La ovejita que vino a cenar - Contenido educativo
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Hola chicos, mirad, os traigo el cuento de la ovejita que vino a cenar. Es uno de mis
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cuentos favoritos. Yo se lo cuento a mi hija casi todas las noches cuando se va a dormir.
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Así que a ver si os gusta.
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Otra vez sopa de verduras, se quejó el viejo loba. Ojalá tuviera una ovejita. Me prepararía
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un buen estofado. Mmm, mi comida favorita.
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Justo entonces, toc, toc, toc. Era una ovejita. ¿Puedo pasar? Dijo la ovejita.
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Sí querida, pasa, pasa. Llegas justo a tiempo para la cena. Respondió el viejo lobo con
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torre burlón.
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La ovejita tiritaba de frío. Rrrrrr. Santo cielo, pensó el viejo lobo. No puedo comerme
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una ovejita que está tan helada. Odio la comida fría y la puso cerca de la chimenea
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para que entrara en calor. El viejo lobo buscó la receta de un estofado en el libro
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de cocina. Mmm, se le hacía la boca agua solo de pensarlo. Miradle qué cara.
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La ovejita también tenía hambre y le sonaban las tripas. Rrrrrr. Santo cielo, pensó el
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viejo lobo. No puedo comerme una ovejita a la que le sonan las tripas. Podría tener
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una indigestión. Y le dio una zanahoria para que se la comiera. El relleno, se dijo.
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La ovejita se trampó la zanahoria tan rápido que le entró hipo. Hip, hip, hip. Santo cielo,
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pensó el viejo lobo. No puedo comerme una ovejita que tiene hipo. Podría darme hipo
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a mí también, pero el lobo no sabía qué hacer para que se le pasara el hipo.
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Lo intentó lanzando a la ovejita por los aires. Hip, pero no funcionó. La levantó sujetándola
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por los pies. Hip, pero no funcionó. Le hizo dar vueltas y más vueltas. Hip, pero
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tampoco funcionó. El viejo lobo puso la ovejita sobre su hombro y le dio unas palmaditas en
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la espalda con su grande y peluda garra. La ovejita dejó de tener hipo. Se acurrucó
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bajo el pelo del hocico del viejo lobo y al instante se durmió entre sus brazos.
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El viejo lobo tenía una sensación extraña. Era la primera vez que su cena lo abrazaba
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y de pronto perdió el apetito. La ovejita roncaba dulcemente bajo su oreja, un ronquido
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tras otro. Santo cielo, susurró el viejo lobo. No puedo comerme una ovejita que ronca.
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El viejo lobo se sentó en el balancín junto a la chimenea con la tierna ovejita en su
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brazo y pensó que hacía mucho tiempo que nadie lo abrazaba. El lobo la olfateó una
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y otra vez. Aquella ovejita olía muy, muy, pero que muy bien, dijo el lobo. Si me la
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como rápidamente, no pasa nada. Y cuando estaba a punto de zarpársela, la ovejita
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se despertó y le dio un gran beso. No, gritó el lobo, no es justo. Soy un lobo grande y
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malo y tú eres un estofado. Tofado, dijo la ovejita. Y señalando al viejo lobo, dijo,
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no. Oh, señor, dame fuerzas, refunfuñó el viejo lobo. Tienes que irte. El lobo abrigó
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bien a la ovejita y la dejó fuera. Ahora vete, gritó. Si te quedas aquí conmigo,
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te comeré y después los dos nos arrepentiremos. Y cerró la puerta con un pum. Fuera estaba
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oscuro y hacía frío. La ovejita aburrió la puerta. Lobo, lobo, puedo entrar, lobo.
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Pero el viejo lobo se tapó las orejas con las manos y empezó a cantar la, la, la, la,
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hasta que ya no oyó a la ovejita. Al fin se hizo el silencio. Gracias a Dios se ha
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ido, pensó el lobo. Aquí, con un viejo lobo hambriento como yo, no estaba salvo. Después
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se puso a pensar en la ovejita sola en la oscuridad. Quizás se ha perdido o quizás
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se ha congelado. Quizás se la ha comido algún otro animal. Oh, no, ¿qué he hecho? Aulló
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el lobo. Se levantó y abrió la puerta. La ovejita se había ido. El viejo lobo salió
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a toda prisa hacia el oscuro bosque gritando. Ovejita, ovejita, vuelve, que no te comeré,
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te lo prometo. Más tarde, mucho más tarde, el viejo lobo regresó a su casa, triste de
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caído, cansado y solo. El lobo abrió la puerta y ahí junto a la chimenea estaba la ovejita.
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Has vuelto, dijo el lobo sonriendo. No tienes otro lugar al que ir, la ovejita dijo que
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no con la cabeza. Entonces, ¿te gustaría quedarte aquí conmigo? preguntó el lobo.
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La ovejita lo miró fijamente y le dijo, no me comerás, ¿verdad? Santo cielo, dijo el
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lobo, no puedo comerme a una ovejita que me necesita, podría darme ardor de estómago.
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La ovejita sonrió y se lanzó a los brazos del viejo lobo. ¿Tienes hambre, estofado mío?
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le preguntó el lobo. ¿Te apetece un poco de sopa de verduras? Es mi comida favorita.
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Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Bueno, espero que hoy os haya gustado, ya
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me contaréis a ver qué tal. Un besito, chao.
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- Maria A.
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- 5 de noviembre de 2023 - 16:46
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- CP INF-PRI JACINTO BENAVENTE
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- 16:9 Es el estándar usado por la televisión de alta definición y en varias pantallas, es ancho y normalmente se le suele llamar panorámico o widescreen, aunque todas las relaciones (a excepción de la 1:1) son widescreen. El ángulo de la diagonal es de 29,36°.
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