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Emprendimiento Social RA5: De_la idea_a_la_Viabilidad: Viabilidad, cobertura legal y fiscalidad - Contenido educativo
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El texto proporciona una exhaustiva guía sobre el desarrollo y la ejecución de proyectos de emprendimiento social, centrándose en la transición de una idea validada a un proyecto operativo y sostenible. El material destaca el Plan de Empresa Social como una hoja de ruta fundamental, detallando su estructura para abordar el problema social, el mercado y, crucialmente, la viabilidad económico-financiera. Un componente clave es la explicación de las fuentes de financiación (propia y ajena, con énfasis en la banca ética) y las herramientas contables como el Flujo de Caja y el cálculo del Umbral de Rentabilidad (Punto Muerto). Finalmente, el texto aborda el marco jurídico-fiscal para proyectos de la Economía Social, analizando figuras como la cooperativa y la asociación, y subraya la importancia del liderazgo ético y la gestión de stakeholders para lograr el Triple Impacto (económico, social y ambiental).
Hola. A ver, se suele partir de una idea genial para cambiar el mundo, ¿verdad?, de una misión
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social que nos mueve por dentro. Pero, ¿cómo hacemos para que eso se convierta en un proyecto
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de verdad que se sostenga en el tiempo? Pues hoy vamos a ver justo eso, las claves para
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pasar de la buena intención al impacto real. ¡Vamos al lío!
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Mirad, esta es nuestra hoja de ruta. Primero, vamos a aterrizar la idea. Luego, le daremos
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una forma, un cuerpo legal. Después, buscaremos el combustible, o sea, la financiación. Calcularemos
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a qué velocidad tenemos que ir para no estrellarnos, el punto muerto. Y por último cumpliremos con las
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normas de circulación, los impuestos. Un viaje completo vaya para que el proyecto despegue con
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buen pie. Empezamos. Sección 1. De la idea al impacto. O como nos gusta decir, del dibujo al
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motor. Porque seamos sinceros, un plan de negocio brillante guardado en un cajón es solo papel. No
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ayuda a nadie, no cambia nada de nada. Ahora es cuando llega el momento de la verdad. El momento
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de arremangarse y construir. Es que esta frase lo resume a la perfección. Uno puede tener el
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diseño del coche más espectacular del mundo, pero si no se fabrica el motor, se monta el chasis,
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se matricula y se le echa gasolina, pues se seguirá yendo a todas partes andando. Ese es
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precisamente el salto que vamos a dar. De la teoría a la acción en el mundo real. Pasamos a la sección
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2. Elegir la forma jurídica. Dicho de otro modo, darle un cuerpo al proyecto. Porque una idea,
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por muy potente que sea, no puede firmar un alquiler, ni facturar, ni recibir una ayuda.
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Necesita, pues eso, una identidad legal para poder moverse por el mundo.
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Y aquí viene la pregunta del millón.
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¿Qué traje legal le ponemos?
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Y ojo, que esto no es una cuestión de estética.
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Elegir el traje adecuado significa que el proyecto podrá moverse con agilidad y coherencia.
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Si nos equivocamos, corremos el riesgo de que le apriete y no le deje respirar.
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Tiene que ser un traje a medida de sus valores y de su misión.
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Fijaos bien en esta tabla.
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Compara las opciones principales.
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Una cooperativa, por ejemplo, es democrática por definición.
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Una persona es un voto. Una asociación tiene como obligación reinvertir todos sus beneficios en la misión.
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Una sociedad limitada laboral ya se parece más a una empresa clásica, donde quien más capital tiene, más decide.
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Y luego está la figura del autónomo, donde, y esto es clave, la responsabilidad es ilimitada.
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Vamos a ver qué significa esto exactamente.
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Y aquí tenemos el concepto que lo cambia todo, la responsabilidad limitada.
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¿Qué quiere decir? Pues que si el proyecto, por lo que sea, va mal y genera deudas, los acreedores solo pueden reclamar el capital que se puso en la empresa. No pueden tocar ni la casa, ni el coche, ni los ahorros personales de los socios. Es básicamente un escudo que separa el riesgo del proyecto de la vida personal. Un escudo que, como decíamos, la figura del autónomo no tiene.
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Por todo esto, la cooperativa de trabajo asociado suele ser la fórmula estrella en la economía social.
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Es que es la forma jurídica que mejor encarna sus valores.
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Una empresa que es propiedad de las personas que trabajan en ella y que se gestiona de forma democrática.
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Aquí el poder no lo da el dinero, lo dan las personas.
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Vale, ya tenemos el cuerpo, la forma legal.
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Ahora necesita energía para moverse.
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¿Vamos a la sección 3? ¿De dónde sale el dinero?
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¿Cómo alimentar la misión?
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Porque la forma de financiarse no es un simple trámite, ¿eh?
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Define el alma del proyecto y su coherencia
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Para buscar dinero, básicamente hay dos grandes mundos
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Por un lado, los fondos propios, el patrimonio neto
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Es el dinero que no hay que devolver
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El que aporta solidez y demuestra compromiso
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Por otro lado, la financiación ajena, el pasivo
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Es el dinero que se pide prestado y que, claro, hay que devolver
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Permite crecer, pero genera deuda
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La clave, como casi siempre, es tan encontrar el equilibrio perfecto entre ambos
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Si miramos los fondos propios, lo primero de todo es el capital social.
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Vamos, el dinero que ponen de su bolsillo las personas que fundan el proyecto para empezar.
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Luego, claro, están las subvenciones.
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Pero mucho cuidado con esto.
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Es un error muy común pensar que nos darán una ayuda para empezar de cero.
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Casi nunca funciona así.
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Las subvenciones suelen llegar para apoyar proyectos que ya están en marcha y han demostrado que son viables.
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Y en la financiación ajena, por suerte, hay opciones que están muy alineadas con los valores de un proyecto social. Está la banca ética, como Fiare o Triodos, que no solo mira el beneficio económico, sino también el impacto social. Están los microcréditos sociales, pensados para emprendedores que lo tienen más difícil para acceder a un banco normal.
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Y, cómo no, las famosas tres Fs, del inglés Family, Friends and Fools, familia, amigos y locos maravillosos que confían en la idea. Eso sí, un consejo, aunque haya confianza, siempre hay que formalizarlo con un contrato.
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Bien, llegamos a la sección 4, el punto muerto. Y esta es, posiblemente, la cifra más importante que hay que calcular en todo el proyecto. Porque responde a una pregunta que parece simple, pero que es vital. ¿Cuánto tenemos que vender, exactamente, para dejar de perder dinero?
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El punto muerto o umbral de rentabilidad es esa línea mágica. Es el nivel de ventas exacto con el que se cubren todos los costes fijos y variables. Ni se gana ni se pierde. A partir de esa cifra, cada venta es oxígeno, es beneficio o, como veremos, excedente. Alcanzarlo es la prueba del algodón de que un proyecto puede sostenerse por sí mismo.
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Bueno, ¿y cómo se calcula esto? Pues es mucho más fácil de lo que parece.
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Mirad, primero, sumamos todos los costes fijos, lo que pagamos cada mes, vendamos o no vendamos,
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el alculer, los suendos, en el ejemplo, 2.700 euros.
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Segundo, calculamos el margen que nos deja cada venta.
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Si vendemos un menú a 10 euros y nos cuesta producirlo 4, pues nos quedan 6 euros de margen.
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Y tercero, la fórmula. Dividimos los costes fijos totales entre el margen que nos deja cada unidad.
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Hacemos la división 2700 entre 6 y ahí lo tenemos, 450.
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Esto no es solo un número, es el número, es el objetivo.
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La cocina inclusiva necesita vender 450 menús al mes para cubrir gastos.
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A partir del menú 451 empieza a generar excedente.
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Ahora ya tienen un objetivo claro, medible y sobre todo que se puede gestionar.
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Y aquí está lo potente.
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Este número se convierte en una brújula para el día a día. Si estamos vendiendo por debajo de 450, salta una alarma. Hay que hacer algo. Si estamos por encima, genial, cada venta extra está alimentando directamente nuestra misión social. Nos da el poder para tomar decisiones. ¿Necesitamos una campaña de marketing? ¿Podemos permitirnos contratar a alguien más? Se convierte en el cuadro de mandos del proyecto.
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Y llegamos a la última parte, sección 5. Los deberes, los impuestos básicos. O sea, ser un ciudadano corporativo responsable. Porque tener un proyecto en marcha da derechos, pero también implica obligaciones. Y para una entidad social, contribuir con los impuestos es una forma más de ser coherente con su misión de mejorar la sociedad.
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Simplificándolo mucho, hay dos grandes impuestos que hay que tener en el radar.
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Primero, el IVA, el Impuesto sobre el Valor Añadido.
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Es un impuesto sobre el consumo y la empresa que actúa simplemente como una recaudadora para Hacienda.
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Y luego está el Impuesto de Sociedades, que es el que grava los beneficios que genera la propia empresa.
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¿Os acordáis de cuando hablábamos de elegir el traje legal?
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Pues aquí se ve clarísimo por qué era tan importante.
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Mientras que una empresa normal paga un 25% de impuesto de sociedades sobre sus beneficios,
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Una cooperativa, especialmente protegida por su función social, puede llegar a pagar solo un 10%.
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¿Y esto qué significa en la práctica?
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Pues muy sencillo, más dinero que se queda dentro del proyecto para reinvertir en la misión social, en lugar de irse hacia nada.
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Y una última aclaración, que es fundamental.
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En la economía social no se suele hablar de beneficio, se habla de excedente.
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Y no es por cambiarle el nombre y ya está.
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Por ley, la mayor parte de ese excedente no se puede repartir entre los socios como en una empresa capitalista.
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Tiene que destinarse a dos cosas, a reinvertir en la propia misión social y a unos fondos de reserva para asegurar el futuro del proyecto.
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El objetivo no es hacer ricos a los dueños, es maximizar el impacto.
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Venga, vamos a resumir las ideas clave de todo este viaje.
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Primero, la forma jurídica adecuada no solo protege nuestro patrimonio, sino que es una declaración de intenciones.
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Segundo, una mezcla equilibrada de financiación propia y ajena da estabilidad para hoy y capacidad de crecer mañana.
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Tercero, conocer el punto muerto es simplemente la llave para la supervivencia y la sostenibilidad.
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Y cuarto, las fórmulas de la economía social como las cooperativas tienen ventajas fiscales muy, muy importantes.
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Y para terminar, os dejo con una reflexión.
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Si la sostenibilidad económica es lo que permite que una misión social perdure en el tiempo, que no sea flor de un día,
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¿no será que dominar los números, el presupuesto y la viabilidad es tan importante como tener clara la propia misión?
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Ahí queda la pregunta.
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Hasta la próxima.
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- Formación y Orientación Personal y Profesional
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- Emprendimiento
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- Javier Santos Bueno
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- 1 de noviembre de 2025 - 20:28
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