro y gafas de sol, como quien
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dice que son los que causan toxinas. Pero en algunos casos cuesta más decidir quién
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es el héroe y quién el villano, porque en situaciones diferentes pueden desempeñar
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papeles muy distintos. Esto se debe a que para sobrevivir los microbios han de existir
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dentro de una comunidad y, al igual que nosotros, a menudo se dejan manipular por su entorno.
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Hay que imaginárselos como adolescentes. Por separado, los y las adolescentes son unos
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seres un tanto gruñones. No es que interactúen mucho con su entorno. Sin embargo, si juntamos
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a un montón de adolescentes en una fiesta, se lo van a pasar de maravilla y van a empezar
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a hablar entre ellos. Y no hay que obligarlos, lo hacen ellos espontáneamente. Si formamos
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una comunidad armoniosa, hasta los chicos malos se unirán a los chicos buenos, porque
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todos estarán colaborando. Realmente es la única solución. Pero si tenemos una comunidad
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más desequilibrada, los malos se pueden desmadrar y entonces cualquier cosa es posible. Por
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suerte tenemos un arma para combatir a los malos, nuestra dieta. Nuestros microbios tienen
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que comer y todos sabemos que con un ejército muerto de hambre no hay forma de ganar una
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guerra. No hace falta un arco y flechas para matar un agave. Este no está mal. Las plantas
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de agave que está cocinando Jeff Leach en el desierto son más que un aperitivo surgido
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de la antigüedad. Son la comida ideal para sus microbios. Está rico, dulce. Sabe a caramelo.
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Experimentando conmigo mismo, puedo ver cómo estas aportaciones dietarias afectan a mi microbioma.
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No es el único investigador que espera desencadenar una reacción en sus intestinos. Vale el ajo.
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Aquí tenemos todos los pimientos y la cebolla. De unos años a esta parte, el científico
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Tim Spector ha estado tratando de desarrollar la receta ideal... Que no falte el aceite
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de oliva. ...para gozar de buena salud. Marchando más tomates. Mi padre murió súbitamente
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a los 57 años y esa fue una de las razones por las que empecé a fijarme bien en lo que
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estaba comiendo exactamente y lo que estaba haciendo con mi vida. Ha probado todas las
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dietas imaginables. Le echamos un poco de albahaca. Y sus bacterias intestinales también.
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Bien. Mis microbios se están impacientando. Nunca comemos solos, porque comamos lo que
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comamos lo estamos compartiendo con los billones de microbios que tenemos en las entrañas.
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Y por lo que sabemos, son un factor absolutamente crucial a la hora de determinar quién está
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obeso y quién está delgado. Me he dado cuenta de que hay ciertas cosas que pueden cambiar
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mis microbios. Antes pesaba 10 kilos más que ahora. He tenido que ir aprendiendo sobre
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la marcha lo que me sentaba bien y lo que me sentaba mal. Y lo que le sienta mal a él
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podría sentarle aún peor a otro. Ello se debe a que cada uno de nosotros tiene su propio
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microbioma individual tan irrepetible como nuestras huellas dactilares. Y tratándose
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de nuestros bichos intestinales y nuestra silueta, hay según qué alimentos que son
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sinónimo de desastre. En la actualidad, una tercera parte de la población depende de
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la comida basura en prácticamente todas sus comidas y nuestros microbios se están resintiendo.
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Cuando me propuse analizar la comida basura pensé en alguien que era aún más experto que yo
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¿Qué mejor regalo para un universitario que invitarlo a comer comida basura sin parar para poner a prueba su microbioma?
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¿El conejillo de indias?
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El propio hijo de Tim, Tom
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Creo que pensó en mí porque no quería hacer el experimento él mismo
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Resultó que era un conejillo de indias de lo más agradecido, al menos al principio
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La verdad es que no sabía lo que me esperaba
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Era una versión reducida del famoso documental Super Size Me
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Durante diez días solo comería hamburguesas con patatas fritas regadas con Coca-Cola
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Quería un poco de variedad, así que a veces también le dejaba pedirse una ración de McNuggets de pollo
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La idea era recrear Super Size Me, solo que con el microbioma
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en una escala ligeramente más pequeña y teniendo en cuenta además que no quería matar a mi hijo
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y él tampoco se quería morir. ¿Sobreviviría acaso el microbioma de Tom? Puede que la comida
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rápida sea un festín para su intestino delgado, donde es digerida, pero provoca una hambruna más
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abajo, donde sus microbios intestinales esperan a ser alimentados. Si comemos mucha comida procesada,
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esa comida no llegará a nuestro intestino grueso, a nuestro colon, que es donde vive la inmensa
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mayoría de nuestros microbios beneficiosos. O sea que básicamente los estamos matando
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de hambre. El proceso digestivo comienza con el primer bocado que nos llevamos a la boca
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y es toda una aventura. Una vez hemos masticado la comida, las enzimas presentes en nuestra
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saliva empiezan a descomponerla. Acto seguido atraviesa nuestro estómago, donde un cóctel
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de jugos ácidos la envía a nuestro intestino delgado. Puesto que los alimentos procesados
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están repletos de hidratos de carbono y azúcares que son de absorción fácil, van directos
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a nuestro flujo sanguíneo, mientras los microbios presentes en nuestro intestino grueso acaban
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castigados sin comer. Los microbios hambrientos están de malas pulgas, igual que niños hambrientos
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que empiezan a portarse mal. Y eso es justo lo que hay que evitar. Así que tenemos que
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ayudarles dándoles de comer los tipos de alimentos adecuados. Si todo se desarrolla
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conforme al plan de la naturaleza, nuestro tracto digestivo es una calle de dos direcciones
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que nos beneficia tanto a nosotros como a nuestros microbios. Nosotros les damos un
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lugar cálido y agradable en el que vivir. Y ellos, a cambio, se hacen cargo de nuestro
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metabolismo. Nos dan vitaminas, se encargan de nuestra nutrición y de proporcionarnos
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toda nuestra energía. Y es una colaboración perfecta. Con su fórmula mejorada, Freemax
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fríe siempre los alimentos con la máxima calidad. Cuando aparecieron los alimentos
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procesados fue como un maná caído del cielo. Eran productos que duraban más, sabían mejor
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y costaban menos. La comida procesada es algo que uno no puede preparar en su casa, algo
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que nuestras abuelas jamás habrían hecho. Básicamente tiene un número reducido de
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ingredientes. Maíz, soja, grasa y carne. Y por lo general con un poco de azúcar añadido.
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solo queda por añadir algún conservante y algún otro aditivo
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y el resultado es un banquete para nuestras papilas gustativas
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pero más de medio siglo más tarde nuestros intestinos aún están pagando el precio
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en realidad ha sido un poco como una bomba nuclear
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y nosotros seguimos padeciendo los efectos de la radiación
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recuerdo que cuando era niño en el colegio
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solo había un niño gordo en una clase de 30
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Ahora, en cualquier colegio, lo normal es encontrar al menos 10 por grupo. Son cambios
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dramáticos que se han producido en cuestión de un par de generaciones. La comida basura
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es algo que a nuestros cuerpos les cuesta horrores controlar y no estoy seguro de que
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lo vayan a conseguir jamás. Al cuarto día del experimento casi diría que después de
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cada comida me sentía como si estuviera de resaca. Creo que mi cuerpo ya casi no podía
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más. Me impactó mucho que me dijese, papá, me está empezando a apetecer muchísimo una
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ensalada. El alimento favorito de los microbios que viven en nuestro colon, en términos generales,
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son las cosas que se nos quedan entre los dientes cuando las masticamos. Las bacterias
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se nutren de alimentos con fibras indigestas, desde las alcachofas hasta los calabacines.
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Son los llamados prebióticos. Hay estudios que demuestran que cuando les damos esos prebióticos,
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los microbios se vuelven más diversos. Es como si de repente echáramos fertilizante
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en un terreno. Empieza a crecer toda clase de plantas, variadas y diferentes. Cuantas
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más especies diferentes hay, más metabolitos diferentes producen y cuantos más nutrientes
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pueden obtener mejor. Más sano será nuestro sistema inmune y menos probabilidades tendremos
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de ser obesos. ¿Podemos evitar la práctica de certización de nuestro ecosistema interior?
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Para el antropólogo Jeff Leach, que investiga cómo la dieta afecta a nuestros microbios,
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lo importante son las decisiones que tomamos en nuestro día a día.
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Cuando me vine a vivir aquí, al oeste de Texas, en pleno desierto, en el ultramarino
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local que estaba en medio de ninguna parte no vendían puerros. El puerro está repleto
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de la palabra que empieza por F, fibra. Esta sería mi primera opción si estuviera atrapado
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en este ultramarino si quisiera mejorar mi microbioma. Un alto porcentaje de la población
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de esta pequeña comunidad del oeste de Texas come ahora puerros. La gente no para de quejarse
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de que no consigue tener suficiente fibra en su dieta. Y yo les digo que deben estar
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de coña, lo que pasa es que no saben escoger los alimentos. Las lentejas son una gran opción.
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Un solo tazón de lentejas contiene unos 60 gramos de fibra, que es cuatro veces más
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de lo que come el norteamericano medio a diario. Si tuviera que quedarme con un solo elemento
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que ha cambiado drásticamente en la dieta humana de 50 o 100 años a esta parte, no
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diría que es el aumento en nuestra ingesta de grasas ni el aumento en nuestra ingesta
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de azúcares. El mayor cambio en nuestra dieta ha sido una caída alarmante en el consumo
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de fibra dietaria. Tras visitar su casa, nos hacemos una idea de lo lejos que está dispuesto
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a llegar Leach para estudiar su mundo interior. Ha estudiado la dieta de culturas remotas
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y luego la suya propia. A lo largo de los dos últimos años he seguido una cantidad
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extraordinaria de dietas. He seguido la paleodieta, la dieta mediterránea, la dieta DAS, he seguido
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incluso una dieta de cazador-recolector y cada dieta ha tenido un efecto diferente en
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mi microbioma. Tampoco quiero generalizar mi caso, pero lo que he aprendido es cómo
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aumentar o disminuir la diversidad de la flora intestinal, cómo hacer que suba o baje el
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número de determinadas bacterias. ¿Cómo ha acabado este antropólogo colaborando con
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la élite de la microbiología internacional? A mi hija, que ahora tiene 15 años, le diagnosticaron
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diabetes tipo 1 a los dos años. Como padre estás completamente devastado, pero como
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investigador te preguntas por qué. Así que empecé a investigar su enfermedad para tratar
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de comprenderla, lo que me condujo a los microbios. Desde entonces la ciencia ha empezado a entender
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el vínculo entre la fibra promicrobiana y nuestro metabolismo. En su laboratorio, Krista
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Power está analizando el valor microbiano de los alimentos, entre ellos estos garbanzos
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cultivados en Canadá. Nuestra teoría es que gracias a los garbanzos podemos cambiar
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nuestro microbioma y así reducir las probabilidades de padecer obesidad. Krista Power ha elaborado
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una receta que recrea lo que sucede con los garbanzos cuando los ingerimos. Eliminamos
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los componentes que serían absorbidos y recreamos su recorrido por el tracto digestivo hasta
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obtener lo que llegaría a nuestro colon tras absorber un alimento. Y eso es lo que sometemos
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al intestino robótico de Emma. Calle abajo, en la Universidad de Guelph, Emma Allen-Bercow
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le sirve la cena a su robointestino. Aquí es donde echamos el mejunje a base de garbanzos
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y aquí están los microbios. Esto es lo que nos llega al colon. El sistema recrea el modo
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en que lo procesarían los microbios de nuestro intestino, muy despacio. Estamos estudiando
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el mejunje químico resultante para ver si hay una diferencia entre la forma en que los
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microbios de una persona obesa procesan la comida y la forma en que la procesan los de
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una persona delgada. Para Emma, la investigación no es solo profesional, es una cuestión personal.
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El tema de la obesidad en relación con el microbioma intestinal me afecta personalmente.
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mi propio microbioma y sé que no es tan diverso como debería ser. Mi lema es la culpa de
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todo la tienen mis microbios. De hecho, los microbios de Enma podrían tener hasta mentalidad
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propia. Ahora sabemos que nuestros microbios intestinales hablan con el cerebro, con nuestro
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cerebro, a través de unos canales cuya existencia desconocíamos. Estamos barajando la posibilidad
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de que los microbios que interactúan con el cerebro afecten a nuestra forma de percibir
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la comida. Ciertos investigadores creen que nuestras bacterias nos envían mensajes químicos
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a través del nervio vago, que conecta nuestro sistema digestivo con la base de nuestro cerebro.
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Es como una línea telefónica entre el cerebro y el tracto digestivo, y sabemos que las bacterias
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intestinales pueden producir neurotransmisores. Esto supone que nuestras bacterias intestinales
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pueden influir en nuestros antojos o nuestra sensación de hambre, manejando los hilos
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de nuestro comportamiento. Si sucumbimos a esos antojos y nos servimos un bollo en lugar
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de una verdura, nuestros microbios seguirán pasando hambre. Al no alimentar nuestros microbios,
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fomentamos un estado inflamatorio generalizado en el cuerpo. Y mucha gente cree que esa es
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una de las principales causas de la obesidad. Siempre hemos tendido a pensar que cuando
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la gente engorda y se vuelve obesa, su cuerpo desarrolla una inflamación. Pero muchos estudios
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sobre la flora intestinal, sugieren, y de algún modo nos enseñan, que podría ser
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al revés. Podría ser que no fuera la obesidad lo que causara la inflamación, sino que fuera
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la inflamación lo que causara la obesidad. Pero podría haber una manera de protegernos
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de esa inflamación. Comer algo tan sencillo como unos garbanzos. Enma espera que su robo
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intestino nos enseñe cómo reforzar la biodiversidad de nuestro microbioma gracias a la fibra prebiótica
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de los garbanzos. Uno de los cambios a los que esperamos asistir es un aumento en la
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cantidad de una sustancia bacteriana concreta, que es muy beneficiosa para nosotros. Es una
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molécula muy pequeña que tiene un papel importante, ya que fomenta el crecimiento
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de las células que tapizan nuestro colon. Con esa idea en mente, Krista Power está
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explorando una idea novedosa. Si añade la fibra a una dieta rica en grasas, podría
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mantener a raya el sobrepeso. Hay un grupo de ratones que está siguiendo una dieta rica
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en grasas y otro que está siguiendo esa misma dieta, pero suplementada con unos garbanzos.
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Y luego vemos si se produce una pérdida de peso y cuáles son los efectos sobre la flora
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intestinal. Nuestro estudio aún no ha terminado, pero ya vemos claramente que los ratones que
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están siguiendo las dietas a base de garbanzos o judías han cambiado de microbioma. En Texas,
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Jeff Leach está poniendo a prueba su dieta rica en fibra. Esta noche vamos a cocinar
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en una hoguera los puerros que compré hoy en la tienda. Vamos a comernos el puerro entero,
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cosa que no suele hacer la gente. Por lo general, cortamos la parte más correosa o filamentosa
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del puerro y todo eso irá a parar a nuestro colon, donde será pasto de nuestros microbios.
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Pero no solo de puerros vive el hombre, ni el microbio. Están justo en su punto, por
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cierto. Por eso Jeff Leach se asegura siempre de poner en su plato una amplia gama de alimentos
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buenos para sus microbios. El contraste con la dieta a base de comida basura de Tom Spector
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es estremecedor. Al décimo día del experimento no dormía muy bien y muchos de mis amigos
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también se habían dado cuenta de que estaba pálido y algo amarillento y me decían, oye,
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¿estás seguro de que quieres seguir adelante con esto? Y yo les decía, pero es que tengo
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que hacerlo en nombre de la ciencia. Había llegado el momento de analizar los intestinos
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de Tom. El cambio era realmente espectacular. Toda la colonia del microbioma intestinal
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había sufrido un duro golpe. Su diversidad microbiana había caído en picado. El número
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de especies que tenía había pasado de 6.000 a cerca de 3.500. Casi la mitad había sido
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exterminada. Y pensé, pobres microbios míos, ¿acaso no merecen algo mejor? Fue necesaria
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una dieta plagada de fibra durante más de dos semanas para resucitar los microbios de
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Tom. La lección final que he sacado de todo esto es que ahora soy mucho más consciente
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de los efectos reales que tiene la comida basura en mi microbioma. Para regenerar esos
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microbios en vías de desaparición, algunos investigadores se dedican a rastrear modos
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de vida primitivos. Tanzania, la cuna de la tribu de los Hatsas. El antropólogo Jeff
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Leach ha venido a esta remota zona rural en busca de pistas sobre el mundo que encierran
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nuestras entrañas. Los Hatsas son uno de los últimos grupos de cazadores y recolectores
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que quedan en todo el continente africano y son especialmente interesantes porque aún
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viven como seguramente vivían los humanos hace millones de años. Día sí y día también
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viven rodeados de porquería. Manipulan vísceras de animales y se suben a los árboles. Todavía
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viven en este tipo de entorno que, desde el punto de vista microbiano, es la zona cero
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donde evolucionaron los primeros seres humanos. Los Hatsas son casi sistemáticamente delgados.
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Jeff Leach y su equipo conviven con ellos durante varias semanas recabando muestras.
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Tras examinar sus microbios han hecho un importante descubrimiento. Nuestros análisis preliminares
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apuntaban a que los Hatsas tienen uno de los ecosistemas intestinales más diversos del mundo
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con casi el doble de microbios que la media occidental. Una de las cosas más llamativas
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es la extraordinaria cantidad de fibra dietaria que comen. Desde las vallas hasta los tubérculos
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pasando por el dulce fruto del baobab. Nuestro estudio nos muestra que de media los Hatsas
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obtienen entre el 50 y el 60 por ciento de sus calorías de las plantas. Cuando ves un bebé
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Hatsa de nueve meses o un año, que puede consumir hasta 50 o 150 gramos de fibra dietaria
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al día, te quedas de piedra, teniendo en cuenta que la fibra es comida para las bacterias
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y que el mismo niño, de la misma edad, en Estados Unidos, quizá esté comiendo 5 gramos
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de fibra procedente de unos cereales o alguna fuente parecida. Le hace a uno plantearse
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si este único ingrediente no estará teniendo sobre nuestra salud un impacto mayor que todas
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las demás cosas por las que nos preocupamos. Leach tenía una corazonada. Comiendo la misma
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dieta, podría transformar su microbioma. He estado bebiendo la misma agua que bebían
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ellos aunque hubiera heces de babuino flotando. He estado comiendo lo mismo que comían ellos
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y he recolectado mis muestras de heces junto con las de los Hatsas y he visto producirse
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un cambio drástico en mis microbios. Pero no contento con esto, decidió ir más lejos
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que ningún otro investigador y se hizo un trasplante fecal, insertándose una muestra
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de heces donada por un cazador-recolector. Era un individuo del que sabíamos mucho.
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Le hicimos una batería de pruebas, sida, hepatitis, toda esa clase de cosas. ¿Tenía
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acaso una gama óptima de microbios? No tengo ni idea. Lo que me interesaba más era la
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diversidad. Antes de hacerme el trasplante fecal, pedí su opinión a muchos de mis colegas
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y todos me lo desaconsejaron sin dudar. Y aunque tuve muy en cuenta lo que me dijeron,
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lo hice de todas formas. Iban a venir unos investigadores de visita sobre el terreno
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y les pedí que me trajeran una jeringa de cocina del supermercado. Le trajimos una jeringa
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de cocina a Jeff porque nos la pidió, pero le dije que pensaba que no debía hacerlo
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porque me cae bien Jeff y quiero que viva una larga vida y se disponía a dar un salto
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sin red. Yo esperaba que no hubiese consecuencias, pero estaba corriendo un riesgo. Voy a dejar
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que la audiencia se imagine cómo es el proceso. Es difícil cambiar de flora intestinal si
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no se hace uno, a falta de un término mejor, un trasplante de caca. Así que eso fue exactamente
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lo que hizo Jeff con la ayuda de una jeringa de cocina. Acabó pasando varias horas cabeza
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abajo para ver si la cosa funcionaba. No pienso volver a usar próximamente una jeringa de
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cocina. Su idea era que los Atsas son una población más sana porque tienen un estilo
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de vida de cazadores-recolectores y una dieta que refleja más la que pudieron tener los
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humanos originalmente. Y es una idea interesante, aunque también me parece excesivamente romántica.
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Todavía no hemos terminado de entender cómo tiene que ser un microbioma sano si es que
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tal cosa existe. Además, del mismo modo en que la selva virgen no es la misma en África
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y en Norteamérica, seguramente las vísceras de dos personas de diferentes lugares del
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mundo sean diferentes. En una selva virgen africana hay chimpancés y gorilas, mientras
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que en una selva virgen norteamericana hay alces y lobos. Del mismo modo, habrá bacterias
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diferentes en los intestinos de un cazador-recolector africano y en los de, pongamos, un urbanita
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occidental de Estados Unidos. Y eso es bueno o malo. No creo que lo podamos zanjar así
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como así. No me hice el trasplante fecal porque quisiera tener el mismo microbioma
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que ellos y no era para nada un experimento de autocontemplación. La pregunta era la
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siguiente. ¿Sería capaz de adquirir la diversidad del ecosistema intestinal de aquel hombre?
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¿Sería capaz primero de adquirirla y luego de destruirla? La mayoría estábamos demasiado
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alucinados como para contemplar hacer nosotros ese experimento, pero todos ardíamos en deseos
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de enterarnos de los resultados del experimento de Jeff. La dieta no es el único factor decisivo
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para explicar la diversidad microbiana de los Hatsas. Además, contrariamente a nosotros,
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raras veces se ven expuestos a los antibióticos. Nuestro microbioma está sometido a un ataque
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permanente y estamos viviendo las consecuencias. Martin Blaser fue uno de los primeros científicos
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que dio la voz de alarma sobre la forma en la que los antibióticos afectan a nuestra
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flora intestinal y nuestro peso. ¿Puedo echar un vistazo? Por supuesto. Un buen día se
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me encendió una bombilla. Me dije, ahí va, si los ganaderos dan antibióticos a sus animales
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para cebarlos, a lo mejor todos los antibióticos que estamos dando a nuestros hijos están
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haciendo que engorden. No me malinterpretes. Los antibióticos son unos fármacos milagrosos
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para los enfermos con infecciones bacterianas graves. Sin embargo, en la mayoría de los
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casos en los que nos recetan antibióticos, como cuando a un niño se le infecta un oído,
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son dolencias causadas por un virus.
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Hemos estimado que un niño americano de dos años
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ha tomado antibióticos en cerca de tres ocasiones de media.
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Cuando tiene 10 años, los ha tomado en 10 ocasiones
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y cuando tiene 20, en 17.
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Blaser cree que los antibióticos funcionan
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como una especie de bombardeo masivo
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que erradica toda clase de bacterias,
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además de las que se desea eliminar.
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Cada vez que nos tomamos un fármaco,
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podrían estar extinguiéndose unas cuantas especies más.
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Y ahora hay estudios epidemiológicos realizados con niños
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que muestran que verse expuestos a temprana edad a los antibióticos
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aumenta las probabilidades de que de mayores sean gordos
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Un estudio canadiense mostró que los bebés tratados con antibióticos
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antes de cumplir un año tienen el doble de probabilidades de ser obesos cuando tengan 12
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Estos resultados no sorprenden a la investigadora Emma Allen-Bercow
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Siempre he luchado con el sobrepeso
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pero si hago memoria, lo cierto es que mis problemas comenzaron en cuanto empecé a tomar
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antibióticos para el acné de adolescente. Soy muy consciente del hecho de que tengo
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que dar de comer a los bichos que viven en mi colon, así que siempre como comida sana.
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No gano peso, pero también me cuesta perderlo. Hola, ¿cómo estás? ¿Qué tal? Es mucho
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más fácil desarrollar un microbioma saludable si empezamos lo antes posible. Hace poco
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probó el mango y le gustó. ¡Anda, mango! Y luego comiste espárragos. Además de la
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dieta y los antibióticos, hay otro factor inesperado que podría tener un efecto en
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la obesidad. ¿Cómo entramos en el mundo? ¿Te gustó? En la Universidad de Nueva York,
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María Gloria Domínguez Bello está estudiando la salud y las bacterias de bebés como Nathaniel
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de seis meses. Abre la boca. Eso es. Muy bien. Está comparando a los bebés nacidos por
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parto vaginal con los bebés nacidos por cesárea. Queríamos ver si en algunos casos hay bacterias
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que los bebés no llegan a adquirir nunca. En el útero, los bebés están en gran medida
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libres de microbios. Pero en cuanto atraviesan el canal del parto, se ven bañados en bacterias
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de la madre, unas bacterias que pueden ser cruciales para el desarrollo de su sistema
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inmune. Los bebés nacidos por parto vaginal han estado expuestos durante horas al microbioma
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vaginal de la madre. Mientras que los bebés que nacen por cesárea están expuestos a
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las bacterias de la piel de la madre y creemos que del aire del quirófano. Y quizá también
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de los médicos y las enfermeras, quién sabe. Ya desde el parto, por tanto, hay diferencias
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drásticas. Esas diferencias podrían tener un impacto más adelante en la salud intestinal.
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Según un estudio británico, los niños nacidos por cesárea tienen un 22% más de probabilidades
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de convertirse en adultos obesos. Vaya, ¿y esto qué es? En la siguiente fase de la investigación,
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la doctora Domínguez Bello averiguará si embadurnar a los bebés nacidos por cesárea
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con microbios de la madre puede ayudar. Estamos frotando a los bebés al nacer con una gasa
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que contiene bacterias vaginales de la madre. Pero hay una familia estadounidense que no
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ha querido esperar los resultados de ningún estudio científico. Las cosas nunca salen
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como las habías planeado cuando tienes un hijo. Nosotros acabamos teniendo que hacer
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una cesárea que no habíamos planeado. Y lo que hicimos con nuestra hija fue embadurnarla
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con toda clase de microbios, los que habría tenido si hubiera nacido por parto normal
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en vez de por cesárea. Rob Knight estaba siendo un buen padre, no un científico, aunque
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es uno de los mayores expertos en microbios a nivel mundial. Ha estado analizando su piel,
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boca y heces todos los días durante los últimos seis años. Y ha tomado muestras de toda la
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familia, incluida su hija. Sus pañales nunca han llegado a ver el cubo de la basura. Básicamente
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guardamos todos sus pañales en el congelador. Ha hecho incluso análisis al perro de la
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familia. Hay estudios que apuntan a que tener mascotas y escarbar en la tierra contribuye
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a tener un microbioma más diverso. Dejamos que el perro la lama y dejamos que ella lama
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al perro. Toda esa clase de juegos probablemente sean beneficiosos. No creo que la gente sea
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verdaderamente consciente de lo limpio que es nuestro estilo de vida. Todo ha de estar
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como los chorros de loro y prácticamente hemos desterrado los microbios de nuestra
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vida. Si vamos al ultramarino, todos los productos han recibido un baño de cloro de triple acción,
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toda la carne está envasada al vacío. Pasamos el 90% de nuestro tiempo en la oficina, en
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el coche o en casas con las ventanas cerradas, nos hemos aislado por completo del mundo microbiano.
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Esto podría tener sus consecuencias imprevistas, pero el tiempo lo dirá. Jeff Leach se pregunta
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si su hija hubiera comenzado con mejor pie en la vida si hubiera sabido lo que sabe ahora
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sobre los microbios. Analizándolo retrospectivamente, nos hemos dado cuenta de que nuestro primer
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error fue optar por la cesárea. El segundo error fue no darle el pecho más tiempo, destetarla
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relativamente temprano. El tercer error fue suministrarle antibióticos. Y el cuarto error
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fue crear un entorno demasiado limpio. Hicimos todas las cosas que se supone que hay que
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hacer. Leach se ha asociado con Rob Knight para formar el proyecto American Gut, o intestino
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americano, que acumula miles de muestras para su análisis en el ultramoderno laboratorio
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del profesor Knight, en la Universidad de California, en San Diego. Es un proyecto colaborativo
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que consiste en cartografiar y comparar los microbios de Estados Unidos y de todo el mundo.
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Lo que estamos descubriendo sobre el microbioma es verdaderamente asombroso. Así que el reto
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actual es averiguar la mejor forma de cambiarlo. ¿Y si el remedio contra el sobrepeso del
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futuro pasara por cambiar nuestros microbios? Es una idea que acarician muchos investigadores
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sobre la obesidad. Un fuerte aplauso para mi amigo y mentor, Aria Sharma. Buenas tardes
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a todos. ¿Alguien sabe cuántas calorías estáis quemando por minuto ahí sentados?
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Vamos, así a bote pronto. Es una caloría por minuto. Una caloría por minuto. Cada
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vez que Arya Sharma se embarca en una gira de conferencias para hablar de nuestro gran
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problema de sobrepeso... ¿Cuántas calorías podéis comer por minuto? Generalmente se
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agotan las entradas. ¿Dos, tres mil? Siempre que pregunto a mis pacientes, ¿te importa
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que te tome una muestra de grasa? Me dicen, ¿cuánta quieres? ¿Cuatro kilos, cinco kilos?
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¿Puedo volver mañana? Consigue hacer que se rían de la obesidad, pero su mensaje es
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de lo más serio. Una vez que ganamos peso, no hay tantos tratamientos eficaces. Todo
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forma parte del mismo problema. No tenemos una píldora mágica contra la obesidad, de
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eso no cabe duda. Y en parte puede que no tengamos una píldora mágica contra la obesidad
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porque no hemos estado buscando en la dirección correcta. Este campo de investigación, me
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refiero al de la flora intestinal, podría llevarnos a desarrollar tratamientos que hoy
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por hoy ni nos imaginamos. La gente siempre quiere soluciones rápidas, pero es muy poco
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probable que tomando una pastilla con bacterias, de repente adelgacemos como por arte de magia.
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Para manipular el microbioma hará falta que los tratamientos estén personalizados. Dicho
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esto, es un campo que presenta un potencial enorme para cambiar la vida de las personas.
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Hasta el momento, el único tratamiento comprobado contra la obesidad mórbida era la cirugía
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bariátrica. Antes de pasar por el quirófano, Adriana Orregan pesaba al menos 45 kilos más.
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Me hicieron un bypass gástrico y ahora tengo un nuevo estómago que limita la cantidad de comida que puedo comer
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La pregunta es, ¿y si la cirugía bariátrica le hubiera funcionado porque le ha cambiado la flora intestinal?
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La teoría convencional es que este procedimiento quirúrgico funciona porque obliga a los pacientes a comer menos
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o cambiando su forma de absorber las calorías
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Pero ahora los cirujanos han descubierto que la cirugía bariátrica no es algo tan sencillo
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sencillo. Se ha empezado a estudiar a la gente antes y después del procedimiento quirúrgico
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y se están observando unos cambios asombrosos en sus microbios. Es como trasplantar un jardín
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de un lugar a otro de nuestros intestinos. Estamos cambiando por completo de suelo. Y
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eso quiere decir que todas las sustancias químicas y los metabolitos liberados por
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nuestros microbios tienen un impacto decisivo. Pero si hubiera una forma más suave de obtener
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el mismo resultado, tendríamos una solución a los problemas de obesidad de la mayoría
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de la gente. Tim Spector está dando con otros indicios desconcertantes sobre la influencia
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de nuestra flora intestinal estudiando sujetos flacos. Alana y Lisa McFarlane, conocidas
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como las gemelas Mac, han conseguido mantener su figura pese a su dieta infantil. Las gemelas
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Mac son unas chicas muy dicharacheras y sanotas que tuvieron una dieta espantosa en Escocia,
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una región que sigue teniendo una de las tasas de obesidad y enfermedades cardíacas más altas de toda Europa.
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Todos los días, a mediodía, comíamos pizza, patatas fritas, perritos calientes y donuts.
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No me explico que no estemos gordas.
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Vamos a pesarte rápidamente si no te importa, ¿vale?
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Súbete aquí, por favor.
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Es otro misterio microbiano.
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Ahora te toca a ti.
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¿Cómo han conseguido alimentarse a base de comida basura y a pesar de todo mantener su figura?
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Vale, 63,9. Así que pesas cerca de 3 kilos menos que tu hermana.
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Tengo entendido que lo importante es el interior.
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Vale, lo que vamos a hacer ahora...
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Lo que tienen las gemelas en los intestinos es el objeto de la última investigación de Tim Spector.
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Esta es la forma más eficaz de examinar el microbioma intestinal.
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En un estudio llevado a cabo en colaboración con la Universidad Cornell, descubrió una
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bacteria hasta entonces desconocida. Hicimos un estudio con las gemelas y encontramos un
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microbio bueno. Era un microbio llamado Christensenella, que si se lo das a un ratón, lo hace adelgazar.
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Aunque luego le des de comer un montón de grasa y de comida basura, sigue estando delgado.
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Tras estudiar todo lo que se ha escrito sobre el microbioma intestinal, me doy cuenta de
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que no solo es absolutamente fascinante desde el punto de vista científico, sino que hay
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algo sumamente importante desde un punto de vista más general, y es que hay todo un ámbito
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de nuestro organismo que no acabamos de entender, pero que podría explicar por qué el sobrepeso
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no tiene que ver solo con una ingesta excesiva de calorías. Por nuestros microbios. Espero
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que disfruten de esta comida. Tim Spector no pretende haber dado con el secreto para
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derrotar a la grasa, pero tras compulsar cientos de estudios sobre la cuestión y probar un
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sin fin de regímenes consigo mismo y su familia, cree firmemente que la razón por la que las
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dietas no funcionan son, sencillamente, los microbios. Todo el mundo ha estado defendiendo
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que la única manera de adelgazar era seguir una dieta baja en grasas, cosa que se ha comprobado
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que no funciona. Le hemos dado la vuelta al argumento y estamos comprendiendo el motivo,
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y es que todo tiene que ver con nuestros amigos los microbios. Es mejor que la comida basura.
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hoy Tim Spector sigue una dieta promicrobiana
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por lo que evita los alimentos procesados
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y las carnes de animales alimentados con antibióticos
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y se atiborra de verduras y frutas ricas en fibras prebióticas
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también disfruta del queso no pasteurizado
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y el yogur rico en las llamadas bacterias prebióticas
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aunque sean ricos en grasas
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de esta forma ingerimos la mayor variedad posible de microbios
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Hemos reducido drásticamente la variedad de alimentos que comemos, lo cual es sumamente
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preocupante. Cuando examinamos cuerpos fosilizados de hace cientos de años, vemos que su estómago
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contenía cientos de tipos de comida diferentes. Así que hemos reducido drásticamente lo
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que entra en nuestros intestinos y en nuestros huertos, por así decirlo, en términos de
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fertilizantes. Y eso está teniendo un efecto nefasto sobre nuestra salud. Cuanto peor huele,
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más bacterias contiene, o sea que es mejor para la salud. Ahora soy mucho más lanzado
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con la comida. Todas las semanas como entre 20 y 30 tipos diferentes de comida y creo
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que está resultando muy beneficioso para mi salud. Recientemente ha lanzado el proyecto
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British Gut, o intestino británico, uniendo fuerzas con sus homólogos americanos Rob
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Knight y Jeff Leach para descifrar el misterioso universo que llevamos dentro. Encontraremos
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un cóctel de bacterias especiales como las de los hadsas que le funcionen a todo el mundo
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en Occidente? La verdad es que lo dudo bastante, pero una vez entendamos que tenemos un ecosistema
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extraordinariamente diverso dentro del cuerpo y que podemos modificarlo mediante una serie
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de decisiones, creo que como individuos nos sentiremos sumamente empoderados. En el futuro
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nos plantearemos en serio la forma de alimentar mejor a nuestros microbios. Quizá diseñemos
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dietas específicas hechas a medida para los microbios que viven en nuestros intestinos
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y que serán más beneficiosas para nosotros.
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O también usemos los microbios a modo de medicamentos.
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Hudson. Hudson.
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Hola, Hudson.
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Estoy mirando mi bola de cristal.
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Estoy viendo a un niño en el futuro.
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El pediatra lo examina primero a él
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y luego examina sus pañales.
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Gracias, Hudson.
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De esta forma, sobre la base de sus hallazgos,
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el médico podrá decir,
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ajá, su hijo está sano, su desarrollo va por buen camino.
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O a su hijo le falta algo y se lo tenemos que proporcionar nosotros.
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Dele de beber esto, que contiene este tipo de organismo,
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y así tendrá más posibilidades de llevar una vida sana.
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Con los nuevos hallazgos sobre los microbios que están saliendo a la luz cada día,
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quizá haya llegado el momento de fiarnos de lo que nos dicen nuestras tripas.
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- Autor/es:
- RTVE - La noche temática
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- Francisco J. M.
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- 21 de mayo de 2017 - 11:36
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