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La navegación segura de los jóvenes es cosa de todos: D. Diego Hidalgo
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Buenas tardes a todos. Muchísimas gracias a ti, Pilar, y al Consejo Escolar de la Comunidad
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de Madrid. También gracias al Viceconsejero por acoger esta conferencia y a todos por
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darme la oportunidad de compartir algunas reflexiones sobre la tecnología digital y
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cómo influye de manera muy amplia en el ser humano. El título de esta ponencia es Retomemos
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el control sobre la tecnología digital y presupone, es verdad, que hemos de cierta
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manera perdido el control. Y hoy voy a tratar de convenceros a través de ejemplos y algunos
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modelos de que incluso corremos el riesgo de que la tecnología digital tome el control
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de nosotros o esté tomando el control de nosotros. Y sé que esta afirmación puede
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parecer tecnófoba, puede chocar. Yo, la verdad, es que no soy nada tecnófobo. De origen,
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como comentó Pilar, soy emprendedor digital y creo que se pueden hacer cosas extraordinarias
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con la tecnología y, en concreto, con la tecnología digital. Pero sí pretendo sonar
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la alarma para denunciar lo que considero ser una de las mayores amenazas que la libertad
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humana haya sufrido en su historia y que amenazan en especial a nuestros hijos, alumnos y a
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las personas jóvenes en general. Aunque tengo que decir también que todos somos vulnerables
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y como creo que es mejor explicar los sesgos profesionales que uno pueda tener, como comentaste,
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es verdad que soy mago y por eso quería compartir con vosotros esta cita de Sherry
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Terkel, una famosa socióloga, profesora en el MIT, que escribió hace un par de años
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que todo esto ocurrió a plena luz del día, pero no quisimos mirar. Hemos tenido una historia
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de amor con la tecnología digital que nos parecía mágica. Y como ocurre con un gran
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truco de magia, funcionó porque iba atrayendo nuestra atención para que no nos fijáramos
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en lo que estaba ocurriendo. Y como mago, es verdad que estas analogías entre tecnología
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digital y prestidigitación, ilusionismo, siempre me han parecido interesantes, pero
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suelen insistir generalmente en el control de la atención, que es verdad que es un recurso
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habitual de los magos, y hoy en día la tecnología digital opera en lo que llamamos en gran parte
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la economía de la atención. Todas estas aplicaciones y estos dispositivos que compiten
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entre sí para captar este bien tan preciado y escaso, en el fondo, para cada uno de nosotros
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que es la atención. Pero yo creo que hay otro punto fundamental en el que también
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me gusta insistir, y es que los magos muchas veces hacemos sentir al público que es libre
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de elegir una opción en lugar de otra, por ejemplo, cuando muchas veces somos nosotros
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los que controlamos sus decisiones. Y por eso si me permiten, como mago, no sé si se
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apreciará en cámara, yo suelo tener siempre una baraja de cartas conmigo, y por eso vamos
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a hacer un pequeño experimento. Los experimentos no son exactamente juegos de magia porque
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si fallan son culpa de la persona, del público, solo por aclarar el contexto. Y ya que tenemos
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aquí una alumna, por elegir a una persona del público a la que acabo de conocer, ¿verdad?,
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no nos conocíamos de antes, quería pedirte, por favor, que nombraras, miraras en mis ojos
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y nombraras cualquier carta de la baraja, por favor. El 3 de picas. Yo, como decía,
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tengo aquí esta baraja, y antes de esta ponencia lo que he hecho es girar una carta
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en la otra dirección de las demás, ¿no?, girar una carta. Y tú me has dicho el 3 de
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picas, ¿verdad? Entonces, lo que es muy curioso, no sé si se apreciará en la cámara o si
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lo vais a ver desde aquí, es que yo he girado justo esta carta, que quizás veáis aquí,
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no sé si se ve con el zoom, y esta carta, si la damos la vuelta, justo es el 3 de picas.
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Lo que quiero decir con esto es que los magos, muchas veces, como decía, dejamos a los espectadores
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pensar que están en control, cuando en realidad nosotros podemos o predecir lo que van a decir
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o influir de cierta manera en ello. Robo de la atención o control de la atención, control
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de las decisiones, y podríamos decir que la tecnología influye, digamos, de una manera
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muy similar, pero también hay unas diferencias muy notables entre esta influencia que ejerce
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la tecnología sobre nosotros y la de un mago. Una de ellas es que lo hace de forma, la tecnología
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lo hace de forma mucho más constante en nuestro día a día y no en el breve paréntesis de
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un juego de magia, de un espectáculo al que acudimos, por así decirlo, por el placer
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de dejarnos engañar, sino que incide en nuestras decisiones reales del día a día. Y otro
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punto fundamental, creo, es que se trata de una relación mucho más asimétrica, porque
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en vez de tener frente a vosotros a un pobre mago ilusionista, es como si tuviéramos todos
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a decenas de miles de las mentes más brillantes del planeta en los centros de producción
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tecnológica, Silicon Valley y otros, respaldados por medios financieros absolutamente colosales
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y que recurren cada vez más a las neurociencias para entender cómo funcionamos cada uno de
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nosotros. Y estas neurociencias facilitan cada vez más un conocimiento muy sofisticado
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de quiénes somos y de cómo funciona nuestro cerebro. Además, se apoyan en las cantidades
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abismales de datos, datos personales, que les permiten mapear, podríamos decir, nuestras
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mentes, las mentes de cada uno de nosotros de forma hiperindividualizada, y gracias a
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este mapeo, explotar lo que llamamos las debilidades cognitivas, estas especies de
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puertas traseras, estos fallos que cada uno tenemos en nuestro cerebro y que hacen que
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si sabemos dónde se encuentran, es posible evitar la capa racional, el discernimiento
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que cada uno de nosotros podemos ejercer en condiciones normales y dirigirse a nuestro
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cerebro más impulsivo, más reptiliano, aniquilando, podríamos decir, nuestra propia voluntad.
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Hemos hablado de la atención, de la capacidad de tomar decisiones libremente y también
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creo que tendría que hablar del tiempo. La tecnología digital está captando gran parte
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de nuestro tiempo, que también es un bien escaso para cada uno de nosotros. Y el tiempo,
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las decisiones, la atención, creo que estas tres cosas constituyen en gran parte lo que
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somos cada uno de nosotros, lo que constituye nuestra identidad, y por esto no creo que
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esa exagera o decir que la tecnología digital está tomando en gran parte o corre el riesgo
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de estar tomando el control de nosotros. Bien, pues hoy quisiera comentar con vosotros cinco
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puntos que voy a tratar de repasar rápidamente para caracterizar partes de la influencia
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de la tecnología digital sobre nosotros y en especial en algunos puntos en relación
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con los públicos más jóvenes. El primer punto es más general y lo llaman las tres
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edades de la tecnología digital. Este es un pequeño modelo que utilizo para caracterizar
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la pérdida de control que ha habido en las últimas décadas de los individuos sobre su
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propia relación con la tecnología, una tecnología cada vez más invasiva y concebida para que
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perdamos este control. Si os fijáis hay un pequeño botón que caracterizaba prácticamente
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todos los dispositivos que utilizábamos que se llama el botón off y que si no ha desaparecido
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al menos ha caído en desuso de muchos dispositivos, de casi todos los dispositivos que nos rodean y
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creo que este botón nos daba mucho control, nos empoderaba en nuestra relación con la tecnología.
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Las tres edades de la tecnología digital se basan en los tres estados de la materia, el estado
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sólido, líquido y gaseoso y creo que primero hemos conocido una edad de la tecnología sólida
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aproximadamente de los años 60, 70 hasta el año 2007. Los sólidos tienen un volumen y una forma propia
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y el ser humano es el que decide si lo coge en su mano, si se aleja o se acerca a ellos y tiene
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bastante control en ese sentido sobre ellos y pensamos también en la forma de ingerir sólidos,
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de comer, es un acto que se reproduce tres o cuatro veces al día y que define el momento en el que
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estamos. Si una persona nos pregunta qué estamos haciendo mientras estamos comiendo probablemente
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contestemos estoy comiendo. El paradigma de la tecnología sólida sería el ordenador personal
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que se enciende cuando uno desea utilizarlo con un propósito ya definido y se apaga cuando este uso
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ha terminado. En el año 2007, fecha por supuesto arbitraria efectos de este modelo que corresponde
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a la salida del primer iPhone, la tecnología se hace cada vez más líquida. Los líquidos se pueden
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controlar pero bueno si suelto un líquido en una superficie se esparce sin que yo lo pueda
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controlar tan fácilmente, bebo muchas más veces al día de las que como, define menos el momento
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en el que me encuentro y esto se podría reaccionar con nuestra forma de utilizar los smartphones que
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son el paradigma de la tecnología, de lo que llamo tecnología líquida. Los smartphones que según el
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estudio de principios de 2022 en Estados Unidos se usaban más de 300 veces al día de media y muchos
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de estos usos por supuesto no son voluntarios, son el resultado de actos inconscientes
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automáticos y controlamos mucho menos nuestra relación con un smartphone que con un ordenador.
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Y alrededor del año 2007, del año 2022 perdón, en el momento en el que nos encontramos, creo que
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estamos observando un proceso podríamos decir de evaporación de la tecnología digital. Los gases
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nos rodean, los respiramos de forma inconsciente y obligatoria, no tenemos, no decidimos si respiro
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el gas del entorno en que me encuentro o no. Generalmente no tienen color y no se ven pero
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están presentes, estemos donde estemos. Y los paradigmas de esta tecnología digital gaseosa
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podrían ser los objetos conectados tan miniaturizados que no se aprecian a la vista, podrían ser la
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tecnología wearable, llevable, como los relojes conectados, los altavoces conectados que conectan
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un entorno, un hogar entero por ejemplo, sin que nos demos cuenta o esta tecnología implantable
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que nos prometen que se llegará a entrar dentro de nuestros propios cuerpos. Bien, este pequeño
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modelo venía a caracterizar esta pérdida de control por diseño, podríamos decir, de la tecnología
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digital. El segundo punto que quería abordar con vosotros tiene que ver con el hecho que la
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ideología que predomina, podríamos decir, en la industria digital hoy en día es solucionista. Esta
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idea según la cual la tecnología es omnipotente y tiene respuesta a todos nuestros problemas, ya no
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sólo problemas técnicos sino problemas económicos, sociales, políticos, medioambientales, morales
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incluso, ofreciéndonos soluciones cada vez más totales que absorben una parte cada vez más
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importante de quienes somos y de nuestras vidas. Y creo que ante este principio, primero de todo
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entramos en una especie de espiral de delegación en la que delegamos, externalizamos, podríamos decir,
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facultades de forma notoria, por ejemplo, la memoria. No sé cuándo fue la última vez que
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recordasteis un número de teléfono, por ejemplo, de memoria, pero las estadísticas muestran que hace
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dos décadas conocíamos varias decenas y hoy en día a veces no conocemos el de nuestra propia pareja,
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por ejemplo, o la orientación. Todo esto se mide también de forma neurocientífica y el riesgo que
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corremos cuando dejamos de usar determinada facultad cognitiva es que las vamos perdiendo
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progresivamente. El amigo, por ejemplo, de Steve Jobs, Douglas Tompkins, le acusaba de haber creado
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unos auténticos deskilling devices, unas máquinas de desaprender, pero de forma más transversal, más
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allá de estas facultades concretas, podríamos preguntarnos, como lo hace el historiador de las
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ciencias británico George Tyson, si el precio que pagar por estas máquinas que piensan no fuera el
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hecho que las personas dejáramos de pensar. Y por primera vez el efecto de Flynn, que promulgaba desde
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que se mide el consciente intelectual, que iba creciendo década tras década, que por así decirlo
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nos hacíamos más inteligentes, pues por primera vez desde hace 15 años ya no se verifica y el
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consciente intelectual medio tiende a bajar. Pero sobre todo lo que quería comentar es que la
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tecnología, el sector tecnológico, nos empuja hacia soluciones menos específicas, más totales, y nos
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incita a delegar cada vez más decisiones fundamentales que podamos tomar. Y quería coger un ejemplo muy
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concreto, que tiene que ver con una campaña que Google ha realizado en varios países, en el que
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Google nos invita a formular en su buscador preguntas cada vez más abiertas. Por ejemplo, ya no se trata
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de preguntar un dato concreto sobre algo que haríamos con nuestros hijos, sino que en esta
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publicidad en francés, a la izquierda traducida a la derecha, Google nos invita a preguntar qué hacer
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con niños en París. ¿Listos? Lánsense, por supuesto, con un poco de ayuda de Google. Y esta campaña ha sido
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declinada en varios formatos. En esta vemos que nos incita a preguntar cómo ser un súper papá. En esta otra,
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por ejemplo, cómo consumir mejor. Notamos, por cierto, que en muchos casos está muy dirigido
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hacia la educación, hacia nuestra relación con la infancia y con nuestros hijos, y no creo que esto
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sea trivial. Y creo, cuando observamos esto, que el riesgo es realmente que los algoritmos, a medida que
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vayamos delegando estas decisiones, dicten elecciones cada vez más fundamentales en nuestras vidas. Y, además,
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corremos el riesgo de que esta delegación se haga de forma cada vez más automática. Siguiendo este
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ejemplo, el expresidente de Google, Eric Schmidt, comentó hace unos años que la gente, le cito, no quiere que Google
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responda a sus preguntas, sino que le diga lo que tiene que hacer. Y ya vemos, con ejemplos muy triviales, que las personas,
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por ejemplo, que están en un entorno, en un ecosistema, digamos, digital de Google, con su cuenta de Gmail, en un
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smartphone de Android, pues ya Google les dice, por ejemplo, a qué hora tienen que salir de casa para llegar a su propia
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reunión, aunque no le hayan preguntado nada a Google, ¿no? Y creo que corremos el riesgo de que esta delegación no solo sea
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más amplia, pero sino que Google nos empuje, en este caso, hacia elecciones de forma automática.
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El tercer punto, que es más general, tiene, bueno, tiene que ver más, quizás, con educación, es que creo que un principio
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clave, en general, de la educación consiste en transmitir a los niños y a los adolescentes, ya sea en casa o en la escuela, el valor,
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podemos decir, sencillamente, del tiempo. Que perciban la importancia de saber diferir sus deseos y que interioricen que su felicidad
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no resulta de la satisfacción inmediata de todos sus deseos y que sus acciones, también, tal vez no tengan un resultado inmediato, sin que esto
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tengan, necesariamente, que generar frustración en ellos. Y podríamos decir que esto va a la par, digamos, de saber transmitirles el valor del esfuerzo
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duradero, ¿no? Que no obtienen resultados inmediatos. Y lo menos que podemos decir es que la tecnología digital que nos rodea, al menos no nos
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acompaña en este esfuerzo, ya que los modelos que dominan en la industria, por ejemplo, nos hacen aceptar tiempos de espera cada vez más escasos, cada vez
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más cortos. Nos frustramos muy fácilmente cuando no obtenemos lo que queramos en un clic. Yo veo, por ejemplo, mis hijos a veces no entienden cómo no puedes
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obtener una canción. Dicen, te piden tal canción y no entienden cómo no puedes hacer reproducir esta canción, digamos, en el instante. Pero lo mismo es lo que
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podríamos decir con los pedidos de comida, con la información en general, etc. Y la industria, incluso, tiene como propósito de predecir y anticipar nuestros deseos
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para poder satisfacerlos antes de que lleguen incluso a un estado consciente en nosotros, ¿no? Y un tercer punto es que, de forma paradigmática, en aplicaciones
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como TikTok o como Instagram, nos hacen entrar en unos bucles que desregulan el sistema de recompensas del cerebro con ciclos de producción de dopamina, esta hormona
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de la que ahora probablemente todos hayamos oído hablar, que es la misma que entra en juego con las drogas y con las sustancias adictivas en general. Y podríamos decir que nos
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sumergen en el corto plazo, en la inmediatez, y hacen, por ejemplo, que nos cueste cada vez más leer, porque leer, paradigmáticamente, es un esfuerzo que no produce
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inmediatamente un placer cerebral, que no activa nuestro circuito de recompensas de forma tan rápida, ¿no? Bien, esto era el tercer punto. Y el cuarto, aunque tal vez repite con
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estadísticas de otros lugares, pero algunos puntos que ha comentado el viceconsejero, tiene que ver con el aumento de las alteraciones cognitivas. Aquí va a dar como ejemplo
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unas estadísticas de Francia, de francesas, que comparan los trastornos, algunos tipos de trastornos entre el año 2010 y 2018. Y vemos que en esta breve década en la que se han generalizado
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los smartphones, por ejemplo, las alteraciones intelectuales incognitivas, que veis a la izquierda, han aumentado un 24%, las psíquicas un 54%, y las alteraciones del habla y del lenguaje
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un 94%. A la derecha veis otros tipos de alteraciones o de trastornos que no han subido, que no se asocian habitualmente con el uso de las tecnologías digitales y que se han mantenido prácticamente
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estables en estos años. Y los estudios muestran que desde 15 a 30 minutos al día existen efectos significativamente negativos del uso del smartphone en el desarrollo de la inteligencia, del lenguaje, de la atención y también en riesgos como el de obesidad.
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Y todo esto tiene que ver también con lo que hemos comentado antes, esta desregulación del sistema de reencompensas y tiene un impacto indiscutible sobre los resultados escolares.
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Y el último punto que quería comentar con vosotros, al que hemos aludido también brevemente antes, tiene que ver con el vínculo entre el bienestar o malestar de los jóvenes y el consumo digital.
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Creo que eso es un campo en el que hasta hace unos años había cierto debate, pero algunos datos son muy llamativos y demuestran, en mi opinión, este vínculo muy marcado entre el consumo excesivo de servicios digitales, o el uso excesivo, podríamos decir, mejor dicho, del smartphone en concreto, y el malestar.
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Voy a citar aquí a una psicóloga americana que se llama June Twenge y apoyarme en algunos de los datos elaborados por ella.
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Esta señora ha notado una ruptura generacional brutal entre la generación Z, nacida entre el año 97 y 2010, y la que le precedía, los millennials de los que tanto se habla, con una reducción abismal del bienestar y de la interacción social, como comentábamos antes, en esta nueva generación.
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Y los datos son realmente muy llamativos en periodos de tiempo muy, muy cortos. Por ejemplo, aquí veis la frecuencia con la que se pasa tiempo con amigos, o sea, el número de ocasiones en las que se ve amigos sin los padres cada semana en adolescentes en Estados Unidos.
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Y observamos que entre 2010 y 2015 esta frecuencia ha bajado un 40%. Y vemos en general que hay menos interés por las formas de interacción física, y que incluso, por ejemplo, el dating, las citas amorosas, en este caso, en último año de escolarización, para la niña de arriba, ha bajado de un 80%.
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Eso es la proporción de alumnos en el último año de escuela que han tenido al menos una cita amorosa en el año, y ha pasado del 80% en el año 2000 a un 56% en el año 2015.
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Pero podríamos decir, ¿y qué? A lo mejor, en el fondo, existen nuevas formas de socialización que escapan a esas estadísticas, y quizás los jóvenes lo vivan de forma positiva o no tan negativa, y se estén creando estos nuevos tipos de socialividad.
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Y en realidad vemos que no, que el sentimiento de soledad, después de haber descendido, por cierto, de forma bastante marcada en la época de la tecnología sólida, por retomar la categorización que hacía antes, desde el año 2007 ha crecido de forma absolutamente espectacular.
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Este en concreto ha subido un 50%, y la tasa de depresión en tres años, entre los años 2012 y 2015, ha subido un 21% entre los chicos y un 56% entre las chicas.
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Las tentativas de suicidio entre 2007 y 2015, es el último dato que os voy a dar, creo, han subido, se ha multiplicado por dos entre los niños y por tres entre las jóvenes y adolescentes.
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Y además, no solo es una cuestión de comparar esta generación con la anterior, sino que si miramos datos dentro de esta generación, vemos como un uso excesivo del smartphone, en concreto, según estos estudios, aumenta de forma muy marcada esta sensación de malestar.
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Mientras que otros tipos de actividad de todo tipo, que van desde el deporte hasta el tiempo pasado haciendo los deberes, o incluso una actividad religiosa, reducen drásticamente, o sea, estadísticamente, digamos, este riesgo.
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Y vemos como, por ejemplo, también el impacto muy fuerte sobre la cantidad de sueño, que como veis en esta estadística, en esta curva, pues esta falta de sueño ha subido mucho en los últimos años.
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Bien, pues voy a concluir simplemente diciéndos que muchas veces pensamos en la tecnología como una herramienta que depende, vamos, que da la oportunidad a cada individuo de hacer el bien o el mal con ello, que puede usarla para bien o para mal.
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Y en realidad creo que es importante entender que la tecnología no es neutra, viene cargada de normas y de valores que se imponen con su uso.
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Y por dar un ejemplo de estos valores, creo que la tecnología cada vez más individualizada en los hogares, el hecho que antes, por ejemplo, teníamos un televisor en el hogar y ahora tenemos un smartphone por persona, pues conlleva, entre sus valores, una promoción del individualismo.
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Y quisiera dejaros quizás con esta imagen, que es la de un hogar en la que generalmente tenemos una puerta de entrada, bueno, hay varias, generalmente nos enteramos al menos de quién entra y quién sale en la casa.
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Por lo tanto hay un control social o familiar, en este caso, natural que se produce.
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Y eso es un poco lo que pasaba antes con los teléfonos fijos en casa.
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Cuando llamábamos a un amigo y teníamos que presentarnos porque se ponía el padre del amigo y a veces nos temblaba la voz al presentarnos, pero sabíamos quién llamaba y se ejercía este control de forma similar, digamos, al control físico.
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Y jamás se nos ocurriría tener una puerta en cada habitación de nuestros hijos en la que las personas, otros educadores, pudieran competir sin que nosotros lo supiéramos con nosotros e intervenir en la educación de nuestros hijos.
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Bueno, pues creo que con la hiperindividualización de la tecnología y con un uso descontrolado, en este caso de los smartphones, por parte de los hijos puede producirse esta situación en la que otros educadores entrarían y otros valores con los que tal vez estemos de acuerdo y tal vez no, y tuvieran un contacto directo con cada uno de nuestros hijos.
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Así que si no queremos que la anestesia sea irreversible y que esta pérdida de control no tenga retorno, creo que los próximos años van a ser cruciales para tomar conciencia, incrementar esta conciencia y tomar las medidas adecuadas.
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Estoy seguro que después podremos repasar algunas para reinventar, podríamos decir, el botón off, lo digo de forma real pero también metafórica, en los colegios, en las familias y tanto a nivel individual como político y colectivo, y asegurarnos de que la tecnología siga siendo una herramienta al servicio del ser humano y no el contrario.
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Muchísimas gracias.
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Gracias.
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