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Cuento: Brunilda y Bruno, El Safari de Bichos - Contenido educativo
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Aventuras de Brunilda y Bruno, ésta vez en el jardín...
¡Hola amigos y amigas! Estoy aquí para contaros una nueva historia de Brunilda y Bruno, que seguro que os gustó mucho el cuento, ¿verdad?
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Bueno, pues esta vez es una aventura en el jardín. Se titula El safari de bichos y está escrito por Valeria Tomás y Corky Paul.
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Espero que os guste mucho, ¿vale?
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El safari de bichos
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La bruja Brunilda y Bruno, su enorme gato negro, disfrutaban de un picnic en el jardín.
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Brunilda le dio un gran mordisco a una magdalena y cayeron unas miguitas en el césped.
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Las hormigas acudieron a toda prisa a recogerlas y Brunilda se inclinó a observarlas.
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—Mira, estas hormigas, Bruno —dijo Brunilda—, las migas que transportan son más grandes que ellas.
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¿No es asombroso? Y Brunilda se tumbó en la hierba para observar a las hormigas más de cerca.
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Un escarabajo rojo reluciente se lanzó sobre una amiga y se la comió.
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De repente una oruga roja y amarilla con púas verdes y puntos rojos apareció reptando.
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—¡Palos de escoba pasmosos! —exclamó Brunilda.
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—¡Esta oruga es increíble, Bruno! —Es cierto, es una oruga increíble —pensó Bruno. —Me pregunto qué sabor tendrá.
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—¿No sería divertido ser tan pequeños como los bichos, Bruno? —preguntó Brunilda. —Así podríamos ver de verdad qué hace.
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Miau, maulló Bruno
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No le parecía nada divertido
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Y entonces Brunilda tuvo una idea genial
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Bueno, una idea a secas
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Agitó su varita mágica y vociferó
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¡Abracadabra!
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Y de repente Brunilda y Bruno eran diminutos
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Sobre todo Bruno
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Miau, maulló el gato
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Bueno, más bien fue un miau. Estaba aterrorizado. Las hormigas le parecían grandes. El escarabajo le parecía enorme y la oruga le parecía descomunal. Espero que no me coman, pensó.
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Las hormigas estaban muy atareadas llevando las migas al hormiguero
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Algunas pasaron por encima de la cola de Bruno
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¡Miau! Gritó
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No le gustaba que las hormigas le correteasen por su cola
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¡Ojo, Bruno! Advirtió Brunilda con un hilo de voz
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¡Cuidado con tu cola! ¡Se acerca a un cien pies!
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¡Demasiado tarde! ¡Miau! Gritó el pobre Bruno
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El escarabajo rojo reluciente los observaba.
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¿Los escarabajos comerían brujas diminutas y gatos minúsculos?
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No, por suerte les gustaban más las migas de magdalenas.
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Pío, pío, pío.
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Un pájaro se posó en la hierba.
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Era su hora de comer.
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Un buen gusano rellenito o una bruja diminuta o un gato minúsculo.
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¡Ay, madre, mirad aquí a Bruna y a Bruno y a Brunilda!
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Por suerte encontró un buen gusano rellenito.
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De repente el suelo empezó a temblar.
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Algo enorme se acercaba.
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¿Sería un elefante?
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¿Un rinoceronte?
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¿Un hipopótamo?
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¡Ah! ¿Qué sería?
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¡Ah! Dos botas gigantescas aparecieron pisoteando la hierba.
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Era el cartero que llevaba el correo a Brunilda.
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—¡Corre, corre, Bruno! —gritaba Brunilda.
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—Si el cartero nos pisa, nos dejará hechos papilla.
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—He cometido un error —reconoció Brunilda.
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—Somos demasiados pequeños. Voy a deshacer el hechizo para recuperar nuestro tamaño.
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—¿Dónde está mi varita, Bruno?
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Pero la varita no estaba a su alcance.
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Se había quedado atrapada en lo alto de un rosal lleno de espinas
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y conservaba su tamaño normal.
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¡Ay, ay, ay! lloriqueó Brunilda.
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¡Cómo vamos a llegar hasta la varita, Bruno!
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Y entonces pasó reptando la oruga maravillosa.
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Empezó a trepar por el rosal.
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Bruno y Brunilda se subieron a la oruga de un salto
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y se sujetaron a sus púas.
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El insecto fue subiendo, esquivando las espinas
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hasta llegar a la varita.
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—Brunilda y Bruno se bajaron de la oruga, pero la bruja era demasiado pequeña para sujetar la enorme varita.
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—Brunilda tiró de ella mientras Bruno la empujaba, pero la varita no se movió ni un milímetro.
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—No sirve de nada, Bruno —sentenció Brunilda—. Vamos a tener que quedarnos así para siempre.
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—¡Miau! —se lamentaba Bruno.
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Una araña tejía una red entre las rosas
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Se desplazó a toda prisa hasta un extremo
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Lanzó un hilo largo y lo enrolló alrededor de la varita
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Brunilda, Bruno y la araña tiraron del hilo con fuerza
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Pero la varita seguía sin moverse
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Un abejorro que pasaba por allí se posó sobre el hilo
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De un salto, un gran saltamontes verde hizo lo mismo
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Y una mariquita también
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La oruga enorme se acercó para ayudar
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La varita empezó a tambalearse, el hilo se rompió y... ¡Fiu! ¡Abracadabra! vociferó Brunilda mientras la varita se agitaba en el aire.
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¡Brunilda y Bruno recuperaron su tamaño normal! ¡Creo que nos quedaremos así, Bruno! dijo la bruja.
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Me gusta ser de este tamaño.
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Ronroneaba Bruno de contento.
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Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
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Espero que os haya gustado mucho el jardín de Brunilda.
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Un beso enorme.
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Adiós, amigos y amigas.
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- Idioma/s:
- Autor/es:
- MARTÍN DÍAZ-MARTA, PATRICIA
- Subido por:
- Patricia M.
- Licencia:
- Reconocimiento - No comercial
- Visualizaciones:
- 111
- Fecha:
- 19 de junio de 2020 - 0:15
- Visibilidad:
- Público
- Centro:
- CP INF-PRI JUAN GRIS
- Duración:
- 07′ 22″
- Relación de aspecto:
- 1.78:1
- Resolución:
- 854x480 píxeles
- Tamaño:
- 189.82 MBytes
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