Repaso Hume - Contenido educativo
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Comenzamos Hume con su epistemología. La tradición empirista parte de la premisa de que nuestro conocimiento comienza y termina,
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es decir, recibe o el origen de los datos con los que trabaja está en y no puede conocer más allá de la experiencia y digamos que Hume va a llevar esto hasta sus últimos términos.
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Comenzamos diferenciando entre los materiales del conocimiento que conocemos. Impresiones e ideas. Impresiones, los datos sensibles más inmediatos, más vívidos de los sentidos. Por ejemplo, un color o un olor.
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¿Cómo pueden volver a nuestra mente estas impresiones mediante la memoria, vivaces y precisas respetando el orden, o mediante la imaginación, ya alteradas?
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Y por otro lado, tenemos las ideas, percepciones más débiles, producto del recuerdo de una impresión, como hemos dicho antes, mediante dos maneras.
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Por ejemplo, recordando el color de algo que hemos visto antes.
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¿Cómo se forman las ideas a partir de impresiones? Mediante semejanza, contigüedad y causa y efecto. Y aquí es donde luego volveremos en la crítica a la idea de causalidad.
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Esta división entre impresiones e ideas le lleva a afirmar a Hume, y esta será la clave más adelante, de que el criterio de verdad para una idea depende de la posibilidad de poder referir una impresión previa.
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Bueno, dependiendo de su composición, las impresiones y las ideas pueden ser simples, por ejemplo, verde, o complejas.
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Por ejemplo, una manzana sería verde y redonda.
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Según la procedencia de las impresiones, puede ser de sensación, por ejemplo, un olor, o de reflexión, por ejemplo, la alegría.
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¿Y cuáles son los tipos de conocimiento?
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Hemos visto los materiales. ¿Cuáles son los tipos?
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En primer lugar, relaciones de ideas. En segundo, cuestiones de hecho.
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Relaciones de ideas son universales y necesarias. Por ejemplo, este triángulo tiene tres lados.
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No necesito comprobar o necesito experimentarlo. Los enunciados según Hume de la matemática, de la geometría, etc., entrarían dentro de esta categoría.
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Y por otro lado tenemos los cuestiones de hecho. Son contingentes, no son necesarias, necesito comprobación empírica y dependen de la relación de causa y efecto.
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Y aquí es donde estará la clave. ¿Por qué? Hume va a criticar la idea de causalidad. Entiende él, por ejemplo, que si os suelto una bola y cae, no importa cuántas veces la suelte, sino que no puedo asegurar que la siguiente vaya a suceder. Tengo una falsa impresión de una relación de causa y efecto ahí.
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El hecho de que todos los días amanezca no implica que mañana lo vaya a decir
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Entiende Hume la imposibilidad de alcanzar un conocimiento cierto y necesario sobre la realidad
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Yo puedo estar seguro de que un triángulo va a tener tres lados
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Pero no puedo estar seguro de que si acerco una cerilla al fuego vaya a prenderse
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Porque, como hemos dicho, hace falta tener una impresión de una idea para que esa idea sea legítima
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Y no hay impresión de la necesidad de que dicha cerilla prenda al fuego
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Hay sucesos que suceden de manera sucesiva en el tiempo, pero no hay una causalidad necesaria. ¿Qué hay, pues? Costumbre. Estamos habituados a que siempre que pase A, pase B.
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y tenemos la idea ilegítima de que ahí hay una necesidad, hay una relación de causalidad.
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¿Es esto malo? Bueno, esto es útil, pero desde luego no es verdadero conocimiento.
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Pensar que una pelota, si la suelto, me va a caer es útil para mi vida.
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Extiende esta crítica a las tres grandes ideas de la metafísica, esas tres grandes ideas, por ejemplo, de Descartes.
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Entonces, la sustancia es, de nuevo, una idea que carece de impresión, por lo tanto no tiene fundamento y es falsa. Y entiende Hume que tanto la creencia en el yo como en la realidad, mundo como un dios, podemos decir, los cogitas, la existencia, la infinita, no está legitimada.
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El yo, porque no tenemos una impresión de yo, tenemos una sucesión continua, inmediata de sensaciones, de percepciones que agrupamos bajo la palabra yo, pero no hay una impresión directa de yo. Es una idea que carece de impresión.
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La realidad, bueno, pues no podemos saber si existen. Lo único que tenemos son las impresiones que nosotros tenemos de las cosas que creemos reales. Tenemos la impresión y no podemos estar seguros de que hay una realidad distinta a ellas.
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Finalmente, Dios
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Bueno, pues es que no tenemos impresión de Dios
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No podemos justificar su existencia
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No hay impresión ni de sus atributos ni de sus operaciones
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Es una idea que carece de impresión
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No podemos afirmar que Dios no existe
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Él no niega la existencia de Dios
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Él considera que no se puede conocer si Dios existe
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Llegamos a su teoría ética, el emotivismo moral
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Vamos a ver cómo Hume rechaza la creencia en que se puede racionalizar, que se puede razonar el criterio moral. Entiende Hume que hay que priorizar en este caso las emociones.
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Él entiende que la simpatía que mostramos cuando observamos un acto y nos provoca rechazo o nos provoca aceptación, aprobar o desaprobar actos mediante esa empatía, es la base según la cual nosotros juzgamos un acto como bueno o como malo.
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Aquí no hablamos de razón. Él entiende que no puede, no podemos afirmar, que las ideas morales sean de sensación o de reflexión.
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Entiende que el sentimiento de aprobación o desaprobación son creencias, digamos, tienen que ver con las impresiones y no con ideas. Es algo instintivo, no racional.
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¿Significa esto que la afirmación como matar está bien o matar está mal, no hay ninguna manera de saber si uno es correcto o no?
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¿De las proposiciones éticas no son ni meras de falsas? ¿Se basan en expresar un sentimiento?
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Bueno, pues él acota ciertamente esto al introducir un principio de utilidad.
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Entiende Hume que las personas tendremos a aprobar actos que sean útiles para el colectivo y a desaprobar aquellos que no.
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Por lo tanto, digamos que no todo vale. Es decir, no estamos en un terreno de que sea imposible afirmar que un acto está mal, acudiendo a que a una persona le despiertan sentimientos de aprobación.
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- Daniel Ramon R.
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- 26 de mayo de 2020 - 0:13
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