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HFIL 2BACH - 44 El problema del ser humano en Hannah Arendt - Contenido educativo
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La visión del ser humano en la obra de Hannah Arendt
Sus reflexiones sobre la antropología filosófica, Hannah Arendt habla siempre de la condición humana y no de la naturaleza humana, puesto que considera que los seres humanos no tenemos una naturaleza fija y originaria. Los seres humanos podemos configurar, al menos en parte, eso que somos.
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Siguiendo Aristóteles, Arendt distingue dos formas diferentes de vida, la vida activa y la vida
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contemplativa. De la primera se ocupa en un libro que se titula La condición humana y de la segunda
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en otra obra que se llama La vida del espíritu y que dejó inacabada porque estaba trabajando en
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ella cuando le sorprendió la muerte. La vida activa guarda relación con lo que hacemos e incluye,
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según Hannah Arendt tres dimensiones distintas de la realidad humana, la labor, el trabajo y la
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acción. Estas son las condiciones, según Hannah Arendt, en las que se da la existencia humana en
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la Tierra. La labor está vinculada a la producción y al consumo de lo que necesitamos para el
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mantenimiento y la continuidad de la vida. Para sostener nuestra existencia biológica necesitamos
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producir alimento, vestirnos, cuidar de los niños y de los enfermos y de los ancianos, por ejemplo,
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la condición humana a la que está ligada la labor es la vida. El espacio en el que se desarrolla la
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labor es el hogar, la familia, el mundo de la vida privada. Lo privado incluye la expresión,
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según Hannah Arendt, de las emociones y de los sentimientos, que se trata de asuntos que no
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conviene mostrar a los demás. El problema es que en este espacio privado ligado al hogar y la
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familia no hay, según Hannah Arendt, verdadera libertad. Es un espacio en el que todo está
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sometido a la necesidad. Tampoco hay igualdad. Es un terreno marcado por la violencia y por la
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coacción. Por eso para Hannah Arendt en la labor, en el espacio privado, en la familia y en el hogar
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no se puede dar una auténtica libertad. Por ese motivo, en la antigua Grecia, la labor era destinada
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a las mujeres y a los esclavos, que no eran auténticamente ciudadanos porque carecían de
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libertad. La segunda dimensión de la vida activa es el trabajo. El trabajo es aquella actividad
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humana que se encarga de fabricar objetos que perduran en el tiempo, esos objetos que conforman
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el mundo en que vivimos. Las personas no vivimos directamente en la naturaleza, sino que vivimos
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en un mundo configurado por edificios, muebles, objetos, herramientas. Todo esto es producto del
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trabajo. El trabajo incluye, por lo tanto, tareas como la construcción, la artesanía, los oficios.
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Es el ámbito de la creación y de la utilización de artefactos, de obras humanas que nos sobreviven.
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la condición humana a la que está ligada esta dimensión del trabajo es la mundanidad es decir
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el hecho de que los seres humanos habitamos una realidad constituida por objetos y por
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instituciones que conforman nuestro mundo porque las instituciones también son producto del trabajo
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por ejemplo un parlamento la acción es la actividad mediante la cual los seres humanos
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interactuamos y nos manifestamos. Mediante la acción, los seres humanos se revelan a sí mismos
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como agentes a través de lo que hacen y de lo que dicen. Con la acción y con el discurso,
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una persona muestra quién es y lo hace ante los demás. Por eso la acción es el ámbito auténtico
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de la libertad, según Hannah Arendt, aquel espacio en el que nos presentamos como diferentes a otros,
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el espacio en el que construimos nuestra propia identidad. La condición a la que está ligada la
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acción es la pluralidad de la realidad humana, porque las personas somos distintas, cada uno es
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diferente de los demás y esa identidad singular que nos individualiza se manifiesta en la acción,
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cuando hablamos y actuamos frente a los otros. Revelar con nuestras acciones quienes somos es,
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en cierto modo una segunda manera de nacer, una especie de inicio que nos hace aparecer
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entre los demás. A esto Hannah Arendt lo llama la natalidad. La natalidad entendida de este modo
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es el principio, el inicio de nuestra auténtica revelación como personas que nos permite romper
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con el pasado, alumbrar algo nuevo, porque para Hannah Arendt la acción es el espacio de la
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libertad. La acción es libre, impredecible y además irreversible, porque no podemos deshacer lo que
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hemos hecho o dicho. Por ese motivo, la acción es el espacio de la libertad, el espacio en el que se
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expresa, según Arendt, lo más propiamente humano de nuestra condición. La función principal de la
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acción es, por tanto, expresiva y no instrumental. Esto quiere decir que en la acción lo que hacemos
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es mostrar quiénes somos. No se trata de que utilicemos la acción para conseguir algo más.
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La acción es un fin en sí mismo que sirve para configurar el tipo de persona en el que nos hemos
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convertido al actuar. Esa acción además genera una responsabilidad, una responsabilidad que siempre
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es individual. Pese a que cada uno de estos tres espacios debería tener un espacio propio, en las
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sociedades contemporáneas se ha producido un desequilibrio porque la labor ha invadido,
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según Hannah Arendt, todo el terreno de la experiencia humana. La esfera económica en
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el mundo contemporáneo se ha adueñado de la política y lo privado se ha confundido con lo
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público. La sociedad de masas es una sociedad del consumo en la que lo más importante, la actividad
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central, consiste en producir y en el tiempo de descanso en consumir. Así que es imposible
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encontrar un sentido verdadero a la existencia humana, porque falta en este tipo de sociedad
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ese espacio de interacción libre y humano que correspondería a la acción. Además, en estas
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sociedades modernas, el individuo, pese a vivir junto con los demás, en el fondo está solo. Se
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trata de sociedades atomizadas, y esas sociedades donde el individuo está aislado son propicias a
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la dominación, abriendo así el espacio a la aparición del totalitarismo, que es un fenómeno
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al que Hannah Arendt dedicó gran atención en sus reflexiones sobre la política. Como hemos visto,
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la labor, el trabajo y la acción son tres dimensiones de la vida activa, pero Hannah Arendt
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también se ocupó de la vida contemplativa, en esa obra, La vida del espíritu, que estaba escribiendo
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cuando le sorprendió la muerte. La vida contemplativa, según Hannah Arendt, no se centra en la actividad
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exterior, sino que se centra en el ejercicio de nuestras facultades mentales. Para Arendt, la mente
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o el espíritu es algo distinto del alma y es importante señalar la diferencia que hay para
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ella entre estas dos cosas. El alma, dice Arendt, es la sede de nuestras emociones y pasiones, lo que
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nos permite experimentar, por ejemplo, rabia, alegría o tristeza. Pero si se trata de la sede
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de las emociones, el alma es pasiva. Las emociones son cosas que nos suceden, que nos sobrevienen,
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que nos pasan. En cambio, la mente o el espíritu es activa, porque es la sede del pensamiento,
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de la voluntad y de la acción, que son tres cosas que hacemos. Pensar, dice Hannah Arendt,
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es algo muy distinto de conocer. Conocer consiste en captar lo que las cosas son. La función
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cognitiva es intencional, lo cual quiere decir que siempre que pensamos, pensamos en algo,
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siempre que conocemos, conocemos algo. Sin embargo, el pensamiento, a diferencia del
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conocimiento, no es intencional, sino que es reflexivo. Cuando pienso en rigor no pienso
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en algo, sino que pienso sobre algo. Pensar requiere tomar distancia del mundo para cuestionarlo,
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por lo que supone una especie de desdoblamiento interno, mediante el cual yo soy capaz de
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dialogar conmigo mismo. Esta es la definición que daba el propio Platón acerca de lo que era
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pensar. Platón define el pensamiento como el diálogo silencioso que uno mantiene en su interior
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consigo mismo. Para Hannah Arendt el pensamiento es lo mismo. Es una especie de desdoblamiento en
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el cual hablamos con una voz interior con nosotros mismos. Así que el pensamiento es reflexivo y no
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e intencional. El pensamiento además para Hannah Arendt está asociado a la natalidad, es decir, a
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la capacidad de hacer que surja algo nuevo e imprevisto. Porque el pensamiento aparece cuando
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una voz dentro de mí se alza para mostrar la diferencia con lo que en un primer momento yo
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daba por válido. Para que el pensamiento progrese entonces tengo que estar dispuesto a escuchar esta
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voz interior, esta voz que me convierte en un dos en uno. Pero para que el pensamiento gane en
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objetividad e imparcialidad además ha de expresarse en público, de manera que los otros puedan
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criticarlo. La segunda de las facultades asociadas a la vida contemplativa, según Hannah Arendt, es la
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voluntad, que es el ámbito del querer, y por ello la voluntad está ligada a la moralidad. Para Arendt
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la moralidad consiste en la coherencia interior, en la ausencia de contradicción entre las dos
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voces que dialogan dentro de mí mismo cuando me desdoblo en un dos en uno. El peor mal, por ello,
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es la división interna que se produce cuando yo tengo que reprenderme a mí mismo por las cosas
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que he hecho y que he dicho sin escuchar mi voz interior. Por último, el juicio también está
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relacionado con la moralidad, porque entre otras cosas nos permite valorar lo que es correcto o
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incorrecto. Pensando, me doy cuenta de quién sería yo al elegir una opción u otra, de modo que al
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emitir un juicio moral, el individuo se elige a sí mismo. Elige el tipo de persona en el que se
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quiere convertir haciendo una acción u otra, pero también elige a los otros, las personas con las
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que quiere vivir. Deseo convivir con aquellos que sean capaces de pensar y juzgar el mundo
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conjuntamente conmigo, mediante la construcción de acuerdos. Esto, dice Hannah Arendt, no garantiza
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el acierto, porque nos podemos equivocar. No nos queda más remedio que pensar sin barandillas,
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lo cual quiere decir arriesgarnos, no tener seguridades, para escoger lo que nos parece
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correcto aunque no tengamos garantía de éxito. Esta incertidumbre no puede llevarnos a dejar
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de pensar, puesto que el pensamiento es lo que guía la acción y nuestra acción afecta a los
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demás. De hecho, la consecuencia directa de no pensar es caer en el mal, que es justamente lo
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que le pasó a Adolf Eichmann, un ejemplo muy claro de a qué nos puede llevar la incapacidad de pensar.
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- 16 de diciembre de 2023 - 14:03
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